viernes, 30 de agosto de 2013

Yuriria Sierra - Estirando la liga

El conflicto magisterial ha llegado a límites que jamás pensamos para un tema como éste. Todo indica que esto va más allá...


Había una vez un país en el que los opositores se oponían a todo menos a cobrar su sueldo, a cobrar su comisión y a cobrar sus bonos. Un país donde el resto veía cómo éstos se la pasaban en las calles, con consignas, no con propuestas, aprendidas todas desde la más profunda ignorancia, ésa que se cree pensante: la estupidez pidiendo otra estupidez prestada, para así volverla consigna.
Momentos como los que vivimos hoy en México —hablando del conflicto con la CNTE y sus marchas y plantones— dividen mucho a la sociedad, aunque no pensemos en porcentajes, sino en la intención que, tristemente, a veces viene del lugar equivocado. No se trata de estar de un lado o de otro nada más para tomar postura. Se trataría, acaso, de hacerlo como un ejercicio de sensatez de la mano de una convicción. Pero cuando escuchamos a los miembros de la CNTE que se manifiestan lo mismo a las afueras del Senado que frente a las instalaciones de Televisa o la Bolsa Mexicana de Valores, oímos sólo consignas. Cuando se da una opinión que no apoye la causa de estos movimientos, se dan también las mismas consignas, pero además acompañadas de una retahíla de agresiones y descalificativos que poco van en dirección a lo que desean sustentar. En fin.



El conflicto magisterial ha llegado a límites que jamás pensamos para un tema como éste. Como lo hemos venido diciendo desde hace días, todo parece indicar que esto va más allá de la discusión de las leyes secundarias de la reforma educativa. Es demasiada gente, demasiado dinero el que se necesita para moverlos a tal grado que lograron paralizar los accesos de un aeropuerto internacional. Y sí, también demasiado lo que viene en camino, las reformas que faltan, las que ya están. Demasiada propuesta al cambio, y ése será siempre un miedo que muchos tengan: por inercia o por cuidar sus intereses.
La CNTE se ha convertido en una enorme piedra en el zapato, tan grande que incluso las autoridades se han visto, o mejor dicho, no se han visto en los alrededores. Procurando apenas para que nada se salga más de control, aunque sin ordenarlo siquiera un poco.
Además de la modificación a la ruta del Maratón Internacional del domingo pasado, de las vías alternas que se promueven para evitar las zonas bloqueadas, no ha habido algún otro movimiento del gobierno local. El federal anunciaba ayer el que esperamos sea el cambio final al protocolo del Primer Informe de Gobierno: será hasta el lunes por la mañana cuando Enrique Peña Nietodé su mensaje; lo hará desde la Residencia Oficial de Los Pinos. Ya no será en el Campo Marte, mucho menos en el Congreso.
También se anunció la cancelación del viaje que se tenía planeado a Turquía el domingo por la tarde, como un acto de sensibilidad política ante la pugna magisterial, pero hasta hoy sólo esa parte del itinerario se movió. La segunda parte del viaje, la que llevará a Peña Nieto a San Petersburgo, en Rusia, a la reunión del G20, ésa sigue intacta.
El peor panorama jamás pensado tanto para Enrique Peña Nieto como para Miguel Ángel Mancera. También el peor para una sociedad que ve lo que sucede en las calles y que es apoyado por otros desde el fanatismo, más que desde la razón y el interés propio (a la CNTE ya se le sumó el SME). El tiempo sigue corriendo, las pérdidas —económicas y de capital político— y la ansiedad de quienes ya están hartos de que no haya una solución real en la víspera, se acumulan. Bajo este escenario, lo único que se puede pensar es en una liga que se romperá inminentemente y eso traería más razones para lamentarnos.


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