miércoles, 21 de agosto de 2013

Adela Navarro Bello - El doctor, la reina y el jefe

En esta la tercera semana de agosto de 2013 instancias de justicia de los Estados Unidos se lucieron con sendos mexicanos. Primero, el lunes 19 de agosto sentenciaron a pírricos 15 años de prisión a Eduardo Arellano Félix. Segundo, el martes 20 de agosto finalmente deportaron a Sandra Ávila Beltrán. 

De “El Doctor”, que es como apodan a Arellano Félix, ya se anticipaba la pobre sentencia luego que el Juez de la Corte de Distrito Sur de San Diego, California había dejado entrever que así sería, no sin antes decirle al acusado en la Unión Americana de lo que serían tráfico de drogas y delitos contra la salud, que debería sentirse avergonzado por la vida que llevó en la delincuencia organizada. 





Eduardo Arellano fue detenido en Tijuana por Policías Federales y elementos del Ejército Mexicano en octubre de 2008, desde ese años y hasta que fue extraditado en agosto de 2012, la Procuraduría General de la República no pudo fincarle cargos por narcotráfico, delitos contra la salud o asociación delictuosa, con todo y que las autoridades de los dos países, México y Estados Unidos, lo ubicaban como uno de los narcos más buscados.

En México, “El Doctor” fue mantenido en prisión esperando su extradición. Lo único por lo que podrían juzgarle, portación de arma de fuego de uso exclusivo de las fuerzas armadas o resistencia a la detención, pues repelió con balazos a los Federales, no era suficiente para mantenerlo, debidamente tras las rejas. 

Finalmente lo dejan ir, es decir la PGR y la Justicia mexicana esquivan su responsabilidad de investigarle, procesarle y sentenciarle, y le dan esa facultad a los norteamericanos, que esta semana resultaron un fiasco al otorgar una benévola sentencia a quien fue parte importante de la primera generación del cártel Arellano Félix, y que dejaron huella como una de las estructuras criminales más sangrientas durante los noventa y aun entrado este milenio. 

Encima de todo, de únicamente sentenciar a 15 años de prisión, ahora resulta que lo que verdaderamente suele ser importante para los investigadores y juzgadores estadounidenses, ¡no lo encuentran! Que es el dinero. Pues el mismo juez abrió la puerta para que se investigue, se busque y se confisquen los dineros de procedencia ilícita de Eduardo Arellano. Además, le concedió la petición realizada por “El Doctor” para que le permitieran purgar su pena en la misma prisión donde hace lo propio su hermano mayor, Benjamín Arellano Félix, en una cárcel federal de Florida. Encima de eso, de la pírrica sentencia, del fiasco que resulta también la autoridad de los Estados Unidos, de la benevolencia para quien fue parte de crueles y violentos criminales, la DEA, agencia antinarcóticos de los Estados Unidos, sale con la simplada de que con esta sentencia de 15 años –por cierto allá cumplirá unos doce, trece, y el resto en libertad condicional en México, pues será deportado- es el fin de cártel Arellano, cuando fue la misma DEA, en alianza con el FBI, la instancia que publicó recompensas, aun cuando no aclararon de cuánto,  por información que lleve a la captura de los miembros restante del cártel Arellano, o por lo menos tres: Fernando Sánchez Arellano “El Ingeniero”, Manuel Aguirre Galindo “El Caballo”, y Manuel Núñez López “Don Balas”. Sin tocar por supuesto a las damas Arellano, Enedina y Alicia, la madre precisamente de Sánchez Arellano. 

En el caso de la llamada “Reina del Pacífico” el caso es igual de patético para las procuradurías de justicia de ambos países. Detenida en 2007 por –como ella misma lo explicó ante las cámaras oficiales y fue reproducido en las televisoras nacionales- “una orden de aprehensión con fines de extradición. Y la “Reina” se mantuvo en México gracias a una serie de amparos que sus abogados tramitaron una y otra vez para librar la extradición, hasta que el gobierno mexicano ya no pudo más, y accedieron a la extradición en agosto de 2012, solo para enterarse como el resto de los ciudadanos, que la benévola corte de Florida la había juzgado únicamente por el delito del que ella se declaró culpable, que consiste en apoyar económicamente a un narcotraficante. 

Por “cooperar” al declararse culpable de un delito e inocente de los dos más fuertes relacionados con el narcotráfico, la mujer recibió una pena de 70 meses pero para acabar pronto y mejor el asunto, el Juez mancomunó los meses sentenciados con los meses que pasó en prisión desde su detención en 2007 en la Ciudad de México, y… ¡Voilá!  La señora fue puesta en libertad y esta semana deportada a nuestro país, donde ahí vamos ooootra vez, a ser testigos de otro juicio a Sandra Ávila Beltrán, por el delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita, que se sigue en la causa penal 46/2011-III. Ávila fue repatriada y también trasladada al penal de máxima seguridad en Nayarit. 

Finalmente y aunque fue el primer caso de entrometimiento internacional, después que Rafael Caro Quintero fue liberado luego de 28 años en prisión, el primer “Jefe de Jefes” de la mafia mexicana, cuando sus abogados lograron desechar la sentencia por el asesinato de un agente de la DEA, las autoridades de los Estados Unidos gritaron sonoro y profundo hasta Los Pinos, de donde pasaron de lamentarse con el “escozor” que le produjo la liberación del capo al Procurador Jesús Murillo Karam, a girar una nueva orden de aprehensión con fines de extradición contra Caro Quintero, cuando durante los meses que sus abogados estuvieron maniobrando jurídicamente para obtener la libertad del capo di capos, nadie, ni el más ínfimo agente del ministerio público federal, ni el más encumbrado funcionario de la Procuraduría General de la República, hicieron algo por impedirlo, por retrasarlo o por emplazarlo. 

Ahora Estados Unidos quiere a Caro, y el “Jefe” ya está en con su jefecita en algún lugar de alguna sierra mexicana, seguramente, como la “Reina”, y “El Doctor”, riéndose de la justicia norteamericana… y de la mexicana, claro.

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