sábado, 28 de septiembre de 2013

René Delgado - 300 días

Luego de cumplir 300 días, el gobierno dejará ver si se crece ante la adversidad... o si se achica. Calzar los zapatos del presidente de la República no es algo sencillo.
No es para menos. Los maestros dejaron el Zócalo pero no la capital de la República, y Elba Esther Gordillo sonríe. Los empresarios torpedean la política hacendaria. La gran televisora resiste el dictado de la ley de telecomunicaciones. El ardor calderonista no cede. Los grandes consorcios comerciales repudian la ley antilavado de dinero. El cardenismo y el lopezobradorismo se reencuentran en contra de la reforma petrolera, mientras la derecha reclama concesiones en esa industria, no contratos de utilidades compartidas. La derecha y la izquierda partidistas canjean la reforma hacendaria por una reforma electoral, mal hecha pero a su medida. El crimen y la violencia, lejos de desvanecerse, se fortalecen. La economía se tambalea... y a la patria, en su mes, le llueve como hacía 125 años no le ocurría, dejando un desastre donde no faltan quienes ven la oportunidad de lucrar o chantajear.




Asoma la incertidumbre que tanto daño le ha causado a la República y el gobierno tiene menos de un mes para ajustar y recalibrar sus posibilidades... Se está en el punto crítico donde todo gobierno deja ver su talla.
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Cronómetro en mano, siete minutos y sin gran costo político le tomó al gobierno federal recuperar por la fuerza el Zócalo capitalino, para cumplir con la liturgia del poder en la ceremonia de El Grito y el desfile militar. Recuperó la plaza, pero perdió la capital de la República, ciudad que aún hoy Miguel Ángel Mancera pregunta si hay que gobernar en serio.
Los maestros disidentes aquí siguen, bloqueando un día sí y otro también arterias y cruceros fundamentales en el tránsito y la vida de los capitalinos. La resistencia a la reforma educativa adquiere, por momentos, visos de un movimiento popular, donde ya no importa tanto el motivo original del descontento como el afán de manifestar un profundo hartazgo social.
Eso ocurre en las calles, mientras en los tribunales, Elba Esther Gordillo obtiene un amparo que, sin ponerla en libertad, obliga a preguntar si la causa judicial armada en su contra está malhecha adrede para abrir espacio a la negociación política que sofoque la protesta magisterial, a costas de la procuración y la impartición de justicia.
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A esa situación se suma el creciente torpedeo público y privado de la política fiscal propuesta por el gobierno para el año entrante.
Erigidos en desconocidos representantes de las clases medias, voceros y títeres los grandes consorcios se empeñan en echar abajo esa política. Que todos pongan, menos ellos o que se hagan todas las reformas, excepto aquellas que los perjudican parecen ser las divisas de su actuación. Esos intereses exigen lo que no están dispuestos a dar: combátase la obesidad, pero no costa de los refrescos; péguenle al crimen en los ingresos, que es donde le duele, pero no impongan medidas contra el lavado de dinero; abatan la desigualdad social, pero no por la vía fiscal; que paguen impuestos los informales, pero dejen consolidar fiscalmente los resultados... y, por si tamaña resistencia no fuera suficiente, sobre el país se abaten dos tormentas que, por sus efectos, obligan a ajustar los ingresos y egresos proyectados.
El problema en este punto lo complica el calendario político-legislativo. A más tardar, la ley de ingresos debe quedar aprobada por los diputados el 20 de octubre y por los senadores el día 31 del mismo mes. Menuda hazaña la de pretender defender y sostener la política fiscal propuesta, siendo que el poder de la naturaleza exige ajustarla y la naturaleza del poder doblegarla. Todo sin mencionar que el presupuesto de egresos debe estar listo el 15 de noviembre.
Y, en medio de ese margallate, un detallito. Panistas y perredistas atan la reforma hacendaria a la aprobación previa de una reforma electoral desconocida. ¿Cuál reforma electoral exigen esos partidos? La presentada por los panistas en mayo o la anunciada por los senadores de ambos partidos en julio o la que apenas presentó el perredista Silvano Aureoles. Vale la pregunta porque las siete mesas instaladas en agosto para presentar una sola reforma electoral concluyeron sin acuerdo, por no decir que fracasaron. Cabe la interrogante porque esa supuesta reforma electoral más bien parece un acta de rendición, suscrita graciosa y anticipadamente por el priismo. ¿A poco el tricolor renunciará a repetir en el poder, en aras del Pacto por México? Sí, cómo no.
Si la reforma hacendaria está atada a la electoral, menudo vodevil legislativo se verá a partir del lunes y hasta mediados de octubre cuando sobre las rodillas se proyecte, dictamine y apruebe la reforma electoral que anhela la oposición -no necesariamente el país-, mientras se negocia y se ajusta la política fiscal. Tejido rápido de parches, podría intitularse al concurso legislativo que patrocinan el gobierno y los partidos.
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La ventana de oportunidad, calculada en 120 días contados a partir del 1o. de septiembre por el jefe del Ejecutivo, en realidad es una rendija medio abierta por no más de 30 días.
Un mes, donde, en medio de muy diversas resistencias, desastres naturales con secuelas financieras y apresuramientos políticos, forma fila la reforma petrolera. Una iniciativa difícil de entender por quererla presentar a pedazos y que, por lo pronto, ya dio lugar a un imposible: juntar como hacía tiempo no se veía a las dos corrientes de izquierda más importantes y con mayor influjo social: la neocardenista y la lopezobradorista. Insistir en una reforma que, quizá, aprobará una mayoría parlamentaria pero que, luego, resolverá un tribunal, dejará en la incertidumbre jurídica la eventual inversión de capital en el ramo, no supondrá la solución sino el agravamiento de un problema.
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El jueves pasado, el gobierno de Enrique Peña Nieto cumplió 300 días en el poder en un marco completamente distinto al de los 100 primeros.
Asediado por varios frentes, lo amenaza no tanto el poder de la naturaleza como la naturaleza del poder donde se finca y se ve urgido a definir qué puede y qué no puede. Se encuentra en ese punto donde es preciso operar de manera rápida y certera a partir del reconocimiento cabal de sus posibilidades. Octubre marca muy probablemente su destino.

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