viernes, 12 de julio de 2013

Sara Sefchovich - ¿El camino al éxito?

O P I N I Ó N
S A R A   S E F C H O V I C H
¿El camino al éxito?

La semana pasada hablé aquí de la fascinación de muchos estudiosos con lo que se considera el éxito tanto económico como político de los países nórdicos.

Hablé también de lo que esos especialistas consideran como las claves de dicho éxito y dije que muchos teóricos y analistas insisten en que ese modelo debería ser copiado por todos los países del mundo, pues en su opinión no sólo sirve, sino que es el mejor.

Hoy quiero abundar sobre esta idea, porque constituye uno de los más serios debates en el mundo actual, ya que tanto los gobiernos como las agencias internacionales, tanto los académicos como los asesores, se la pasan dando recetas de lo que todo mundo debería hacer para ser exitoso. Y también para dar respuesta a los lectores que me escribieron.



Pretender imponer modelos de economía y de funcionamiento político o social no es intrascendente.

Estados Unidos hizo una guerra en Irak para imponerle su idea de democracia, Alemania devastó a Grecia con las medidas draconianas que le exigió para ayudarla a salir de la crisis económica reciente y en América Latina conocemos bien lo que significaron las imposiciones del Fondo Monetario Internacional.

Ahora bien: estas ideas las imponen los poderosos, pero no son quienes las han pensado. Lo que se considera éxito económico y político y lo que se considera que se debe hacer para conseguirlo viene de universidades y think-tanks.

Y en ellas una línea muy influyente es la que afirma que todos los países que no son Norteamérica y Europa Occidental deben de plano abandonar su cultura, valores y costumbres y adoptar la cultura, autoridad explique cómo llegan a esa extraña conclusión. Y este es un problema monumental no sólo en México sino en todo el mundo por las complejidades que presenta la trata de personas en el contexto de la industria del sexo comercial.

La mayoría de países del mundo han pasado las leyes sin el debate indispensable sobre prostitución. Los que se llevaron brevemente a cabo en México, como los de España y Estados Unidos, terminaron en una mayor polarización entre activistas.

Unas buscan la legalización o regulación de la prostitución y su consiguiente denominación como "trabajo sexual" con los consiguientes derechos y responsabilidades en una ley laboral que debería de incluir la venta de servicios sexuales en su regulación, lo mismo que el pago de impuestos y la consiguiente seguridad social.

Otras postulan que toda forma de prostitución es un producto de la violencia de género, de la discriminación sexual no se erradicará en la medida en que las mujeres estén en venta como objetos de placer.

Hay feministas como Marta Lamas quienes plantean que la postura de las abolicionistas de la prostitución es un producto sociocultural moralino, anticuado, resultado de una subjetividad síquica que ve la sexualidad como algo pecaminoso y no entiende que haya mujeres que son capaces de vender su cuerpo de manera libre. Reivindica el "mi cuerpo es mi oficina" de algunos grupos de mujeres en el mundo del sexo comercial.

Las abolicionistas insisten en que se trata de detener la doble moral sobre la sexualidad de las mujeres. Lo cierto es que es un debate álgido. Aclaro que estamos hablando de adultas en este caso.

Mientras no se tomen acuerdos sociales concretos sobre si es o no legal la prostitución, nada cambiará. El trato de la autoridad hacia las mujeres adultas en el contexto de la industria sexual es inaceptable.

La fiscalía debe hacer investigación previa, centrada en los supuestos tratantes; documentar sus prácticas (no sexuales sino de explotación humana), que documente el no pago o extorsión, la violencia sicológica, el control de las libertades, el dolo y la mentira para la contratación, el lavado de dinero, etcétera.

Efectivamente en el contexto de la mayoría de esos prostíbulos las condiciones son deplorables, se ejerce violencia contra las mujeres que están allí como objetos sexuales pero la autoridad no debe violentar sus derechos, ni condicionar su libertad a cambio de que declaren contra la o el supuesto tratante.

Es un tema complejo, porque a veces lleva a hasta un año que una persona se percate de que está siendo esclavizada, y la autoridad no quiere esperar. No es lo mismo cerrar un prostíbulo de adultas que desactivar una red de tratantes.

Cuando se comenzó a evidenciar la violencia doméstica contra mujeres, nadie iba a sacar por la fuerza a las mujeres de su hogar. La manera en que se creó conciencia y ley, fue con el poder de las propias mujeres que se reconocieron como víctimas y lucharon por sus derechos.

Hay también un componente económico: las hay que no pueden dejar al agresor por su dependencia económica.

En el caso del sexo comercial si no hay opciones económicas reales para la mayoría, muchas se verán forzadas a resistir para subsistir.

Lo cierto es que la autoridad se equivoca: no se rescata a quien no se considera en peligro. Si esta es una cruzada moral para cerrar prostíbulos adultos, que la autoridad lo deje claro; si es una estrategia antitrata, que haga bien su trabajo: sin violentar a las mujeres, sin amenazarlas.valores y costumbres de los países ricos. Nada menos y nada más.

Lawrence E. Harrison, por ejemplo, asegura que hay culturas con tendencias al desarrollo y otras resistentes y propone, como si fuera tan fácil, que cambien.

Otro autor, David Landes, habla de "culturas tóxicas" porque, según él, impiden el crecimiento económico y la democracia, y Peter J. Boetke estudia si hay algo en "la naturaleza" de ciertas culturas que les impida crecer.

Todos ellos (y muchos otros, algunos incluso nacidos en los países cuyas culturas se cuestionan) concluyen que la manera de ser de las culturas en las sociedades latinoamericanas, africanas y algunas asiáticas, es responsable de que no logren lo que según estos estudiosos es el éxito económico y la democracia política.

Por cultura entienden las relaciones en el trabajo y en la familia, el papel del gobierno, del cumplimiento de la ley, de la importancia de la educación y de la religión.

La insistencia de todos ellos es que para tener éxito, la familia debe dejar de ser importante, que el trabajo, la productividad, la competencia y el cambio constante deben ser los valores principales y que cada persona debe rascarse con sus propias uñas y no esperar nada del gobierno ni de la colectividad.

No puedo estar de acuerdo con estos argumentos, pues cada sociedad tiene su manera de entender las cosas y de acuerdo a su historia, sus tradiciones y sus condiciones particulares (recursos, localización geográfica, presiones externas, etcétera) elabora su propio esquema y traza su particular camino.

Por eso no tenemos la misma concepción de lo que debe hacer el Estado. Para los nórdicos, debe hacer que se respete la ley y que los derechos de los ciudadanos efectivamente se cumplan, pero en Inglaterra se considera que debe ser garante de la libertad individual.

En Marruecos su función principal es garantizar el cumplimiento de la fe, mientras que para los franceses es lo contrario: garantizar el cumplimiento del laicismo y al mismo tiempo de la libertad religiosa para cada cual en el ámbito privado.

Y en México, se trata de que intervenga para dirigir, equilibrar y resolver conflictos.

El tema entonces es otro: ¿qué hacer para conseguir lo que se quiere sin necesariamente tener que seguir un único y mismo camino?

sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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