Hace 50 días Andrés Manuel López Obrador dejó el Partido de la Revolución Democrática. Y hace diez se formalizó que el Movimiento Regeneración Nacional, Morena, será partido político. En cambio, a punto de comenzar el nuevo sexenio, el Partido de la Revolución Democrática tiene una crisis de identidad cuya resolución es difícil de pronosticar, pero que cada jornada parece acercarlo más a la autoanulación antes que a un resurgimiento.
La brújula del único partido que hoy puede definirse como heredero de la izquierda histórica está desorientada. ¿Qué cohesiona a las tribus? Los distintos grupos del PRD acaban de descubrir que AMLO les ayudaba a llegar a equilibrios. Inspiraba a unos, chocaba a otros, pero a todos servía de referente para a partir de ese eje trazar alianzas internas o definir posturas externas.
Históricamente, en el PRD dos personas han marcado el “deber ser”. Más filosófico, más histórico, Cuauhtémoc Cárdenas. Más coyuntural, más temático, López Obrador. El ingeniero maneja en sus tiempos y con su estilo las apariciones de adhesión o sus mensajes, que últimamente casi siempre son de reproche. Con tiempos más apegados a la agenda coyuntural, Andrés Manuel expresaba en la plaza pública, en rueda de prensa o en los pasillos del Congreso lo que él creía que debía ser el proceder de la izquierda. Y a partir de eso las tribus negociaban una postura lo más consensuada posible.
Ya sin López Obrador, esta semana ha sido ilustrativa de la confusión reinante en el PRD. El problema no es su esquizofrenia a la hora de ponerse de acuerdo sobre la actitud a asumir en la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, ni la revuelta en contra de Jesús Zambrano por haber negociado con PRI y PAN sin haber consultado a otros grupos perredistas, la cuestión es que batallan en esto porque no tienen ni a AMLO —lo que para varios de sus líderes supone un alivio—, pero sobre todo porque no hicieron luego del 1 de julio una definición sobre lo que querían, en conjunto, en el corto y en el mediano plazos.
Entre los perredistas hubo voces el verano pasado de que lo que seguía tras la nueva derrota en la elección presidencial era una refundación del partido. Como no tomaron la iniciativa, como han sido el actor pasivo que esperó a que Andrés Manuel se fuera, la llegada del nuevo gobierno los agarra mal parados, sin proyecto unificador y sin árbitro que dirima lo sufrirán ahora que Zambrano ha decidido proseguir en la negociación con los panistas y la nueva administración.
López Obrador sí sabe la postura que asumirá a partir de mañana. No se puede decir lo mismo del PRD. Es más, no descarten que a partir de hoy perredistas de distintas tribus den conferencias de prensa por separado y con visiones encontradas. El partido del sol azteca estará en el peor de los mundos posibles: sin identidad ni propuesta en conjunto una vez que se fue quien se suponía que no les permitía ser quien ellos querían.
salvador.camarena@razon.mx
Twitter:@salcamarena
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