O P I N I Ó N
J O R G E C H A B A T
La ideología de la derrota
En el mundo de la política los partidos se mueven entre dos extremos: aquéllos que no cambian ni un ápice en sus planteamientos ideológicos, aunque por ello no logren muchos votos y aquéllos que modifican sus planteamientos en cada elección, buscando obtener el mayor número de votos. Lo cierto es que la mayoría de los partidos se mueven entre estos dos polos: entre el radicalismo absoluto y el pragmatismo absoluto. La mayoría de los partidos tiene una ideología básica, pero eventualmente hacen ajustes a la misma, pues entienden que la opinión de la población cambia porque al final la historia se mueve.
En México si bien casi todos los partidos tienen una dosis de radicalismo y otra de pragmatismo, existen ejemplos de los dos extremos. Por un lado, está el Partido Verde Ecologista, el cual a pesar de sus principios, decide sus propuestas de campaña con base en encuestas y en ganancias partidistas. Así, a pesar de condenar en teoría las corridas de toros no tuvo empacho en 2000 en postular, junto con el PAN, a un candidato a Jefe de Gobierno del Distrito Federal que es torero. Tampoco tiene empacho en ser el único Partido Verde del mundo en proponer la pena de muerte. Se trata pues, de obtener votos, lo demás importa poco.
En el otro extremo está la izquierda radical, que ahora se agrupa en el naciente partido de Morena. Para ellos, lo que importa es la ideología, independientemente de lo que opine la población. Morena busca pues, atraer a la población a sus postulados, que considera indiscutiblemente correctos, aunque ello no le atraiga votos y le implique derrotas en las urnas y en el Congreso. En el fondo lo que priva es una concepción fundamentalista, casi religiosa, de la política: yo estoy en lo correcto y quien piense diferente claramente es un vendido o un traidor.
Morena ha movido sus ideas a la categoría de verdades absolutas: lo que está en juego es la Patria, y la Patria por definición no se discute. Por ello, la izquierda radical no tiene empacho en amenazar con paralizar uno de los poderes de la Unión, el Congreso, lo cual técnicamente la ubica al borde de un golpe de Estado. Pero es que sus valores son absolutos e irrefutables. Por encima de la democracia está la Patria. Y es la izquierda radical la que define qué es la Patria. Esa era la lógica de la Senadora Dolores Padierna cuando se quejaba de que en el Congreso no había tenido la oportunidad de convencer a los senadores de los otros partidos en el tema de la reforma energética. Nunca se planteó la posibilidad de que la izquierda fuera convencida por el PRI y el PAN. Pues ¿cómo? Si los únicos que poseen la verdad son el PRD –o una parte de éste—y Morena. En el fondo hay un espíritu de cruzada por parte de la izquierda radical: hay que evangelizar a los infieles quienes, pobrecitos, no conocen al Dios verdadero.
Esta visión de la política funciona para hacer una revolución, sin duda. Funciona para imponer un modelo de sociedad mediante el uso de la fuerza, pero la verdad es que resulta poco eficiente en una democracia en la cual la población no piensa de manera unificada. Por ello la historia de la izquierda mexicana está más llena de derrotas que de victorias. De hecho, se saben derrotados al entrar en los procesos electorales. Por ello auguran siempre fraudes y conspiraciones. Por ello son muy buenos en armar protestas callejeras pero malas para ganar votos. La izquierda radical sale a la cancha sabiendo que va a perder, pero no está dispuesta a cambiar ni su alineación ni su estilo de juego. Y ya tiene el guión para justificar la derrota: es el árbitro, es la cancha, es el clima, es la prensa, es el público... Por ello salen a dar faules como manera de compensar la incapacidad para anotar goles. Total, nos podrán ganar, pero gratis no les va a salir. Lo que obtienen es, pues, una gratificación psicológica, pero no logran cambiar la realidad.
La aprobación de la reforma energética por parte del PRI y el PAN debería de mover a la izquierda a una profunda reflexión sobre la dosis de radicalismo y pragmatismo que debe tener. La debería también llevar a revisar su idea de País. Lo que es evidente -y lo han dicho los dirigentes de Morena—es que el programa de la izquierda radical busca regresar a México al siglo pasado. No es que eso esté bien o mal. Es que simplemente no se puede. La izquierda no ha entendido una de las leyes básicas de la Física: todo está en movimiento. Todo cambia y se transforma. El País ha cambiado en las últimas décadas; el mundo también. La que no cambia es la izquierda. Por eso les va como les va.
jorge.chabat@cide.eduAnalista político e investigador del CIDE
Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104
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