Tienen razón los ciudadanos afectados y que se quejan por el grosero blindaje policial en las calles aledañas al Palacio Legislativo. Y también les asiste toda la razón a los miles de ciudadanos de a pie que protestan por el cierre de, por lo menos, dos estaciones del metro.
Y es que una democracia que se respete –y la democracia mexicana no es respetada por muchos–, no puede permitir que un protocolo, acto de gobierno o de autoridad se convierta en pretexto para bloquear calles, blindar oficinas públicas o secuestrar escuelas, autobuses, carreteras, llevar a cabo plantones, sentones o desnudos públicos...
Lo curioso del asunto, sin embargo, es que el blindaje, el bloqueo, el plantón o el secuestro –entre muchas otras formas de protesta, presión, represión o chantaje–, son practicados, tolerados y/o censurados, según la temporada, el grupo de presión y/o el estado de ánimo de tal o cual pandilla política.
Así, por ejemplo, los malquerientes de Enrique Peña Nieto –y no pocos ciudadanos verdaderamente afectados–, se han dado vuelo para cuestionar en redes sociales el blindaje en San Lázaro y el cierre de estaciones del metro. Incluso ya mueven el sambenito de que asistimos al regreso del gobierno autoritario, represor e intolerante, y hasta se avientan la chabacana puntada de decir que esa es una muestra del regreso del viejo PRI.
Y claro, buena parte de esos malquerientes de Peña Nieto son, al mismo tiempo, fanáticos de AMLO. Y precisamente por eso no se acuerdan –y no quieren recordar–, que el mesías tropical bloqueó por 48 días el corredor Zócalo Reforma –con un costo económico incalculable para la ciudad y para millones de personas–, con el cuento de que se había cometido un fraude electoral en julio de 2006. Fraude que, por cierto, nunca se pudo probar.
¿Y cuántos de los que hoy pegan el grito en el cielo –o lo que con toda razón se quejan–, protestaron por el grosero bloqueo del corredor Zócalo Reforma en 2006? Sin embargo, se debe insistir que tienen toda la razón los afectados por el blindaje del Palacio Legislativo. Sus quejas son legítimas y justificadas.
Pero si bien hoy les tocó a ellos padecer los excesos de la vapuleada democracia mexicana, lo cierto es que son miles o millones de capitalinos los que por años han padecido la calamidad de los bloqueos, el blindaje de instalaciones públicas, los secuestros de calles, instalaciones, plantones, sentones y otras aberraciones sociales.
Y si tienen dudas basta recordar que una dos o tres veces por semana los vecinos de la Secretaría de Gobernación –de zonas habitacionales o comerciales–, ven afectadas sus actividades elementales a causa de los plantones, secuestros bloqueos o blindajes. Y algo ocurre casi a diario a los negocios y viviendas –y con ello a sus habitantes–, de Paseo de la Reforma, del Zócalo del DF y de capitales como Oaxaca o Morelia, entre muchas otras.
Más aún, la calle de Bucareli –en el perímetro entre Reforma y Chapultepec, de la capital del país–, es la avenida de todo el país que más días al año permanece bloqueada, secuestrada, tomada y empleada para que por meses se instalen pillos como los de Antorcha Campesina, los 400 Pueblos, la CNTE, el SME y muchos otros que han hecho de la protesta y el bloqueo, una cultura de joder a la gente, a vecinos y transeúntes.
Lo simpático es que a pesar de que todos los días, de todos los años, en las últimas décadas crecen las manifestaciones, bloqueos, plantones y que afectan a miles o millones, poco o nada hacen los gobiernos delegacional, de la ciudad y el federal, para poner alto a la mayor calamidad de los capitalinos.
Y frente a esa calamidad cotidiana nadie –o muy pocos–, recurren a las redes sociales para denunciar lo intolerable que resulta que el gobierno capitalino –dizque de izquierda–, sea incapaz de impedir los bloqueos, plantones, manifestaciones, blindajes y secuestro de calles, sea por manifestantes, sea por ambulantes. Peor aún, nadie denuncia que Marcelo estimula plantones y bloqueos de sus amigos, y apalea a los enemigos.
Pero existe un pequeño detalle –pecata minuta de la realidad–, que pocos de los que denuncian el blindaje han tomado en cuenta. En efecto, nada justifica el blindaje a San Lázaro y la suspensión de estaciones del metro. Pero también es cierto que no se trata de una ocurrencia. No, la seguridad extrema es por razones de Estado, en prevención que descocados antipeñistas o fanáticos lopistas agredan al Presidente.
Es decir, que el tamaño de las amenazas de locuaces y fanáticos, es del tamaño y lo extremo de la seguridad para Peña Nieto. Con el malestar para los que ni la deben ni la temen.
Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104
"No a la imposición, del otro..."
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