jueves, 22 de agosto de 2013

Ricardo Rocha - Ni muy muy, ni tan tan

Creo que es la expresión popular más cercana a una palabra de un valor incalculable: tolerancia. Fundamental para estos días de ánimos encendidos. A ver: lo esencial es que este país no resiste otro desgarramiento como el de 2006, cuya herida no ha sanado aún. El que el gobierno calderonista se haya hecho del poder “haiga sido como haiga sido” provocó dos consecuencias trágicas: una confrontación que aún perdura y, en paralelo, una insensata legitimación cuyo único propósito era sacar al Ejército a la calle –para demostrar quién manda– en una desquiciada guerra al crimen organizado que lo único que ha producido son 60 mil muertos. Por eso el país ya no soportaría ninguna otra lucha fratricida abierta o encubierta. México no se lo merece. 




Por partes: tengo muchos amigos distinguidísimos y honorabilísimos que estuvieron siempre convencidos de que la mejor opinión para la Presidencia era y es Enrique Peña Nieto y votaron por él, así que me parece muy injusto calificarlos de corruptos o descerebrados; igual conozco y respeto a personas entrañables y brillantes que optaron por Josefina Vázquez Mota como la mejor alternativa y eso no los hace ultraconservadores; también, por supuesto, disfruto el afecto mutuo de amigos muy talentosos que con toda convicción se manifestaron siempre públicamente y a través de su voto por Andrés Manuel López Obrador y me resulta desproporcionado e ignorante llamarlos comunistas o, peor aun, terroristas. 

Puntualizando: quiero creer en el IFE, en sus consejeros y en los millones de ciudadanos y observadores nacionales e internacionales que de buena fe participaron en un proceso del que no reportaron anomalías graves; quiero creer en nuestra UNAM, en su rector, en sus académicos y expertos informáticos que avalaron la solidez científica y tecnológica del PREP como un sistema blindado contra cualquier intento de fraude cibernético; creo, en suma, en la lógica más elemental que indica que Enrique Peña Nieto del PRI ganó la elección presidencial con 38.15% de las preferencias, que representa 18 millones 727 mil 398 votos; que Andrés Manuel López Obrador de las izquierdas alcanzó el 31.64% y 15 millones 535 mil 117 votos y Josefina Vázquez Mota del PAN tuvo 25.43% de preferencias y 12 millones 473 mil 106 votos. 

Pero también creo que López Obrador está en todo su derecho de impugnar ese resultado si, como dice, está convencido de que hubo irregularidades que respaldan ese trámite legal. La propia ley se lo permite y además para eso están las instituciones como el IFE y el Trife. Aunque igualmente estoy convencido de que ahora sobre sus espaldas pesa la carga de la prueba. Es decir, Andrés Manuel está obligado a probar todas y cada una de sus imputaciones al proceso; de no hacerlo, pone en riesgo todo su capital político. Además, está obligado a hacerlo a través de los cauces legales, en los plazos y ante los órganos que la propia ley establece. 

En lo que no creo es en la descalificación a veces brutalmente insultante que algunos hacen de AMLO. Porque no sólo lo denigran a él, sino a los millones que votaron por él; casi uno de cada tres de los 49 millones 87 mil 446 mexicanos que sufragaron este domingo. 

En paralelo, creo que si con todo e impugnación el Tribunal Electoral ratifica su triunfo, el gran beneficiario de la legitimidad será Enrique Peña Nieto. Quien seguro no ha de ignorar el hecho de que si Josefina fue relegada a un lejano tercer lugar, a pesar de ser candidata del partido en el gobierno, se debe paradójicamente a eso mismo. A que nunca pudo remontar el peso enorme de la sospecha de ilegalidad que al presidente Calderón, al PAN y a ella misma los ha acompañado durante estos seis años. 

Yo estoy seguro de que Peña Nieto no querrá ganar “haiga sido como haiga sido”.

Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/ni-muy-muy-ni-tan-tan


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