domingo, 8 de septiembre de 2013

Raymundo Riva Palacio - Chuayffet, ¿un poquito más?


Emilio Chuayffet era en la pasada legislatura el hombre fuerte del entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, que contenía todas las jugadas políticas del senador Manlio Fabio Beltrones, en un juego de ajedrez sofisticado que tenía como premio la candidatura presidencial. Si Beltrones proponía una reforma política, Chuayffet presentaba la suya. A las minutas de legislaciones que iban del Senado al Congreso les ponía obstáculos el diputado, que encontraba el mismo trato cuando sus iniciativas tocaban la Cámara Alta. 
Chuayffet estaba en la última etapa de su vida política, anunciada de esa forma en su último informe de actividades parlamentarias, con Peña Nieto como invitado de honor.





Chuayffet, que nació en el Distrito Federal pero hizo toda su carrera en el Estado de México, y había llegado a ocupar el último cargo político más importante antes de la Presidencia, secretario de Gobernación, socializaba entre sus amigos que buscaría una cátedra universitaria y dar algunas asesorías. “De algo tengo que vivir”, decía sin resentimientos. Delicado de un ojo, había terminado mentalmente su carrera pública cuando unos días antes de que el Presidente electo diera a conocer su gabinete, su nombre apareció en la prensa como el principal candidato al cargo de secretario de Educación.
Aunque había ocupado ese cargo en el Estado de México, su nombre generó una convulsión política. “No puede ser”, dijo una de las personas más cercanas a la maestra Elba Esther Gordillo, líder suprema en ese entonces del sindicato magisterial. Chuayffet había tenido un enfrentamiento una década atrás con ella, y fue artífice de su descabezamiento —paradójicamente junto con Beltrones—, como coordinadora del PRI en el Congreso, por haber pactado con el expresidente Vicente Fox el incremento del IVA a medicinas y alimentos. “Sería una afrenta”, agregó su cercano.

Sin importarle lo que pensaban en el entorno de Gordillo, Peña Nieto lo escogió. No se sabía, en ese momento, que había optado por una estrategia de fuerza, donde someterían a “La Maestra” para instrumentar la Reforma Educativa que anunció en su discurso de toma de posesión el 1 de diciembre. Esa parte de su mensaje fue el más ovacionado y lo que más expectativa generó en su momento. “La Maestra” lo aplaudió, tanto como el secretario Chuayffet, sin que ninguno supiera cabalmente lo que venía.

Meses antes del 1 de diciembre se comenzó a negociar la Reforma Educativa con Gordillo. Por el lado del entonces Presidente electo, Aurelio Nuño, quien se convirtió en el jefe de la Oficina de la Presidencia, y por el lado de “La Maestra”, Fernando González, su yerno y exsubsecretario de Educación. En paralelo, Nuño le encargó a Enrique Ochoa —hoy subsecretario de Energía— la redacción de lo que sería la Reforma. De la cabeza de Ochoa salió la fórmula de la evaluación de maestros y los castigos en caso de no aprobar los exámenes, que se convirtió en el punto más polémico de la Ley porque con ello se acabaría la herencia de plazas y su utilización como herramienta de manipulación y control político. No era lo que esperaba “La Maestra” de arranque, sino de epílogo.

Chuayffet no llegó por ser el arquitecto de la Reforma Educativa, sino por ser, a los ojos de Peña Nieto y su equipo más cercano, el mejor para llevarla a cabo. Un enemigo abierto de “La Maestra”, el mejor remedio para instrumentarla. Su sola presencia provocó la furia de Gordillo, de acuerdo con personas que estuvieron cerca de ella. Pero al mismo tiempo, “La Maestra” cometió errores sucesivos donde combinó su poca disposición a dialogar con él mientras elevaba el tono de su discurso para, interpretaron en Los Pinos, descarrillar en los estados cualquier Reforma que planteara el Presidente.

El encarcelamiento de Gordillo tuvo en estas últimas actitudes el origen de su desgracia, una decisión tomada en Los Pinos de la cual participó Chuayffet sin haber sido actor central de ella. La Reforma Educativa se lanzó, pero tampoco la operó políticamente él, sino el Pacto por México, donde los negociadores son el los  secretarios de Hacienda, Luis Videgaray, y de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. El Pacto por México se dividió en mesas de trabajo para procesar las reformas, y en el último mes, cercano el voto de la ley reglamentaria de la Educativa, Chuayffet y Nuño plantearon con los partidos en el Pacto la negociación.

Pero todo se salió de sus manos y la mesa encabezada por Chuayffet fue dejada a la deriva. La movilización de la Coordinadora, una disidencia beligerante dentro del sindicato que dejaron sin cabeza fuerte tras el encarcelamiento de Gordillo, no fue atajada políticamente. Gabino Cué, el gobernador de Oaxaca, donde se concentra poco más del 80 por ciento de la Coordinadora, no detuvo la marcha hacia la Ciudad de México, mientras Videgaray y Osorio Chong dejaron solo al secretario de Educación. La dirigencia del PRD también fue rebasada por el radicalismo magisterial y el conflicto estalló en las calles.

Setenta y dos horas después de que los maestros quisieron tomar por la fuerza el Congreso y obligar al Gobierno y al Pacto por México a aplazar el voto sobre la Ley de Servicio Profesional Docente, intervino la Secretaría de Gobernación, y después viajó Cué a la capital federal para que contribuyera en la solución del conflicto. Chuayffet fue descalificado por la Coordinadora como interlocutor, y después, en forma estratégica, demandaron que se sentara con ellos. El secretario de Educación respondió que era con el sindicato nacional, que tenía la representatividad legal de los maestros, su único interlocutor.

En las dos últimas semanas Chuayffet fue descrito en la prensa como la persona responsable de que escalara el conflicto magisterial. Dentro del Pacto, inclusive, le transfieren culpas al secretario. Durante el mensaje de Peña Nieto a propósito del Primer Informe presidencial, el secretario fue observado con cuidado por todos para tratar de encontrar en sus gestos y movimientos una delación de culpa. Ninguno de sus subsecretarios fue invitado al evento en Los Pinos, lo que abundó en la percepción de que había caído del regazo presidencial. Peor durante toda la semana, fue el funcionario que salió a dar la cara en los medios electrónicos sobre la reforma.

Chuayffet, como casi todos los miembros del gabinete, no puede ir a los medios de manera espontánea. Tiene, como el resto, que actuar de acuerdo con instrucciones que les llegan desde Los Pinos. Si salió a defender el proyecto presidencial en la radio —principal arena pública que emplea el Gobierno—, es porque así se lo pidieron, no por una necesidad de subsistencia política. Al final, contra la percepción, no parece encontrarse Chuayffet en el fondo del pozo, sino en la recuperación de la iniciativa para la cual el presidente Peña Nieto pensó en él. Cuando menos, mientras la Reforma Educativa termina de aterrizar y empezar a funcionar.


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