Nunca te enamores de una maestra oaxaqueña; tarde o temprano se va a marchar, rezaba un tuit hace unos días. Y tenía razón. Los maestros de la CNTE predeciblemente marchan, y los lopezobradoristas también. Y este domingo coinciden en la madre de todas las marchas: la convocada por Morena y Andrés Manuel López Obrador para protestar en contra de la reforma energética y “defender el nivel de vida de los mexicanos”.
Esta marcha es decisiva por varias razones. Primero, por el músculo que la protesta logre mostrar ante la opinión pública. Si sólo 50 mil acuden al llamado de AMLO, el gobierno podrá respirar tranquilo: encontrará obstáculos a su reforma, aunque muy transitables considerando el peso de la maquinaria estatal. No obstante, tal escenario es poco probable. Hace apenas una semana Cuauhtémoc Cárdenas casi logró ese número en una marcha sin recursos y convocada con poca anticipación.
En el otro extremo, si la izquierda logra reunir cifras en torno a los 800 mil o un millón de manifestantes, como en los mejores tiempos del 2005 y 2006, el gobierno de Peña Nieto y la sociedad en su conjunto difícilmente podrán ignorar el riesgo que representa desoír una oposición de tal magnitud.
Por lo demás, no sólo importa el número; también la actitud. Ya vimos cómo 30 mil maestros decididos pusieron en jaque a la Ciudad de México durante los últimos días. Por lo mismo, como en tantas cosas en la vida, no sólo importa el tamaño. Al final del acto en el Zócalo, López Obrador dará a conocer el tono e intensidad de las acciones de resistencia que habrán de llevarse a cabo. En otras palabras, la marcha, siendo importante, es apenas el primer acto de un drama político que habrá de desarrollarse en los próximos meses. Aunque otra vez, comenzar con 50 mil o con 800 mil hace una enorme diferencia para sentar el tono y la intensidad de lo que habrá de venir.
Para López Obrador y para Enrique Peña Nieto será un momento político decisivo. Por un lado, Morena enfrenta serias dificultades en su cruzada para convertirse en partido político; la integración de firmas no ha caminado con la presteza deseada. La lucha en defensa del petróleo puede ser su tumba o su reivindicación, dependiendo del resultado. Para el mismo tabasqueño se trata de un tema de orgullo personal, de biografía, de convicción. Recordemos que él saltó a la palestra nacional cuando en 1996 encabezó bloqueos a instalaciones petroleras de Tabasco para exigir indemnizaciones a más de 40 mil campesinos y pescadores afectados por las actividades de Pemex. La foto de su cabeza descalabrada y ensangrentada fue portada de los diarios nacionales y lo convirtió en el candidato inevitable para la dirigencia del PRD meses más tarde.
Y para Peña Nieto una derrota en esta reforma sería desastrosa. No sólo se trata de la más importante en cuanto a la reactivación económica; es también aquella en la que el gobierno ha invertido más capital político, tanto en materia de negociaciones como de bombardeo mediático.
Más allá de lo que se estén jugando en esta coyuntura los actores políticos, un tema tan importante o más es el papel que debe desempeñar “la calle” en reformas decisivas para la sociedad mexicana.
Algunos consideran que no podemos ser rehenes de marchistas decididos a boicotear la vida del resto de los ciudadanos. Entiendo los motivos; pero de igual forma, yo insistiría que tampoco podemos ser rehenes de diputados y senadores que legislan el destino de los mexicanos bajo acuerdos cupulares. Creer que 500 diputados controlados por una docena de líderes representan los intereses de la sociedad es absurdo. Los intereses reales están en todo su derecho de expresarse por las vías que le sean posibles.
Así como Televisa interviene en la reforma de las telecomunicaciones a través de sus legisladores, el cabildeo y la presión mediática, los grupos afectados por otros proyectos de ley también pueden (y deben) expresar sus puntos de vista. No sostengo que las reformas deban ser dictadas por los grupos afectados; pero tampoco pueden ser definidas al margen de ellos.
En este momento, la iniciativa privada está ejerciendo una enorme presión para disminuir el aumento al ISR que Peña Nieto quería anunciar la noche de hoy. Los empresarios piden atenuar ese impuesto y subir, a cambio, el IVA. Ellos no salen a la calle, pero utilizan presiones y chantajes tanto o más severos que el empleado por los maestros. El hecho de que no trasciendan al público no significa que no existan.
La marcha de hoy, en todo caso, me parece una expresión más honesta y transparente para cuestionar las intenciones de la autoridad, que la guerra tras bambalinas que llevan a cabo poderes factuales mucho más formidables. ¿Sí o no?
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