Michoacán y la vergüenza: masacre en plaza pública
Iniciaba el sexenio de Vicente Fox. El gobernador del Banco de México pidió cita con el Presidente. Llegó a Los Pinos cargado de informes, cifras y gráficas. Era una atención que le brindaba al panista para que conociera algunos puntos relevantes sobre las finanzas públicas.
Tras saludarse, el funcionario arrancó con su exposición. Fox lo veía atento. Al paso de los minutos, el Presidente desvió la mirada, agachándola y clavándola en sus botas. El visitante percibió cierta desatención, pero se dijo para sí: “Será su forma de escuchar”.
Y después de otro tanto de cifras, explicaciones y recomendaciones, el Presidente Fox interrumpió de tajo al funcionario bancario y le soltó, con desenfado:
-Oye… ¿no te gustan mis botas?
Ese es Vicente Fox.
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El periodista subió al avión presidencial. El furor de la sucesión hervía a mitad del sexenio. Habría una charla informal, sin entrevista, con Fox. Solos. De Presidente a periodista.
Hubo un intercambio de opiniones. Algunos puntos sobre la economía –iba muy bien–, sobre política y, repentino, virando brusco el tema, Fox sacó unas hojas que guardaba en un folder, las blandió frente al rostro del periodista y le soltó:
-¡Pero mira!… ¿Cómo ves que la señora Marta ya está empatada con Andrés Manuel en preferencias para ser Presidente? ¿Eh? ¡Ya lo empató!
El periodista sólo sonrió. Ni Marta Sahagún, ni Andrés Manuel, llegaron a la presidencia.
Ese es Vicente Fox.
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Se inauguraban las instalaciones de una estación radiofónica. Manteles largos porque el Presidente de la República haría el honor de cortar listones. El Estado Mayor Presidencial se había apoderado de la bella casona de la calle de Emerson, en Polanco. Puntual llegó Fox con su aún vocera Marta Sahagún.
Hubo discursos breves de bienvenida. Sonrisas. Halagos. El Presidente no daría ninguna declaración.
Sin embargo, cuando algún reportero de casa le preguntó algo y Fox vio las grabadoras, rompió el protocolo, se abrió paso y dijo, ante la sorpresa de todos:
-¡Es que cuando veo los micrófonos no me puedo resistir…!
Y Fox habló. Y habló. Y habló…
Ese es Vicente Fox.
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Jorge Castañeda era uno de los hombres más cercanos del Fox candidato y del Fox Presidente. Junto con Adolfo Aguilar Zínser (+), era la pareja más influyente con el guanajuatense… después, claro, de Martita.
Marzo de 2007. Tras la presentación fallida del polémico libro 2 de julio de Carlos Tello –lopezobradoristas habían reventado el evento y obligaron a salir por una puerta lateral a Tello y a Castañeda, uno de los presentadores–, hubo una plática ya menos tensa. Fox salió a relucir.
Y Castañeda, conocedor profundo del fenómeno Fox, agudo, certero, lo pintó de la siguiente manera:
-Si creemos que Fox dice tonterías, nos equivocamos. Es parte de su estrategia…
Ese es Vicente Fox.
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No equivoquemos el diagnóstico: Vicente Fox Quesada fue un candidato presidencial formidable, fresco, esperanzador. Como ninguno, logró arrancar pasiones –sólo comparado con López Obrador a nivel de plaza pública–, tundió al PRI, lo arrodilló, le arrebató la presidencia.
Fox candidato era un político imposible de vencer.
Pero el Vicente Fox Presidente fue otra cosa. Una decepción.
Fox no sólo despreció el bono democrático que millones de mexicanos, hartos de la dictadura política del PRI durante 71 años, le habían otorgado. También se echó en brazos de los poderes que tanto habían lastimado al país y contra los cuales, precisamente, se había votado en contra en el 2000.
Fox se acurrucó en Elba Esther Gordillo. Fox compartió la presidencia y nos ofreció a la desafortunada “pareja presidencial” junto con Marta Sahagún. Fox gobernó con los mismos vicios, errores, abusos y corruptelas del PRI. Fox permitió el enriquecimiento de sus hijastros. Fox fue incapaz de desmontar al viejo régimen. Fox y la desilusión.
Hoy, Fox se ha montado en la cresta nuevamente e impulsa la legalización de la mariguana en México. Pero esa es otra historia.
Por lo pronto, ha logrado su primer objetivo: volver a las primeras planas, a la pantalla y a la atención nacional. Fox el pragmático. Fox el práctico.
Tampoco nos confundamos: a Fox le sigue interesando la popularidad, la fama… y el negocio. Y la mariguana es, antes que vicio, un negocio multimillonario.
Y Fox lo huele. Y lo quiere explotar.
Más allá de las botas de Fox, de la señora Marta y de su locuacidad ante los micrófonos, está el Fox descrito por Castañeda.
Sí: Fox dice aparentes tonterías para desviar atenciones y conseguir objetivos.
Es el Fox de ayer. El de hoy. Y el de siempre.
MICHOACÁN: LA VERGÜENZA. Más tardó el Presidente Enrique Peña Nieto en decir esa frase desafortunada e inoportuna a Le Figaro de que en México la violencia había “disminuido en forma gradual”, que en ser desmentido por la brutal realidad: en Los Reyes, Michoacán, “Los Templarios” dispararon a mansalva, a sangre fría, sobre la plaza pública, contra ciudadanos que protestaban, de manera paradójica, contra la violencia en un estado dejado a la deriva, con un gobierno fallido y un poder paralelo que radica en el crimen organizado. El ataque en Los Reyes marca un antes y un después en el gobierno de Peña. Masacrar con disparos directos a la población jamás se había visto en México. Acaso es equiparable a los granadazos que la noche de un 15 de septiembre estallaron en Morelia. Pero disparar sobre la masa ya cobra otras dimensiones. Hubo cinco muertos y ocho heridos. Este ataque canalla refleja dos cosas cada vez más alarmantes e indignantes: que el gobierno federal carece de una estrategia anticrimen sólida y confiable, y que del discurso (y entrevistas) del Presidente a la realidad, el abismo es cada vez más ancho, peligroso y profundo.
Twitter: @_martinmoreno
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