sábado, 7 de diciembre de 2013

Manuel Espino - La lección de Mandela para México

En el sistema político mexicano —con sus rudas costumbres enraizadas en siglos de conflicto— han triunfado personajes que hacen gala de antivalores como el engaño, la corrupción y la intolerancia. Aun cuando en la teoría se aprecia la democracia, en la práctica el autoritarismo ha sido la constante durante gran parte de nuestra historia.

Es por ello que para muchos de quienes nos formamos dentro del humanismo político hubo líderes internacionales que se convirtieron en faros no solo por sus ideas, sino sobre todo por su ánimo libertario. Pienso en Gandhi, en Luther King, en Konrad Adenauer y otros más, destacando la figura de Nelson Mandela.




De Mandela tuvimos un supremo ejemplo: el del perdón y la reconciliación. Si algo nos ha legado es el portentoso ejemplo de una persona capaz de unir a un país no con victorias de un grupo sobre otro, menos aun con venganzas, sino creando espacios de hermandad.
Habiendo estado preso injustamente durante casi tres décadas, pocos tuvieron como él la plena justificación para hacer de la ira un estandarte y hacer llamados a la violencia que, con su suprema autoridad moral, seguramente habrían sido escuchados y seguidos hasta las últimas consecuencias.

De hecho, es una incógnita humana cómo a pesar de la humillación que sufrió su pueblo, del encarcelamiento, de la tortura, Mandela aparecía como el gran reconciliador.

Sin embargo, no es una incógnita política: si algo enseña la historia es que solo perdonando agravios un pueblo puede hermanarse consigo mismo y generar una sociedad más integrada y unida, más fuerte y más justa. El otro camino, el de las reyertas y la intolerancia, solo conduce a guerras civiles silenciosas.

Otra de sus grandes enseñanzas es, como lo puso el New York Times, “su impaciencia con los doctrinarios”. Seguramente nadie podrá decir que fue un líder de izquierda o de derecha. Se le reconoce llanamente por ser un hombre justo, cabal, portentosamente generoso.

Destaca en su biografía que ya como Presidente de Sudáfrica tuvo entre sus colaboradores a miembros del antiguo régimen. En un detalle que lo pinta de cuerpo entero, tuvo la estatura moral para invitar a su toma de posesión a uno de los carceleros que lo mantuvieron en prisión.

En este México que se desgarra entre debates por reformas legislativas, en el que la intolerancia al diferente es la constante, en el que se descalifica a los interlocutores con base en ideologías e ignorando su valor como personas, mucho tenemos que aprender del gran concertador y constructor de puentes.

El fallecimiento de Nelson Mandela no es un momento para la tristeza, sino una ocasión para celebrar su vida recordando que hay maneras limpias, transparentes y profundamente humanas de hacer política. Buen viaje y gracias por las lecciones que diste no con la palabra, sino con el ejemplo de una vida luminosa, Madiba.

www.Twitter.com/ManuelEspino
manuespino@hotmail.com

Leído en riteriohidaclgo.com/notas.asp?id=208432

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