sábado, 18 de mayo de 2013

Beatriz Pagés Rebollar - Calderón presiona para quedar impune

El expresidente Felipe Calderón maneja desde Harvard los hilos de los alfiles que dejó en el Senado de la República para protegerse.

Luisa María Calderón —su hermana—, Ernesto Cordero —su fracasado delfín—, Roberto Gil —el secretario particular de lealtad confusa— y otros que no están precisamente en el Senado de la República arman la estrategia para hacer estallar el Pacto por México.

¿La razón? Presionar para que Felipe Calderón y sus funcionarios, autores de escandalosos actos de corrupción, no sean procesados por la justicia.

La Constitución y la Ley de Responsabilidades de Servidores Públicos no contempla llevar a juicio a un expresidente, sin embargo, la Corte Penal Internacional y la Corte Interamericana de Derechos Humanos contarían con suficientes elementos para, cuando menos, sentar en el banquillo de los acusados a quien combatió el crimen organizado a través de operaciones poco transparentes que tuvieron un costo elevado para los derechos humanos.



El incierto futuro de Calderón en el ámbito de la justicia internacional se suma a los graves y numerosos casos de peculado en los que incurrieron sus amigos y funcionarios. En cada archivo de cada dependencia federal quedaron las huellas de un manejo absolutamente personalizado y abusivo del poder. La publicación de esos registros demostraría que el calderonismo ha sido una de las administraciones más corruptas en la historia política de México.

Mucho se dijo que la transición Calderón-Peña había sido de seda gracias a la promesa hecha por el mandatario entrante para no tocar al expresidente. Sin embargo, la denuncia que acaba de hacer Petróleos Mexicanos en contra de César Nava —uno de los hombres más cercanos a Calderón— demuestra dos cosas:

Primero, que esos compromisos, en caso de haber existido, tuvieron un límite. Y segundo, que todo acuerdo, por mínimo que sea, queda roto cuando una de las partes —en este caso Calderón— ordena a sus alfiles operar como auténticos saboteadores del Pacto por México.

La instrucción desde Harvard y al calor de la inestabilidad emocional que siempre lo caracterizó es: “Rómpele la madre a Peña Nieto”.

 Cada vez que Felipe Calderón se siente amenazado, pone a su vocero Ernesto Cordero a patalear. En menos de una semana el senador ha hecho una serie de declaraciones bravuconas dirigidas a amedrentar al presidente de la república.

Con ese aire de despecho y suficiencia que lo caracteriza, el exsecretario de Hacienda decidió ponerse la armadura de Espartaco, contratar aquí y allá a unos cuantos escuderos y presentar lo que él llamó una reforma político electoral que busca contrarrestar las “negociaciones en lo oscurito” que se hacen en el Pacto por México.

Lo que traducido significa, simple y sencillamente, que está molesto porque no toman en cuenta su alta investidura y desbordante vanidad, siendo que es el más digno representante de un expresidente que se retuerce de envidia en el extranjero por no haber podido encabezar las reformas durante su mandato.

Adentro de su partido, Cordero hace las veces de esquirol para impedir que el dirigente nacional del PAN, Gustavo Madero, concrete acuerdos con el gobierno, y fuera de él trata de negociar con el PRD para que no prosperen las iniciativas enviadas por el Ejecutivo federal.

Tan se ha convertido en un enemigo de la estabilidad panista, que su homólogo Javier Corral acaba de decir que Cordero —además de tener una visión estrecha de la política— “está a punto de hundir a su bancada, tal y como los calderonistas llevaron a su partido a la debacle en 2012”.

Efectivamente, Calderón y Cordero son los autores políticos y morales de la derrota del PAN en la elección presidencial. Son quienes traicionaron a su candidata Josefina Vázquez Mota y provocaron que su partido quedara convertido en una maltrecha tercera fuerza.

Calderón es hombre de resentimientos y obsesiones. De culpas y complejos. Hoy no debe perdonarse haber hecho lo que hizo con su partido. Se sabe culpable, perseguido. Invadido por ese sentimiento de soledad e indefensión que termina por volver locos a quienes, un día, se sintieron poderosos e indestructibles.

Leído en http://www.enlagrilla.com/not_detalle.php?id_n=22776

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