Para Toledo, el cuento El niño que no tuvo cama (Ba´Du gui ñapa luuna) no sólo representa recordar la historia que su padre le contaba, también significa acercarse a la mentalidad de los juchitecos
En El niño que no tuvo cama (Ba´Du gui ñapa luuna) Francisco y Natalia Toledo comparten la historia Chico Mín, quien utiliza de cama la piel de una vaca, que poco a poco se hace más pequeña, porque su papá de oficio zapatero va cortando pedazos para convertirlos en suelas de zapatos. Una noche, montado en un sueño el pequeño llega al lugar donde pastan las vacas, quienes con la panza llena de agujeros le reclaman que su padre corte sus pieles.
Este cuento está basado en el relato que su padre le contaba al artista plástico Francisco Toledo, quien se dio a la tarea de ilustrar la historia, y a su vez, también él se la contó a su hija Natalia, quien escribió el texto en español y zapoteco.
“Mi papá lloraba mucho su infancia, tenía como siete hermanos y su papá era zapatero en una época en el Istmo, donde los únicos que usaban zapatos eran los turcos, árabes, militares y sus esposas, mi abuelo reparaba y hacia el calzado, incluso le arregló las botas a Lázaro Cárdenas”, contó el artista plástico.
Para Toledo, el cuento no sólo representa recordar la historia que su padre le contaba, también significa acercarse a la mentalidad de los juchitecos a través de su hija Natalia.
“Me gusta trabajar con Natalia, porque reconozco en ella mi última relación con Juchitán, ya todos los abuelos y tías murieron, era una generación como la de Andrés Henestrosa, que tenían todo el encanto y riqueza de la tradición zapoteca del Istmo, mi hija es el único vínculo con Juchitán, yo ya no vuelvo por allá, porque los familiares que más quería y con quienes conviví de niño, ya desaparecieron”.
La historia
Chico Mín, padre de Toledo, contó a su hijo que cuando era pequeño dormía con sus hermanos en el suelo, petates o en la piel de los animales que utilizaban para la suela de los zapatos, “pero tenían el inconveniente que cada vez que el abuelo necesitaba cortar, les quitaba un pedazo de cama y poco a poco se iba acabando la piel, y quedaban puros agujeros”.
“Cuando mí papá salió del pueblo y pudo comprarse una cama, tenía un sueño recurrente, que llegaba mí abuelo a recortarle la cama, como si fuera la piel de un animal y se despertaba angustiado”, mencionó el fundador del IAGO.
A esta historia le fue agregada una parte, donde se narra que una noche mientras Chico Mín dormía llega su padre a cortarle la cama, hace un agujero y se va en él, pero cae en un lugar donde las vacas lo reciben y le dicen: “mira lo que hizo tú papa”, es ahí donde Chico Mín ve que los animales al comer, todo el pasto se sale por los huecos que el zapatero cortó.
Toledo ilustró una imagen de una piel llena de hoyos que vuela sobre Juchitán y sigue al protagonista, luego, la vaca le dice a Chico Mín que si quiere que desaparezca la piel que lo persigue y el sueño donde su padre llega de noche a cortarle la cama, tiene que reparar el daño cosiendo los agujeros de las vacas, así ellas podrán comer y él quedará libre de esa culpa.
Dibujar a su padre
Para el artista zapoteco no fue difícil hacer la imagen de su padre, porque sólo lo representa con el cuerpo de un niño, “en el caso del abuelo Benjamín aparece de espaldas, entonces es una sombra, no se ve su cara y sólo trae en la mano la aguja con la que costura los zapatos”.
“Los retratos que he pintado son mis autoretratos, si hubiera hecho el rostro de mi papá o abuelo iba a resultar difícil porque en un cuento tienes que repetir la cara, para que sepan que es el mismo personaje, y a mí no me salen dos dibujos iguales”, dijo entre risas.
Al preguntarle por qué decidió retomar la historia de su padre, con una leve sonrisa dijo que el público se lo pedía, tras haber trabajado en colaboración con su hija en La Muerte Pies Ligeros y El Conejo y el Coyote.
Recordó que su padre generalmente les contaba sus historias a la hora de cenar, “él tenía una gran memoria y un modo de contar muy ameno”. Toledo dice que su papá era tan sentimental que las narraciones resultaban una lloradera, “nos la pasabamos comiendo y llorando, comiendo y llorando” finalizó.
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