sábado, 29 de junio de 2013

Jaime Sánchez Susarrey - No se entiende

O P I N I Ó N
J A I M E   SÁN C H E Z   S U S A R R E Y
No se entiende

El Presidente Peña Nieto declaró en Londres que la reforma energética es indispensable, que será transformadora y que para ello es necesario modificar la Constitución -entre otras cosas- para darle certidumbre a los inversionistas privados.

La respuesta de "las izquierdas" -como ahora se dice- fue inmediata. Los tonos y los contenidos fueron relativamente distintos. Pero coincidieron en que no debe reformarse la Constitución ni permitirse nuevas formas de inversión privada en el sector petrolero.

Hasta ahí no hay mayor misterio. Todo el mundo sabe que Cárdenas y el PRD defienden el monopolio de Pemex. Y todo mundo recuerda, también, que Peña Nieto se manifestó a favor de la reforma y la apertura durante su campaña por la Presidencia de la República.



Donde la cosas se tornan, literalmente, incomprensibles es en lo que vino después: el Secretario de Gobernación afirmó que será en el marco del Pacto por México donde se elaborará por consenso la iniciativa de reforma energética que se presentará al Congreso.

Dicho de otro modo, ratificó que el Presidente de la República abdicará su facultad de elaborar y presentar la iniciativa para avanzar en una reforma a fondo.

Pero la pregunta, entonces, es evidente: si Peña Nieto no tenía la intención de ir más allá de que lo que se decida por consenso en el Pacto por México, ¿Para qué hizo semejante pronunciamiento en Londres? No había necesidad.

El dilema real es si el Presidente de la República está dispuesto a avanzar en una reforma radical o, si en aras de preservar el Pacto por México y respetar el consenso, rasurará su proyecto hasta volverlo inocuo.

Todo esto es un deja vú. A Felipe Calderón le ocurrió exactamente lo mismo. Esbozó una iniciativa que contemplaba la reforma constitucional y la apertura de Pemex a la inversión privada. Pero la respuesta inmediata de los perredistas fue denunciar que buscaba privatizar Pemex.

La puntilla, que enterró de manera definitiva ese proyecto, fue el pronunciamiento del Senador Beltrones, quien afirmó que no habría reforma de la Constitución ni se permitirían los contratos de riesgo (asociación con empresas para exploración y perforación).

Ante el acuerdo de priistas y perredistas, Felipe Calderón reculó y mochó su iniciativa. Se aprobó entonces una reforma administrativa que tuvo "la virtud" de integrar en el Consejo de Administración de Pemex a un conjunto de consejeros con un claro sello partidista.

Dicho de otro modo, cada uno de los tres partidos nombró en dicho Consejo a un representante para que le informara y lo representara al interior de la empresa. Sobra decir que, como muchos anticiparon, la reforma fue insuficiente.

Vale recordar, sin embargo, que en el interior del PRI no había una sola posición. La toga perredista, en la que envolvió el entonces Senador Beltrones, no convencía a muchos (EPN, entre ellos) que consideraban que era necesario ir mucho más lejos.

Así que el dilema del Presidente es ahora muy claro: o se es fiel a sí mismo, y avanza en la dirección que considera correcta, o arrea las banderas y entrega la plaza.

Para apreciar lo que está ocurriendo se puede tomar otra referencia: la reforma laboral aprobada por los priistas y la panistas, antes que entrara en operación el Pacto por México.

Porque para nadie es un secreto que, si dicha reforma se hubiese sometido a la mecánica del Pacto por México, habrían sido eliminados los capítulos de flexibilización en contratación y despido. Los perredistas los consideraban y consideran de corte neoliberal.

Por eso se puede afirmar que las declaraciones de Peña Nieto en Londres, si en verdad representan su voluntad, abren una ventana de oportunidad única para los panistas y para todos aquellos que están convencidos que la reforma de Pemex es un eje fundamental para el crecimiento y la modernización.

Eso fue lo que Ernesto Cordero reconoció al expresar que el Presidente no debería amilanarse y que los legisladores panistas lo acompañarían en una verdadera reforma de Pemex. Si bien, es obvio, que Cordero utilizó la coyuntura para posicionarse frente a Gustavo Madero en la guerra interna que sostienen.

Pero lo cierto, más allá de esa disputa, es que para el PAN se abre una oportunidad irrepetible y que sería una grave irresponsabilidad dejarla pasar. Porque la disposición de los priistas para avanzar en la reforma no depende de una súbita iluminación, sino de que Peña Nieto tiene la capacidad jalarlos en esa dirección.

Por otra parte, AMLO y las corrientes que lo siguen dentro y fuera del PRD están preparando su ofensiva. El objetivo será polarizar el debate y, a partir de ahí, presentarse como la opción nacionalista frente a los vende patrias.

Sería un error subestimar su fuerza y los alcances que podrá tener su movimiento. Algunas encuestas muestran que amplios sectores de la población comparten sus prejuicios.

A lo que debe añadirse otro factor. El movimiento por la "defensa de Pemex y el petróleo" no será de corte legal en el Congreso. Las marchas, las protestas y todo tipo de inconformidades –violentas incluidas- estarán al orden del día.

La presión que ejercerán sobre el resto de "las izquierdas" será enorme. Porque toda corriente que no se sume y discipline al liderazgo del "rayito de esperanza" será denunciada como colaboracionista.

Estamos, pues, ante lo que los lopistas ansían: "la madre de todas las batallas". El escenario y la correlación de fuerzas son complejos. El frente reformista, de integrarse y consolidarse, deberá dar y ganar varias batallas.

Pero hasta el momento no se entiende qué quiere, de verdad, Enrique Peña Nieto: ir a fondo o preservar el consenso.

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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