La política la realizan personas que, si bien tienen una vocación por lo público, comparten la misma naturaleza, virtudes y defectos que el promedio de las personas. Por ello, lejos de esperar que tomen decisiones basadas en estándares éticos o apegados al “bien común” (asumamos que hay un referente único en esa materia), lo más probable es que sigan sus propios cálculos e intereses si los dejamos solos.
En vez de hacer supuestos heroicos sobre la calidad de nuestros gobernantes, lo mejor que hemos llegado a inventar son instituciones donde haya controles, pesos y contrapesos. De esa forma la ambición de un grupo es constantemente vigilada por la de los demás, pudiendo también los ciudadanos decidir con base en el desempeño.
Al contrario, es recomendable dudar de quienes se presentan como titulares de valores o intereses generales. También es necesario revisar los contextos de las declaraciones que emiten, para entender mejor las tácticas que siguen nuestros gobernantes y por qué no tomaron antes ciertas decisiones.
Por ejemplo, el pasado lunes 22 el Diputado Manuel Huerta Ladrón de Guevara, del PT, anunció que él y otros 20 diputados de izquierda proyectan la conformación de una bancada del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) para principios de 2014, cuando el Instituto Federal Electoral le otorgue el registro como partido político.
Si de acuerdo con la normatividad interna de la Cámara de Diputados se puede conformar un grupo parlamentario con cinco legisladores, ¿por qué no se tomó antes esa decisión? ¿Cómo podría impactar su formación en el funcionamiento de esta Asamblea?
¿Por qué no hay todavía una “pejebancada”?
Para empezar hay que plantear por qué a un legislador le conviene pertenecer a un grupo parlamentario. Un órgano legislativo moderno sólo puede funcionar con grupos que de forma más o menos predecible pueden garantizar tendencias estables de votación.
Lo anterior significa que, gústele a quien le guste, los partidos serán necesarios para que funcione una democracia en el futuro previsible, toda vez que no existe una visión única de cosas como el “sentido común” y tenemos una sociedad plural donde todos los intereses deben tener representación. Es más, un “independiente” terminaría acercándose tarde o temprano a una posición partidista.
Además de lo anterior, los grupos parlamentarios asignan recursos y espacios a sus miembros en términos de asientos en comisiones (y en el caso de México, beneficios adicionales en términos de espacio y personal) o posiciones de liderazgo. Una persona que no pertenezca a una bancada sería operativamente una nulidad en el Congreso, por más buenas intenciones que tenga.
Por lo tanto, la explicación de que no hay una bancada de Morena se puede resumir con dos refranes que vienen a decir lo mismo: “nadie come lumbre” y “nadie da paso sin huarache”.
Aún en el supuesto de que sean veinte, los diputados de Morena perderían las presidencias y secretarías que tuvieron gracias a su afiliación partidista. El problema es más grave para los perredistas que para los del PT o MC, pues los segundos casi no tienen espacios de decisión o recursos adicionales a sus dietas.
Todavía más, si los veinte se salieran de su partido podrían ganar algunas comisiones: serían una bancada más grande que el Panal, PT y MC juntos. Pero ciertamente podrían perder espacios en aquellas que tratan asuntos relevantes. Esto es, les darían las menos importantes.
Por lo tanto la declaración del Diputado Huerta Ladrón de Guevara tiene un timing: se necesitan recursos (acreditables o no) para emprender la aventura de hacer una bancada propia. Y esto no será posible en tanto Morena no sea un partido.
¿Qué pasará si Morena tiene su bancada?
También hay una razón por la que hay interés en formar un grupo parlamentario de Morena en 2014: la cercanía de las elecciones intermedias de 2015. Es decir, se requiere que este partido se distinga de los demás si desea ganar espacios en el Congreso, ya sea por su capacidad para ganar votos de manera autónoma o a través de una cómoda coalición con el PRD. En todo caso necesita mostrar músculo político.
¿Qué puede hacer Morena para ello? No mucho, pues con veinte diputados no se pueden modificar las mayorías en el Pleno. Incluso veríamos poco más que las tácticas habituales: mantas, tomas de tribuna, declaraciones estridentes y discursos basados en los lugares comunes del nacionalismo revolucionario. En breve, actos testimoniales que no van más allá, pero fomentan el sentimiento de victimización del público que vota por eso.
¿Podrían obstaculizar las decisiones políticas? Si consideramos que el Pacto por México llega a buen término, las reformas constitucionales se habrán tomado máximo hasta noviembre de 2013 y sólo quedarían las leyes secundarias. De hecho el único tema relevante después de ello sería el paquete económico de 2015. Y tampoco se alteran los equilibrios en el Pleno.
¿Quién gana? El PRD, pues se liberaría de un grupo que le genera presiones en su interior. Esto es, si no les da el Síndrome de Estocolmo en 2015 al buscar un frente amplio con Morena para las intermedias.
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