domingo, 3 de noviembre de 2013

Jorge Zepeda Patterson - El particular, poder tras el trono

“Detrás de un gran hombre invariablemente se encuentra una gran mujer… sorprendida”. El remate tras los puntos suspensivos siempre me ha parecido imprescindible para la cursi e inexacta frase. Porque aceptémoslo, detrás de los hombres de poder normalmente encontramos a una mujer sombra que ha tragado durante años infamias e indignidades. A los héroes admirados, y a los autores de libros, mejor conocerlos por sus obras que por sus personas; como bien lo saben las parejas que viven con la cotidianidad del personaje cuando éste no se encuentra desempañando tareas públicas de prócer o artista iluminado, según sea el caso.

Pero luego de reflexionar sobre la clase política, he llegado a la conclusión de que otra frase es mucho más exacta. “Detrás de cada hombre de poder se encuentra… un canalla que funge como secretario particular”.




Si me apuran diría que en México el poder político y económico es manejado por no más de cien personas: veinte empresarios, otros tantos miembros del gabinete, gobernadores, coordinadores del poder legislativo y cabezas de organismos claves; son ellos los que toman de una manera u otra las decisiones que definen el rumbo del País (por lo menos las que quedan luego de que la globalización hace lo suyo).

Pero no son ellos quienes las ejercen, sino sus “particulares”. Estos personajes a la sombra, que rara vez aparecen en los diarios o en las cámaras, son quienes convierten en realidad las decisiones de los amos de México. Ellos operan el poder en el día a día, y en ocasiones durante las noches porque muchas veces lo hacen desde el lado oscuro de la escena pública. Y por desgracia, es en este lado opaco en donde transcurre buena parte de la vida real en materia económica y política.

“El particular” de un hombre de poder es ese capaz de remover obstáculos insalvables para el resto de los mortales. Puede despertar a un gobernador en la madrugada, conseguir un pasaporte en domingo o firmar a Juan Gabriel para una fiesta del junior del patrón.
Se supone que constituyen una “extensión” de los deseos y la voluntad del Jefe, lo cual significa que funcionarios y otros directivos que están por encima del “Particular” en el organigrama quedan en realidad subordinados a esta figura en muchas ocasiones.

Por lo general se trata de una personalidad poderosa y a la vez modesta; responsables de las mayores ignominias pero de mano exquisita cuando así se requiere. Impositivos o cautivadores; prepotentes o de servilismo abyecto; ángeles al rescate si el patrón desea ser magnánimo, o verdugos sádicos si se pretende ofrecer un escarmiento. Invariablemente son leales, trabajadores infatigables, muy eficientes.

Por lo general, como escuderos que son, su carrera suele correr la misma suerte de aquellos a los que sirven. Emilio Gamboa Patrón es la gran excepción: secretario particular de Miguel de la Madrid cuando éste fungió como secretario de Programación y Presupuesto con López Portillo; y continuó enese puesto cuando su jefe llegó a Los Pinos. Desde entonces Gamboa no ha abandonado la cúpula del poder. Si hay una verdadera figura transexenal es esa: treinta años de historia pública lo confirman. Hoy coordina a los senadores priístas.
Desde luego ha sido un hombre visionario, por lo menos en lo que respecta a su propia fortuna. Se afirma que cuando era particular de Miguel de la Madrid jugó un papel en la sucesión presidencial: agendaba visitas o llamadas de Carlos Salinas cuando el presidente estaba de buen humor, y de Silva Herzog cuando andaba de malas. Imposible saber si la conseja es verdadera. Lo cierto es que cuando Salinas llegó al poder convirtió a Gamboa en director del Infonavit, del IMSS, de Fonatur, de la Lotería Nacional y en Secretario de Comunicaciones.
Ser un “Particular” entraña esfuerzo y vocación. No cualquiera puede. La mejor prueba de lo anterior la ofreció Vicente Fox quien, al asumir la presidencia, se dio cuenta de que carecía del conocimiento de las correas de transmisión que verdaderamente operan el poder político en México. Lo resolvió contratando como secretario particular a Alfonso Durazo, quien lo había sido de Luis Donaldo Colosio. Sí, un priísta. Pero el único que durante la mudanza panista a Los Pinos conocía el contacto con aduanas, se sabía los apodos de quienes manejan los sindicatos, los teléfonos de los líderes industriales o los gustos de los embajadores de las potencias.

Así es el poder por dentro. En la fachada de la escena pública se pierde de vista a esos fontaneros y electricistas que hacen que las cosas funcionen… a modo para los poderosos. Unos no se entienden sin los otros.

Nota para los que tienen la novela Los Corruptores: a partir de la página 175 toda una construcción psicológica de Cristóbal Murillo, el “particular” que se hace cirugías para parecerse a su jefe.

@jorgezepedap

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.