Cifra superior a los últimos 11 meses de gobierno de Felipe Calderón.
De poco o nada servirán las reformas en un país que sigue azotado por la violencia. Imposible ocultar los muertos en el discurso oficialista, cuando la realidad demuestra el fracaso en la estrategia anticrimen. No nos engañemos: las inversiones no llegarán mientras las ejecuciones, los secuestros y la inseguridad sigan permeando en México.
Y no es percepción ni opinión. Allí están las cifras rotundas y los hechos irrebatibles:
En 11 meses de sexenio peñista van 19 mil 16 muertos relacionados con la violencia. México, líder mundial en secuestros. Casi 120 cadáveres —y contando—, se han sacado de fosas clandestinas en cuatro estados. Una familia asesinada y quemada dentro de una camioneta en Oaxaca (tres eran niños). Las guardias comunitarias ya operan en diez estados.
¿Le seguimos?
Contrario a lo que de manera tímida y hasta sigilosa pregonan los voceros del gobierno federal —más frases hechas que estadísticas confiables—, la violencia que se desborda en casi todos los rincones del país se refleja en el miedo de los mexicanos, en su postración ante la inseguridad, en la falta de confianza hacia sus policías y gobiernos.
La cifra que ofrece el prestigiado Semanario Zeta, con base en cifras del secretariado Ejecutivo del SNSP y de las Procuradurías de Justicia estatales, entierran la euforia gubernamental por la Reforma Energética.
De diciembre de 2012 a noviembre de 2013 se han registrado 19 mil 16 muertos, cifra superior a los últimos 11 meses de gobierno de Felipe Calderón (de enero a noviembre de 2012), cuando hubo 18 mil 161 asesinatos violentos y relacionados con la guerra contra el crimen organizado.
Es claro: la violencia en México no sólo no ha disminuido. Muy al contrario: ha repuntado de manera dramática, imparable, galopante, rebasando los índices de criminalidad, inclusive, del último año de Calderón. No hay estrategia. No hay resultados.
En estos Archivos del poder lo hemos escrito: error monumental fue haber desaparecido la SSP federal en diciembre de 2012, sin sustituirla por otro aparato nacional de seguridad. Se quiso suplir a la Secretaría con discursos, retórica y saliva. Hoy sufrimos las consecuencias.
El secuestro y la vergüenza. Desde hace dos semanas, la valiente Isabel Miranda de Wallace, en su calidad de presidenta de la Organización Alto al Secuestro, lo había advertido: el plagio está más alto que nunca.
Wallace reportó el domingo 8 de diciembre en mi noticiero (Reporte 98.5 FM. 2 a 4 PM), que a partir del inicio del actual gobierno y hasta el 13 de noviembre pasado, se han registrado… ¡2 mil 421 secuestros! Y eso sólo los denunciados ante algún MP.
Veamos: ha habido, en promedio, 200 secuestros al mes. 50 semanales. Siete diarios. De ese tamaño está el problema.
Es el Estado de México el que mayor número de secuestros reporta en números absolutos. Es Morelos el de mayor incidencia por cada 100 mil habitantes.
En estas entidades, la seguridad es letra muerta.
La semana pasada, el Mapa de Riesgos de Control Risks reveló que México es el país líder en secuestros en el mundo, por encima de Irak, Afganistán y Colombia. Es la muestra de la derrota. Una vergüenza.
De acuerdo con cifras del SNSP, en las procuradurías estatales se recibieron mil 425 denuncias por secuestro. La cifra sigue siendo brutal.
Son los ejecutados, es el secuestro y es la indefensión.
El terror convertido en fosas le ha dado la vuelta al mundo: en Michoacán, Guerrero, Morelos y Jalisco, se han recuperado alrededor de 115 cadáveres en el último mes. Y por supuesto no hay detenidos ni culpables. Solitos se mataron y se enterraron.
Caso parecido en Morelos, donde en menos de un mes, en tres fosas clandestinas han sido hallados 23 cadáveres, en los municipios de Amacuzac, Emiliano Zapata y Xochitepec.
Y lo de Oaxaca estremece:
En Mixtepec, en el paraje conocido como “El Sombrero o Tres Cruces”, una camioneta es incendiada con una familia de diez adentro, entre ellos, tres menores de cuatro, seis y siete años de edad. Otro quedó a unos metros con el tiro de gracia. Es el signo de la barbarie.
¿De qué sirven las reformas si el país está inmerso en violencia, sangre y muerte?
Ya lo veremos a pesar de la cacareada Reforma Energética: una de las condiciones que las grandes empresas evalúan a la hora de tomar decisiones, es el grado de seguridad en los países destino y, en este momento, México no es seguro.
Así cierra 2013: con más muertos que el sexenio pasado.
Así cierra 2013: sin estrategia de seguridad.
Así cierra 2013: con miedo y violencia.
Twitter: @_martinmoreno
Leído en http://www.excelsior.com.mx/opinion/martin-moreno/2013/12/17/934130
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