Dice el Bank of America Merrill Lynch que la propuesta de Reforma Energética enviada al Congreso por el presidente Enrique Peña Nieto no requiere de la izquierda para su aprobación ya que el PRI y el PAN cuentan con votos suficientes tanto en el Congreso de la Unión como en los poderes legislativos de los estados para alcanzar la mayoría calificada que requiere una reforma constitucional. Tiene razón. En el análisis aritmético, sin duda, con los votos de PRI y PAN, la reforma va. Seguramente Acción Nacional logrará que se incorporen algunas de las propuestas de su iniciativa y sumará sus votos; la reforma podrá incluso recuperar planteamientos del PRD aunque no se sume. Pero tal visión soslaya sus posibles implicaciones socio-políticas y los riesgos que porta.
Este domingo, en el Zócalo de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador definirá las acciones que adoptará Morena “en defensa del petróleo” y para evitar “el robo del siglo”. Los pasos de López podrían ser definitorios en el rumbo que tome la reforma. El tema petrolero toca las fibras más sensibles del pueblo. Para Luis González y González, padre de la moderna historiografía mexicana: “La expropiación petrolera saca por un momento a mis compatriotas de la actitud de ‘no puedo’, de la sensación de ser inferiores o ineficientes, (e incluso) estuvo a punto de conducirnos a delirios de grandeza. Fue de una temeridad increíble”.
Al valor simbólico de la industria petrolera habría que agregar otro dato: sabemos por experiencia el juego que juegan las grandes corporaciones petroleras: obtener las mayores utilidades en el menor tiempo posible, lógica que riñe con la del Estado, que exigiría administrar las reservas de acuerdo con el interés nacional. Frente a la agresividad en su operación y el enorme poder corruptor de las grandes multinacionales (baste recordar el caso Enron), resulta más grave la carencia de instancias gubernamentales con las atribuciones, los recursos y los funcionarios capaces de supervisar y, en su caso, limitar y sancionar a estos monstruos.
Si el Estado mexicano ha sido incapaz de imponer su autoridad ante las bandas criminales, cómo podría convencernos de que tendrá los recursos para contener los excesos de las gigantescas firmas petroleras, herederas directas de aquellas que se burlaban de las leyes, desafiaban a las autoridades mexicanas y que llevaron al presidente Cárdenas a expropiarlas.
El estado ruinoso de la industria petrolera mexicana es la consecuencia de una política impuesta a lo largo de muchas décadas. De lo que se trataba, en la lógica de los directivos de la empresa, era de arruinar Pemex para justificar la entrega de la renta petrolera a firmas privadas, muchas veces de los amigos de quienes tomaban las decisiones o de ellos mismos a través de “prestanombres”.
Una Reforma Energética, en los términos planteados por el presidente Peña Nieto o, peor aún, en los de Acción Nacional, encontrará una respuesta muy dura en las calles. Pero otro ingrediente agrega más tensión al escenario: al mismo tiempo de la Reforma Energética, el Congreso discute las iniciativas de leyes secundarias en materia educativa.
El lunes pasado, día de inicio de clases del nuevo año escolar, no hubo actividades en miles de escuelas de Michoacán y Oaxaca. La CNTE decretó un paro indefinido de labores en protesta por las reformas estructurales, entre ellas, la educativa.
En Oaxaca la sección 22, también controlada por la CNTE, inició un paro indefinido; sólo los profesores afiliados a la sección 59 del SNTE mantienen abiertas las escuelas y apoyan las grandes líneas de la reforma educativa. En el colmo del absurdo, los maestros que sí enseñan sufren un trato discriminatorio del gobierno de Gabino Cué. El líder de la sección 59, Joaquín Echeverría, ha denunciado el hostigamiento del gobierno del estado: “[…] no nos dan bonos extras, tampoco nos entregan libros de texto, útiles y uniformes gratuitos y nuestras escuelas no reciben los fondos respectivos para rehabilitarse, ni modernizarse”.
El clima social está enrarecido, el secuestro del DF por grupos de la CNTE es apenas uno de los anticipos de lo que puede venir. A ras de suelo existe un México que porta agravios (pobreza, violencia, injusticia), que tiene mucho coraje y está dispuesto a explorar todas las formas de lucha. El petróleo es combustible en términos sociales. Sólo harían falta un ingrediente detonador y conducción política.
Twitter: @alfonsozarate
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