Aunque la economía de México va bien, la inversión extranjera directa durante el periodo julio-septiembre de este año fue la menor desde el 2003: 13 mil millones de dólares. El problema es que no hay muchas oportunidades de inversión en nuestro país porque varios sectores de la economía, de los más dinámicos, están cerrados. Son controlados por un monopolio público, como Pemex en el energético, o por empresas privadas dominantes, como América Móvil en el de telecomunicaciones.
Los capitales están esperando qué piensa hacer el nuevo gobierno de Peña para abrir oportunidades de inversión en estos sectores. Lo que causa más interés es una posible reforma energética, pero la primera señal que ha enviado el Presidente es que será diminuta.
El sábado, Peña se comprometió a "lograr consensos para impulsar, en su momento, una reforma energética". Su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, dijo que esto ocurrirá el año que entra. Ahora bien, el Pacto por México, que firmaron el domingo el Gobierno Federal y los tres principales partidos políticos del país (PRI, PAN y PRD), contiene cinco compromisos sobre este tema. El más importante es el número 54: "Se mantendrá en manos de la Nación, a través del Estado, la propiedad y el control de los hidrocarburos y la propiedad de Pemex como empresa pública. En todos los casos, la Nación recibirá la totalidad de la producción de hidrocarburos."
Adiós, entonces, a la posibilidad de los contratos de riesgo donde se puedan compartir las posibles ganancias con negocios privados en la exploración y explotación de proyectos complejos en aguas profundas. Adiós, también, a la posibilidad de que los capitales privados participen en los nuevos mercados de hidrocarburos que se extraen del shell-oil y shell-gas.
El Compromiso 55 del Pacto habla de reformas a Pemex: "Que se conserve como propiedad del Estado pero que tenga la capacidad de competir en la industria hasta convertirse en una empresa de clase mundial. Para ello, será necesario dotarla de las reglas de gobierno corporativo y de transparencia que se exigirían a una empresa productiva de su importancia." Esto cierra la posibilidad de que capitales privados, a través de una colocación en bolsa, puedan invertir en la empresa petrolera tal como sucede, por ejemplo, con Petrobras. Y mientras Pemex siga siendo una empresa 100% pública, los incentivos no cambiarán y por tanto no podrá convertirse en una corporación de clase mundial.
El nuevo gobierno, sin embargo, cree que es posible una mayor eficiencia y transparencia de Pemex sujetándola a otra instancia burocrática. Es el Compromiso 58: "Se reformarán las leyes reglamentarias para ampliar las facultades y fortalecer al Órgano Regulador, es decir, a la Comisión Nacional de Hidrocarburos, e incluir obligaciones que permitan someter a Pemex a las exigencias de eficiencia y transparencia que enfrentan las empresas petroleras del mundo." Ya parece que el monstruo que es Pemex va a dejar regularse por una comisión. Que le pregunten a la Secretaría de Energía qué tanto ha podido intervenir todos estos años para lograr que opere mejor la paraestatal.
El Compromiso 56 es tan ambiguo que no dice nada: "Se ampliará la capacidad de ejecución de la industria de exploración y producción de hidrocarburos mediante una reforma energética para maximizar la renta petrolera para el Estado mexicano."
Finalmente está el 57: "Se realizarán las reformas necesarias para crear un entorno de competencia en los procesos económicos de refinación, petroquímica y transporte de hidrocarburos, sin privatizar las instalaciones de Pemex." Al parecer el nuevo gobierno y los tres principales partidos están de acuerdo con que entren los privados a los negocios menos rentables de la cadena productiva del petróleo.
Es el problema de tratar de lograr un consenso en un tema que requiere grandes definiciones y cambios. Como Peña quiere que lo apoye tanto la derecha como la izquierda, lo que queda es una reforma energética deslavada que sólo abre una mínima parte del negocio. Se trata de una reformita que con toda seguridad decepcionará a los inversionistas privados, nacionales y extranjeros, que están esperando algo más grande. Además le dará armas a los monopolios y oligopolios privados en otros sectores para defenderse de una apertura obligada desde el gobierno.
Con toda razón le reclamarán a Peña por qué sólo quiere competencia en el sector privado y no en el público. Y es que la primera señal que está enviando el Presidente es la de "hágase la competencia sólo en los bueyes de mi compadres privados".
Twitter: @leozuckermann
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