En un gobierno dividido, donde el partido del Presidente no tiene los votos para aprobar nada, pues no hay de otra más que negociar y hacer alianzas para sacar adelante cualquier legislación, la más importante de todas es, anualmente, el presupuesto. En México, en esta ocasión, el proceso se complicó más por la propuesta del Ejecutivo de realizar una dizque reforma hacendaria. Ante la falta de votos del PRI en el Congreso, el gobierno negoció y obtuvo los del PRD, que hoy controla el grupo de Los Chuchos.
Entre ellos aprobaron la Ley de Ingresos. El gobierno logró dos cosas importantes. Primero: nuevos impuestos y eliminación de privilegios fiscales que podrían recaudar hasta un punto más del PIB el año que entra. Segundo: la posibilidad de incurrir en un mayor déficit público ,de tal suerte que en 2014 los requerimientos financieros del sector público podrían ser de más de cuatro puntos del PIB, el mayor déficit que hemos tenido desde los años noventa. De esta forma, Peña Nieto tendrá más dinero para gastar. A cambio de sus votos, el PRD logró más recursos para sus gobiernos, fundamentalmente el del Distrito Federal. Miguel Ángel Mancera fue el ganón de la negociación con dos nuevos fondos, uno para infraestructura y otro para compensar pérdidas económicas por ser el DF la ciudad capital (la gran cantidad de manifestaciones afecta, por ejemplo, a los comerciantes del Centro Histórico). Difícil saber, en este momento, sin contar con el presupuesto definitivo, cuánto se llevará el jefe de Gobierno para las arcas capitalinas, aunque nuestro colega de Excélsior, Carlos Elizondo, la ha considerado como una “piscacha”.
Lo importante, desde el punto de vista político, es que el PRI recurrió a la izquierda para pasar su dizque reforma hacendaria. Aclaro lo del “dizque”. En realidad la reforma ha resultado muy limitada. Subieron algo de tasas y redujeron deducciones en el ISR; eliminaron el régimen de consolidación fiscal, aunque de manera gradual; gravaron con IVA ciertos productos antes exentos y homologaron la tasa a los estados fronterizos; impusieron tributos especiales a las bebidas azucaradas y productos chatarra. Todo eso me parece bien. Pero, mientras no tengamos en México una reforma que generalice el IVA con una tasa única, aunque sea de manera paulatina, no habrá manera de resolver de verdad la baja tributación existente.
Al final, los diputados recortaron la propuesta de Peña y recurrieron al expediente fácil de subir impuestos a la gasolina e incrementar precio estimado del barril del petróleo para cuadrar el presupuesto en 4.4 billones de pesos. Pero los ingresos, incluyendo el déficit, todavía tienen que ser aprobados por los senadores. Ahí podrían haber cambios que reduzcan más la dizque reforma hacendaria de Peña.
En lo particular, me gustaría que el Senado disminuya la cifra autorizada de déficit. Como he dicho, reconozco que soy de una generación que nos pone muy nervioso, cuando los gobiernos en México se endeudan. Sobre todo cuando no existe evidencia empírica de un multiplicador positivo del gasto público. Me preocupa que nos endeudemos como nación para financiar gastos superfluos que, en lugar de tener un efecto positivo en el crecimiento económico, afecten la estabilidad macroeconómica del país.
Estamos atestiguando una alianza del PRI con la izquierda perredista en materia fiscal. Al parecer, estos dos grupos coinciden ideológicamente en que el gobierno tiene que gastar más para que la economía crezca más. Se trata de una coalición keynesiana que no habíamos visto en México desde hace muchos lustros. Una alianza de centro-izquierda que piensa que hay espacio para un mayor endeudamiento del gobierno, ya que éste gasta bien y puede reactivar una economía que va mal. ¿Se vale pensar así? Desde luego que sí. Yo, que no comparto ideológicamente este pensamiento keynesiano, tengo mis dudas. Sobre todo porque no veo a un gobierno mexicano con la capacidad y responsabilidad de gastar bien el dinero de los contribuyentes. Admito que puedo estar equivocado. El futuro nos lo dirá.
Por lo pronto, coincido con Aguilar Camín en que esto de aprobar un mayor déficit es como darle una primera copita a un alcohólico que lleva tres lustros sin beber alcohol. Tiene toda la razón. En lo único que se equivoca el buen Héctor es en decir que es una copita. No: un déficit de cuatro puntos del PIB es más bien una botella. Y me temo que la alianza keynesiana del PRI-PRD en el Senado van a servírsela.
Twitter: @leozuckermann
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