PRIMER TIEMPO: El más refinado de todos, y el más golpeado. En todos los tonos y desde todas las trincheras, el secretario de Hacienda Luis Videgaray ha sido acribillado sin cansancio durante los últimos meses. La deshidratación de la economía estranguló a todos los sectores productivos y afectó a los mexicanos. Banqueros, como el ex secretario de HaciendaGuillermo Ortiz, admitieron la justificación de Videgaray de que la desaceleración económica en Estados Unidos arrastró a México, pero cuando el crecimiento de México se corregía a la baja en 1.8% y el estadounidense al alza a 2.4%, el discurso se derrumbó. También fue la curva de aprendizaje del nuevo gobierno, deslizó una vez más Ortiz, para describir la novatez del equipo económico del presidente Enrique Peña Nieto. Videgaray no salía de ese espacio de crítica, cuando su presupuesto para 2014 y la Reforma Hacendaria, fue tirada en buena parte a la basura, y por las condiciones sociopolíticas del momento, su jefe en Los Pinos le ordenó abandonar la tecnocracia y recorrerse al Estado de Bienestar.
Más intervención del Estado en la economía, déficit público inclusive, y un presupuesto vestido por dentro y fuera con alto contenido social. Videgaray, que se formó y entrenó toda la vida bajo el mito de que el déficit público es la pandemia de cualquier economía, que estudió en los textos que urgían el achicamiento del Estado y un férreo control al gasto público, tuvo que ir contra todo aquello que era su dogma, dogma también del ITAM, en donde se formó como economista, y del Tecnológico de Massachusetts, donde se doctoró. Pero quien manda es el Presidente, y Videgaray, fiel y eficiente soldado, cambió el Presupuesto y la Reforma Hacendaria del enfoque tecnócrata al énfasis social. En el ITAM, su alma mater, empezó una rebelión en su contra, al grado incluso de haber llamados a que lo quemaran en leña verde. Iba contra todo lo que son y por lo que construyeron la máquina de funcionarios públicos más exitosa en la última generación. En la arena pública, los itamitas se dividieron. El momento más claro, la comparecencia este jueves en el Senado, donde sus amigos de años le dijeron Luis, con todo respeto, la estás regando.
SEGUNDO TIEMPO: Aquellos recuerdos de las planillas. El Senado vivió este jueves un fratricidio. Compañeros de aulas, de profesores y de libros de texto, formados en cadenas generacionales con fundamentos e ideología liberal, chocaron políticamente. El motivo fue la comparecencia del secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Quien prendió la mecha fue el ex secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, al reprochar a Videgaray su manejo de la política económica. Los dos son viejos amigos, y antiguos rivales universitarios, de cuando pelearon por la Sociedad de Alumnos en 1988-1991. Cordero, que empezó a estudiar Actuaría un año antes del economista Videgaray, formó parte de un planilla que encabezaba Luis Miguel Montaño, que se enfrentó a la que encabezaba Videgaray, cuyo vicepresidente era José Antonio Meade, ex secretario de Hacienda y hoy titular de Relaciones Exteriores. Son equipos que se dividieron en la geometría política, priistas unos, panistas los otros, pero el vaso comunicante siempre, fue la visión tecnócrata de la política económica. De hecho, Meade transitó sin problemas del gabinete de Felipe Calderón —que obtuvo una maestría en el ITAM en esos años—al de Enrique Peña Nieto, y algunos de sus colaboradores en Hacienda continuaron en el equipo de Videgaray. Igual sucedió con Cordero, donde cuando menos una decena de sus colaboradores, trabajan en el sector financiero oficial, como Montaño, que estudió matemáticas aplicadas y a quien Cordero llevó de las oficinas de la Presidencia deErnesto Zedillo, a gobiernos panistas, como oficial mayor de Sedesol y luego de Hacienda en la pasada administración, que ahora es consejero del IPAB. La relación entre todos ellos siempre fue buena, de camaradería y hasta compadrazgos, sin que se alterara. No está claro qué pasará en adelante. Los amigos tecnócratas se pelearon. Es natural. Todos ellos tienen combustible para subir por la escalera política, hasta el siguiente gran piso, en 2018.
TERCER TIEMPO: Cuando las patadas son políticas. El relevo generacional auténtico de la clase política mexicana encuentra en la cantera del ITAM de finales de los 80 y principio de los 90, su principal procedencia. Son un grupo de jóvenes políticos que compartieron los estudios de licenciatura con los partidos de futbol en las calles de San Ángel, donde se encuentra el instituto. Vieja afición donde los más sobresalientes como hinchas siguen siendo los Pumas, José Antonio Meade, el canciller, y Ernesto Cordero, el senador. Jugaba con ellos Raúl Murrieta, a quien puso como secretario de Finanzas en el estado de México su antecesor, Luis Videgaray, quien ahora lo llevó a la Subsecretaría de Infraestructura en Comunicaciones y Transportes, y Luis Alberto Montaño, que entró a la élite del servicio público de la mano de Cordero, y a quien Videgaray rescató también para el gobierno deEnrique Peña Nieto. En los equipos estaban Guillermo Babatz, que fue hasta diciembre pasado presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, y Andrés Conesa, el hombre fuerte de Aeroméxico. Videgaray también se calzaba los botines de futbolista, en los tiempos que le quedaban de estudiar dos licenciaturas, Economía en el ITAM, y Derecho en la UNAM. Lo recuerdan como un jugador más bien malo, aunque como la historia demostró, ninguno de ellos, por más talento que pudiera mostrar en la época, había nacido para ello. “El futbol no era lo suyo”, recordó hace no mucho Fausto Pretelín, internacionalista que compartía posiciones en la cancha con ellos. “No dieron pie con bola”. El servicio público, para la mayoría de ellos, era el destino. “Veinticinco años después, los tableros de ajedrez han cambiado para los protagonistas de aquella época”, escribió Pretelín. “Los terrenos del poder, a diferencia de aquél entonces, son más angostos. La vida va”. Cierto. La discusión del jueves en el Senado, así lo mostró.
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