Cuando dos partidos diferentes gobiernan con el mismo programa de gobierno, cuando desaparece cualquier diferencia entre un proyecto de izquierda y uno de derecha, cuando se puede votar, pero no elegir, y cuando los gobernantes del país dicen que han perdido la capacidad de decidir porque obedecen las directrices económicas que les mandan de fuera, entonces la democracia, la representación y el afecto ciudadano por un sistema político de libertades y autonomía se deteriora. Eso es lo que pasó en México y América Latina hace algunos años y es lo que está pasando en Europa ahora.
Las repercusiones de la crisis económica en Europa, donde se encuentran varias de las democracias fundadoras, han sido devastadoras. La credibilidad en el proyecto de una Europa unida y de un Estado posnacional de bienestar se ha debilitado, sobre todo en la confianza de los ciudadanos ante las instituciones de la Unión Europea (UE). Analistas han señalado que hasta el momento los que mandan en la Europa de hoy en día, es decir, Alemania y, en menor medida, Francia, han logrado salvar el euro, pero han perdido a la ciudadanía. Este proceso ha generado un nuevo fenómeno que crece conforme se aplican las políticas de austeridad y se destruye lo que fue el Estado de bienestar en muchos países: el euroescepticismo. No se trata de una desconfianza que sólo se expresa en los países deudores, los que ofensivamente han agrupado como PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España), sino también en los países acreedores, como Alemania. En la medición que hace el Eurobarómetro se muestra que desde el inicio de la crisis la caída de la confianza en la UE ha sido de 32 puntos en Francia, 49 en Alemania, 52 en Italia, 94 en España, 44 en Polonia y 36 en Reino Unido (Leonard y Torreblanca, El País, 23/IV/2013).
Pero no sólo se ha deteriorado la confianza en la UE, sino que hay otras consecuencias que abren nuevas perspectivas para la vida política. En España se han quebrado los consensos básicos, los apoyos a la democracia han bajado, al igual que el apoyo a la economía de mercado; incluso una mayoría piensa que la democracia podría funcionar sin partidos políticos y muchos ciudadanos consideran que se necesita salir del bipartidismo (PP y PSOE) para tener nuevas opciones. La crisis actual de corrupción del partido gobernante (PP) también es una señal del deterioro. Ante este panorama se ha producido el avance de candidaturas populistas y antieuropeas; movimientos de protesta y de indignación que plantean vías alternativas al mercado; formas de organización sin partidos y lo que se teme es que el próximo año las elecciones europeas tengan un abstencionismo muy alto (Belén Barreiro, El País, 22/IV/2013).
En una entrevista reciente el sociólogo Ulrich Beck ha señalado que en el ajuste —cuyas directrices se comandan desde su país, Alemania y desde el gobierno de Ángela Merkel—, hay también explicaciones culturales.
Considera que la canciller está “empeñada en confirmar las teorías de Max Weber sobre la ética protestante como acicate del espíritu capitalista.
Martín Lutero (dice) se moriría de risa viendo cómo su tesis de que hay que sufrir para tener una vida mejor se ha convertido en el fundamento de la política europea. Siempre bajo el manto de la racionalidad económica” (El País, 5/V/2013).
Si comparamos lo que sucedió en México durante los largos y pesados años del ajuste que impusieron los organismos financieros internacionales, con lo que pasa hoy en Europa, se puede resaltar la condición democrática.
Los años del ajuste mexicano se hicieron bajo un sistema autoritario y las políticas se imponían en Washington y aquí las implementaba el gobierno, con la débil resistencia de algunos sectores. En cambio los europeos que tienen, (o tenían) democracias consolidadas, por lo menos a nivel de la organización social, parece que tampoco pueden incidir mucho para cambiar el rumbo que impone el Banco Central Europeo. Un ejemplo emblemático fue Francia con la llegada del presidente socialista Hollande, que hizo campaña con una política contra la austeridad y terminó por aceptar las condiciones alemanas y ha perdido la mayoría del apoyo de sus votantes. En los dos casos, tanto en América Latina como hoy en Europa, estos ajustes han producido una austeridad vertical y una grave redistribución negativa de la riqueza, un Robin Hood al revés.
La igualdad que predomina hoy en Europa no es la de las libertades democráticas, sino la del mercado, como dice Joan Subirats. En México estamos igual. La democracia ha perdido una parte fundamental de su sentido…
@AzizNassif
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