"Si has estado votando por políticos que prometen darte cosas a costa de alguien más, no tienes derecho a quejarte si te quitan tu dinero para dárselo a alguien más, incluso a ellos mismos".
Thomas Sowell
El gobierno de la República, encabezado por gente bonita, la emprende ahora contra los gorditos. El castigo por no poseer una cintura esbelta es entregar una mayor cantidad del dinero duramente ganado en el trabajo a los políticos en el poder.
La guerra contra los gorditos se justifica, nos dicen, por motivos de salud pública. El arma es un impuesto especial de un peso por litro a las bebidas azucaradas. El nuevo gravamen, adicional al 16 por ciento de IVA, elevará el precio de los refrescos entre 15 y 20 por ciento. Los impuestos representarán cerca de 40 por ciento del precio al público de los refrescos.
Dice Hacienda que "con esta propuesta se busca desalentar el consumo de calorías vacías, con lo que se espera también reducir la incidencia de obesidad y sobrepeso, especialmente en los niños". Pero es difícil pensar que el impuesto reducirá este problema de salud. Los nutriólogos señalan que los refrescos son responsables quizá de un 5 por ciento del sobrepeso de los mexicanos. Castigar a quienes los consumen, sin hacer lo mismo con los que comen garnachas u otros alimentos grasosos, no ayudará a reducir el problema. Los burócratas no se han percatado, quizá, que un vaso de jugo de naranja natural tiene el mismo contenido calórico que un vaso de refresco. Si realmente se quisiera combatir el sobrepeso por la vía fiscal, habría que cobrar impuestos punitivos a muchos otros productos y también al trabajo sedentario.
Lo curioso es que al tiempo que se castiga a los consumidores de bebidas azucaradas, el gobierno subsidia, con esquemas como el Procampo, la producción de azúcar. Los ciudadanos tenemos que pagar impuestos tanto para impulsar la producción de azúcar como para castigar su consumo. Ayer grupos de cañeros bloquearon calles exigiendo un subsidio adicional al azúcar.
Hay quienes apoyan el ataque a los gorditos. Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, mandó una felicitación por Twitter al presidente Enrique Peña Nieto "por apoyar un nuevo impuesto a las bebidas azucaradas". Omitió decir que en su país la Corte Suprema de Nueva York declaró ilegal su plan para prohibir los refrescos en botellas grandes por ser una medida "arbitraria y caprichosa".
La experiencia con los "impuestos al pecado" es en realidad bastante decepcionante. Los que se aplican a las bebidas alcohólicas en México no han hecho que la gente deje de beber, pero sí han desviado cerca de la mitad del consumo a la informalidad. Dinamarca, que tenía impuestos especiales a los refrescos, optó por eliminarlos este año debido al contrabando que generan.
El nuevo impuesto a los refrescos en México puede tener dos posibles consecuencias. Quizá podría realmente disminuir el consumo, por lo que se desplomarían la industria refresquera y la azucarera, con la pérdida de decenas de miles de empleos. Lo más probable, sin embargo, es que los consumidores se adapten y sigan consumiendo refrescos, ya sea pagando más o recurriendo al mercado informal. En ningún caso bajarán ni el sobrepeso ni la obesidad. De hecho, me pregunto si el gobierno estaría dispuesto a derogar el impuesto si descubre que no reduce estas condiciones de salud.
Por lo pronto Hacienda espera recaudar 12 mil 455 millones de pesos con este nuevo impuesto en 2014, más que los 11 mil 714 millones de las bebidas alcohólicas. El verdadero propósito de la medida no es, como se ve, ayudar a los gorditos sino despojarlos de su dinero.
IVA a colegiaturas
Los partidos quieren eliminar el IVA a colegiaturas. Una vez más prestan atención al árbol pero no al bosque. Este impuesto es una simple gota en una miscelánea fiscal que sube impuestos a los cumplidos y afecta la productividad. Lo que hay que hacer es impulsar una verdadera reforma fiscal.
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Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=191004
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