jueves, 14 de noviembre de 2013

José Woldenberg - Camus

El primer hombre de Albert Camus, se sabe, es una autobiografía novelada inconclusa. Publicada años después de su muerte, es un testimonio lúcido y entrañable, un acercamiento melancólico al mundo que perdió Camus para ser Camus, un mundo del que nunca se pudo ni quiso desprender, que lo acompañó a lo largo de sus días y que explica no solo su sensibilidad ante la guerra en Argelia sino su profundo desgarramiento.

Camus se remonta al pasado, a su pasado; lo reconstruye con pasión y nostalgia. Es un regreso agradecido. Argelia fue su casa, su primer hábitat, "ese secreto de luz, de cálida pobreza que lo había ayudado a vivir y a vencerlo todo". Su familia, pobre, inercial, trabajadora, tiene tres desvencijados pilares. La abuela, vestida siempre de negro, "obstinada e ignorante", pero con el coraje suficiente para seguir tirando, para seguir viviendo. La madre, sorda, "sin hombre y sin consuelo", incapaz de pronunciar una queja, analfabeta, es una criada que irradia ternura. Y el tío, tonelero, también medio sordo, trabajador incansable, bueno para nadar y cazar, siempre de buen humor, generoso, está poseído por una "inocencia adánica".




A ellos hay que sumar al maestro Bernard (Louis Germain) que llevó al niño al Liceo, que le ofreció otro horizonte, que despertó su gusto por la lectura y el conocimiento. Muchos años después, Camus, "su alumno agradecido", al recibir el Nobel le escribiría: "Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto". Jacques Cormery (Camus) jamás los olvidará.

La otra gran pieza es la búsqueda del padre que nunca conoció (murió en la guerra, en 1914. Camus había nacido en 1913), y al que requiere porque -dice- nadie pudo guiarlo, ofrecerle un pasado familiar, un marco valorativo. "Necesito que alguien me señale el camino y me repruebe o me elogie, no en virtud de su poder, sino de su autoridad, necesito a mi padre". Cuando visita su tumba es la de un "muerto desconocido" y luego de diferentes entrevistas, lo único que logra es rescatar algunas estampas deshilachadas de esa vida que como la gran mayoría de las que transcurren en la pobreza no dejó mayor rastro.

La reconstrucción de aquellos años tiene una enorme importancia para Camus. Es la fórmula que cree pertinente para explicar a sus contemporáneos sus tensas y elaboradas reflexiones en torno a la batalla por Argelia. Sabe -creo- que los grandes conceptos ("liberación", "colonialismo", "revolución") no pueden captar esa dimensión "micro" que es en la que transcurren las vidas. Las vidas de los "colonos" de los que él formó parte y de los que tiene un recuerdo cariñoso. Pobreza, privaciones, trabajo, una noción difusa de la Patria que es Francia, pero por la que muere en el mismo viaje en que por primera vez pisa su territorio su propio padre. El primer hombre no es un texto político pero en él se encuentran las claves para comprender la visión trágica que Camus asumió durante la guerra de liberación de Argelia. Tres estampas del libro lo ilustran.

El padre había hecho el servicio militar en Marruecos en 1905. Tenía 20 años. En uno de sus recorridos encontraron a "un camarada con la cabeza echada hacia atrás, extrañamente vuelta hacia la luna... Había sido degollado, y en la boca, la tumefacción lívida era su sexo entero...Vieron el cuerpo con las piernas abiertas, el pantalón desgarrado y en mitad de la abertura, bajo el reflejo ahora indirecto de la luna, el charco cenagoso". Luego encuentran a un segundo centinela "expuesto de la misma manera". El padre horrorizado dice que los perpetradores de esa carnicería "no son hombres". Un compañero le contradice: "a juicio de ellos, ése era el modo en que debían obrar los hombres, que ellos estaban en su tierra, y empleaban cualquier medio". No convence al padre. "Está mal. Un hombre no hace eso. Un hombre se contiene".

Primera lección: no todo se vale. Hay acciones que degradan de manera irreversible.

Años después, en plena guerra de Argelia, Camus está con su madre y escuchan una fuerte explosión. Es un nuevo acto terrorista. Camus sale a la calle y ve a un "pobre obrero en camiseta increpando a un árabe":

-"Raza inmunda" le gritaba. "Yo no he hecho nada -dijo el árabe.
-Están todos en el ajo, banda de cabrones. Hay que matarlos a todos".

Camus se lleva al joven árabe hacia el café de un amigo para protegerlo de la furia del obrero.

Segunda lección: las espirales de violencia construyen campos enemigos donde se estrecha el espacio para los individuos inocentes. Es una desgracia.

Camus escucha la historia de "un viejo colono". Uno de esos "a quienes se insulta en París". "Cuando llegó la orden de evacuar...durante tres días...arrancó las viñas", destruyó su propiedad "y empezó a preparar sus maletas". Dijo: "Si lo que hemos hecho aquí es un crimen, hay que borrarlo". Era un hombre trabajador, tesonero, no había hecho daño a nadie.

Tercera lección: hay verdades que no encuentran condiciones para ser escuchadas.

Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=203455

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