viernes, 3 de enero de 2014

Héctor de Mauleón - El asesinato de Luis Donaldo Colosio

Los papeles del fiscal

Los separaban sólo dos minutos y un remolino compuesto por cientos de personas. El candidato del PRI a la presidencia, Luis Donaldo Colosio, bajó del templete en el que acababa de pronunciar un discurso, y dijo: “¡Vámonos, vámonos!”. Estaba a 13.5 metros del sitio en donde Mario Aburto iba a encontrarlo. En las bocinas sonaba la canción “La culebra”. Aburto comenzó a desplazarse entre la gente. Cuando se hallaba a un paso del candidato, una mujer oyó que alguien le decía: “¡Quítate, cabrón!”. Mario Aburto respondió: “¡Oooh!, es que quiero saludarlo”. Extendió el brazo, acercó la Taurus .38 con cachas de madera a la cabeza de Colosio, y disparó.




Como nunca en la era posrevolucionaria el clima político de México estaba enrarecido. Había ocurrido el levantamiento zapatista en la selva de Chiapas, el precandidato priista a la presidencia, Manuel Camacho Solís, se había negado a reconocer, durante meses, la candidatura de Colosio, y desde su nombramiento como comisionado para la paz en Chiapas no hacía otra cosa que atraer sobre sí la atención de los medios, que apenas volteaban a mirar al candidato oficial. Corrían versiones de que la relación entre Colosio y el presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, se hallaba seriamente fracturada. La prensa hablaba de “una campaña contra la campaña”; insinuaba que se maniobraba desde Los Pinos, para sustituir al candidato.
En ese contexto ocurrió el atentado contra Luis Donaldo Colosio, el 23 de marzo de 1994, en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana.
Dos semanas más tarde, el fiscal Miguel Montes anunció lo que ya, según la prensa, “todo mundo sospechaba”: “Que a Colosio no lo mató un loco, sino una conjura […] Que Mario Aburto fue el ejecutor material del crimen, pero que otras cuatro personas más ya detenidas, Tranquilino Sánchez, Vicente Mayoral Valenzuela, Rodolfo Mayoral Esquer y Rodolfo Riva Palacio, le ayudaron. Otros dos más también lo hicieron, aunque no se sabe ni sus nombres ni su paradero” (El País, 5 de abril de 1994).
En el video obtenido por un aficionado, el fiscal Montes había observado que al terminar el mitin “varias personas impidieron con sus manos y sus cuerpos que la seguridad del candidato, el Estado Mayor Presidencial, controlara la situación”. De acuerdo con el fiscal, aquellos individuos habían rodeado a Colosio en formación “diamante”: un trabajo que sólo “profesionales conocedores de las aglomeraciones y con cierto acceso al entorno del candidato” habrían podido hacer.
Uno de los detenidos, el priista Rodolfo Riva Palacio, vinculado a la policía de Tijuana, había reclutado a los otros sospechosos en la delegación local del PRI. El video mostraba que Tranquilino Sánchez estorbaba los movimientos del general Domiro García Reyes, responsable de la seguridad de Colosio; revelaba que el ex judicial de Tijuana Vicente Mayoral se encargaba de abrir paso a un sujeto no identificado, que segundos antes de los disparos se había tirado al suelo “para hacer que Colosio se detuviera” (la policía lo bautizó como “El Clavadista”). El video mostraba, también, que un segundo desconocido, al que se llamó “El Lentes” se había agachado para que Aburto pudiera extender el brazo en el que llevaba la Taurus. Se podía apreciar, en fin, cómo el cuarto detenido, Rodolfo Mayoral Esquer, empujaba a otro de los encargados de la seguridad de Colosio, el coronel Federico Antonio Reynaldos del Pozo, con la evidente intención de obstaculizarlo.
No había duda: para el fiscal, se trataba de una “acción concertada”. Un maremágnum de sospechas, chismes, filtraciones y acusaciones sacudió a la clase política mexicana. Tres meses y medio más tarde, el 14 de julio de 1994, luego de investigar el entorno del enigmático Aburto, y de hallar escondido en un baúl el “Libro de Actas” escrito por éste, el fiscal Miguel Montes descartó la hipótesis inicial del complot y la sustituyó por la versión del “asesino solitario”.
La viuda del candidato, Diana Laura Riojas, consideró que el cambio de opinión del fiscal resultaba “poco convincente”. Nada logró variar la impresión de que el asesinato era resultado de una querella por el poder que, desde la designación de Colosio como candidato, había enfrentado a la clase gobernante.
Las sospechas recayeron en el precandidato Manuel Camacho Solís, pero sobre todo en el presidente Carlos Salinas de Gortari, a quien se acusó de orquestar el complot desde Los Pinos, a través de su jefe de asesores, José Córdoba Montoya.
Cayó el fiscal Miguel Montes. Comenzaron a desfilar nuevos encargados del caso, Olga Sánchez y Pablo Chapa Bezanilla. En agosto de 1996, Luis Raúl González Pérez se hizo cargo de la fiscalía especial. Para entonces los sospechosos de la “acción concertada” se hallaban libres por falta de pruebas. Mario Aburto había sido condenado a 42 años de prisión.
Luis Raúl González Pérez siguió 27 líneas de investigación e intentó desahogar más de 300 sospechas. El proceso incluyó casi dos mil declaraciones, repartidas a lo largo de 68 mil fojas. En un hecho inédito en la vida del país, en aquel proceso declararon un presidente en funciones, Ernesto Zedillo, y dos ex presidentes de la República: Carlos Salinas de Gortari y Luis Echeverría Álvarez (Salinas quedó registrado como el primer mandatario mexicano sometido a interrogatorio por parte de autoridades judiciales).

Aunque ciertos contenidos del expediente alimentaron columnas, reportajes y notas de prensa, los interrogatorios del fiscal y las declaraciones recabadas por éste no se publicaron jamás. Durante 20 años, aquellos aquellos miles de fojas quedaron en manos de abogados, testigos, declarantes y terceros. En ellos yace la novela no escrita sobre una clase política que arrojó al país a una de sus crisis más serias: un retrato completo de los usos y costumbres del priismo, realizado por él mismo.
Carlos Salinas declaró durante 12 horas y respondió 397 preguntas. Manuel Camacho dio respuesta a 111, Ernesto Zedillo a 35, Luis Echeverría a 15 y José Córdoba Montoya a 197. Lo que el lector hallará a continuación, despojados en lo posible de su estilo judicial, son los extractos más significativos de aquellos interrogatorios, una colección de documentos históricos sobre el primer magnicidio cometido en México luego del asesinato en “La Bombilla”, en el lejano 1928, del presidente Álvaro Obregón.

Interrogatorio a Carlos Salinas de Gortari

—¿El licenciado Colosio llegó a expresarle su molestia o inconformidad por la designación del licenciado Manuel Camacho Solís como comisionado para la paz en Chiapas de manera honoraria?
—No. Me preguntó por qué y le contesté que Camacho Solís quería que fuera así para poder presentarse en las negociaciones no como empleado de gobierno sino como enviado del presidente.
—¿Sabe cuál fue la reacción del licenciado Camacho al anunciarse la precandidatura del licenciado Colosio, y qué opinó al respecto?
—Cuando el PRI postuló a Colosio el 28 de noviembre de 1993, llamé a Camacho Solís, quien me hizo ver que no haría ninguna manifestación pública hasta no hablar conmigo. Me preocupó su reacción y lo convoqué a desayunar la mañana siguiente a Los Pinos. Ese mismo domingo, el 28 de noviembre, conversé con Colosio sobre la actitud de Camacho. Colosio me dijo que le llamaría… Finalmente, a la mañana siguiente desayuné con Camacho, a quien le hice ver que esperaba un pronunciamiento de él y que lo invitaba a continuar trabajando conmigo en una posición diferente, como secretario de Relaciones Exteriores.
—¿Puede explicar por qué su preocupación por la reacción del licenciado Camacho?
—Me interesaba sobre todo mantener el clima de unidad en el equipo de gobierno y fundamentalmente entre quienes la opinión pública había señalado como precandidatos a la presidencia de la República. Para mí siempre fue fundamental contribuir a esa unidad en el equipo de gobierno, que por las condiciones políticas del país era reflejo también de unidad dentro del partido.
—¿La reacción del licenciado Camacho implicaba la ruptura de la unidad a la que se ha referido?
—No sucedió, en cuanto que él se incorporó a los trabajos de Relaciones Exteriores y durante todo el mes estuvo cumpliendo puntualmente ese trabajo.
—¿En qué consistió la inconformidad del licenciado Camacho al no ser nominado precandidato a la presidencia de la República?
—Me dijo que le hubiera gustado saber antes que no iba a ser. En mi experiencia, eso nunca había sucedido en el pasado.
—¿En el nombramiento del licenciado Camacho se habló del término de 60 días para que él desarrollara su actividad?
—Él me hizo ver que, dado que había una fecha fija para la celebración de la elección presidencial, había que lanzar una intensa ofensiva a favor del diálogo para que en un plazo no mayor de 60 días hubiera un anuncio relativo a pláticas de paz.
—¿Este plazo tendría vinculación con la fecha término para el registro de candidatos a la presidencia?
—Ninguno.
—¿Pidió opinión al doctor José Córdoba Montoya o a otras personas sobre el nombramiento del licenciado Camacho como comisionado?
—No al doctor Córdoba, aunque comenté con él que venía el nombramiento… Me hizo ver que frente al comportamiento de Camacho en la postulación de Colosio, este nombramiento podía generar inquietud. Escuché su opinión y le comenté que era fundamental lograr lo que nunca había podido alcanzarse en un levantamiento como el que enfrentábamos en Chiapas; es decir, lograr en un plazo muy breve condiciones para el diálogo y suspensión de los combates.
—¿Hubo algún tipo de presión del licenciado Camacho hacia usted para que lo nombrara comisionado?
—Él me pidió ser comisionado para la paz. Yo evaluaba diversas opciones, pero dados los antecedentes de Camacho, su capacidad negociadora en el Distrito Federal, consideré que tenía cualidades para serlo.
—¿Recuerda si el licenciado Camacho le expresó que de no darse el nombramiento se uniría al movimiento cívico que pugnaba por una salida negociada en el conflicto de Chiapas y no por una situación que algunas gentes pudieran sugerir de enfrentar bélicamente al grupo armado?
—Nunca me lo expresó en esos términos.
—¿El nombramiento del licenciado Camacho como comisionado honorario rompía con las reglas no escritas de su partido, al ponerlo en posición de eventual candidato presidencial sustituto, ya que no había impedimento constitucional para ello?
—Enero de 1994 fue un momento en la historia del país en el cual enfrentamos una situación para la que no había reglas ni precedentes. Un movimiento armado que capturó la atención internacional como ninguna guerrilla lo había logrado, y que estaba generando enormes tensiones sociales al interior de nuestro país. No había ni reglas ni ortodoxia en lo que estábamos enfrentando, y ante lo inédito del hecho tuvo que recurrirse a una solución inédita.
—¿Analizó que al nombrar al licenciado Camacho como comisionado sin un cargo público, podría afectar la campaña del licenciado Colosio?
—Todas las campañas habían sido afectadas por el levantamiento en Chiapas. Todas habían perdido resonancia. Sin un encausamiento adecuado de ese conflicto era prácticamente imposible que ninguna campaña pudiera hacerse eco entre la población.
—¿Una de las soluciones al conflicto en Chiapas pudo ser la sustitución del candidato, o la afectación de su campaña?
—La solución del conflicto en Chiapas no tenía vinculación con quienes ocuparan la candidatura a la presidencia. Hasta donde recuerdo, todos los partidos habían postulado a su candidato.
—El licenciado Colosio, en su calidad de candidato a la presidencia, ¿se reunía con usted?
—Sí, regularmente. Las reuniones se hacían en la residencia de Los Pinos, yo diría que dos veces por mes personalmente, y teníamos conversación telefónica una vez por semana.
—¿Qué conversaba con el licenciado Colosio sobre su campaña política?
—Nunca conversamos cuestiones de detalle, ni aspectos específicos sobre etapas… Era sobre todo el comentario que él me hacía del trato que la gente le daba, la receptividad que sentía.
—¿Cuál era su percepción personal sobre la campaña del licenciado Colosio?
—Yo no seguía con detalle la campaña por la intensidad de los temas y de los problemas que como presidente estaba enfrentando, pero sí encontraba que hacia fines de marzo de 1994 los acontecimientos nacionales iban creando un marco muy propicio para su campaña.
—¿Algún miembro de su gabinete le comentó algo sobre la indisciplina del licenciado Camacho, de la que se hablaba en la prensa a partir de que se anunció la precandidatura del licenciado Colosio?
—Hubo comentarios de que su comportamiento no era el esperado.
—¿A qué se refirió cuando el 27 de enero de 1994, en Los Pinos, expresó la frase: “No se hagan bolas, el candidato es Luis Donaldo Colosio”?
—Lo digo en mi testimonio escrito (“que Colosio era el único candidato del PRI”).
—¿Por qué toleró lo que la prensa dio en llamar “las ambigüedades políticas de Manuel Camacho”?
—En diversas ocasiones conversé con él para que fuera más preciso y exacto en sus planteamientos públicos.
—¿Solicitó al licenciado Colosio que no perturbara las actividades del licenciado Camacho como comisionado?
—Conversé con él sobre la necesidad de enviar mensajes al grupo levantado en Chiapas de que había unidad en el gobierno. Nuevamente, Colosio comprendió la necesidad de contribuir a este clima.
—¿El licenciado Colosio expresó su malestar por el apoyo que observaba que el presidente de la República le brindaba al licenciado Camacho?
—Me preguntaba sobre la forma como se estaban apoyando los trabajos de Camacho… Externaba su preocupación o duda y siempre escuchaba con interés y concentración mis argumentos; si no lo convencían, lo decía; si no, volvía a preguntar y plantear. No hubo tema fundamental en el que no nos hubiéramos puesto de acuerdo.
—¿Le planteó como preocupación lo que se identificó como el protagonismo del licenciado Camacho?
—Preguntó sobre el motivo del despegue de Camacho en los medios. Comentamos que los eventos de los primeros días de enero acapararon la totalidad de la atención de los medios nacionales e internacionales. Los medios no mostraron interés en otro tema que no fuera el de Chiapas. Frente a esto fue necesario que el comisionado ocupara espacio en los medios para romper el monopolio que hasta ese momento tenía el grupo armado, y crear condiciones de opinión que literalmente obligaran al grupo armado a sentarse a dialogar.
—¿Existió compromiso de su parte para alentar o apoyar la eventual candidatura del licenciado Camacho en caso de que obtuviera resultados positivos en Chiapas?
—No.
—¿Consideró que si la campaña del licenciado Colosio no era adecuada, podría darse una sustitución?
—No.
—¿Pensó reformar la Constitución para considerar la posibilidad de otro sustituto, después de la muerte del licenciado Colosio?
—A la muerte de Colosio siguieron horas de terrible tensión, eran momentos de crisis política con riesgo de crisis económica y financiera y de gran desaliento social. Para la delicadísima tarea de encontrar la personalidad del nuevo candidato se decidió no obviar ninguna posibilidad para que en el futuro no pudiera decirse que no se intentó. Una de ellas fue precisamente ésta, a la que el propio partido, el PRI, sus legisladores y miembros manifestaron su rechazo.
—¿Le sugirió al licenciado Colosio que se entrevistara con el licenciado Camacho?
—Sí. Previo a la cena que tuvieron, conversamos de cómo coadyuvar a que Camacho terminara con sus ambigüedades y se concentrara en su trabajo como comisionado.
—¿Se enteró del resultado de esa entrevista?
—Sí. Colosio lo sintetizó en una frase: “Ya ve cómo es Manuel. Me dediqué a escuchar”. En ningún momento me manifestó que hubiera llegado a pacto o acuerdo con Camacho.
—¿El licenciado Camacho aspiró a ser candidato a la presidencia entre el 10 de enero y el 22 de marzo de 1994?
—No conocí ninguna manifestación explícita y concreta en ese sentido.
—¿Se reunió con el licenciado Camacho el 11 de marzo de 1994, después de una gira de trabajo por Monterrey?
—Sí.
—¿Qué fue lo que platicó el día en cuestión?
—Camacho me comentó que pensaba hacer una declaración pública en la que señalaría grupos, personas e intereses que, según él, eran contrarios a su labor y desempeño. Le hice ver que afirmaciones sin sustento sólo dañaban el clima de armonía pública, iban en demérito de su actuación y que si él se empeñaba en hacer una declaración pública sin sustento, yo anunciaría inmediatamente su remoción como comisionado.
—¿Con motivo de dicha reunión hubo una fuerte confrontación entre el compareciente y el licenciado Camacho?
—Sí, hubo un intercambio intenso y tenso, que culminó con mi señalamiento de que presentar ese texto en los términos por él señalados llevaría a su remoción inmediata.
—¿Durante el periodo de enero a marzo de 1994 hubo algún cambio en las relaciones entre usted y el licenciado Colosio?
—Sí, en tanto que cambia la relación entre el presidente y un colaborador, frente a la relación entre el presidente y el candidato del PRI a la presidencia. Nunca perdió su cordialidad, pero tenía otro nivel y otra dimensión.
—¿Se comunicó personal o telefónicamente con el coordinador de la campaña del licenciado Colosio, el doctor Ernesto Zedillo, entre el 28 de noviembre de 1993 y el 23 de marzo de 1994?
—En varias ocasiones. No hablábamos sobre ningún detalle de la campaña, sobre todo eran comentarios de cómo evolucionaba la situación y cómo iba siendo la perspectiva hacia adelante. El 23 de marzo conversamos en el despacho oficial ante los trágicos acontecimientos.
—Diga lo conversado el día de los trágicos acontecimientos.
—Los dos estábamos muy consternados, muy impactados, tratando de entender lo que estaba sucediendo.
—¿Por qué la presidencia de la República no hizo pronunciamiento público alguno sobre las versiones periodísticas que señalaban que el licenciado Colosio renunciaría a la candidatura, ni sobre la ruptura del licenciado Colosio con el compareciente?
—Está respondido en mi testimonio (“En ningún momento dudé que Luis Donaldo Colosio era quien mejor representaba las tendencias modernizadoras y democráticas dentro de mi partido… en ningún momento se dio una confrontación y mucho menos una ruptura entre Luis Donaldo y yo”). Por otra parte, mi experiencia en los medios me había mostrado que en ocasiones los temas se hacen grandes cuando se busca darles aclaraciones.

—Diga si el 27 de marzo de 1994 pidió a la señora Diana Laura que suscribiera una carta que exonerara al licenciado Camacho de toda sospecha en el asesinato del licenciado Colosio.
—Está en mi testimonio. Quería una expresión de la señora Colosio que contribuyera a serenar los ánimos sobre todo en virtud de lo que el licenciado Camacho había pasado durante su presencia en la funeraria (“la gran hostilidad que manifestó la militancia del partido en su contra. Me preocupó enormemente que ese ánimo público de coraje contra él pudiera desbordarse en otro acto de violencia”).
—¿Consideró que el licenciado Camacho, después de la muerte del licenciado Colosio, pudiera ser candidato a la presidencia de la República?
—Ninguna consideración.
—¿A mediados de marzo de 1994 dio instrucciones o sugirió a los licenciados Otto Granados, Patricio Chirinos, Emilio Gamboa y otros más que se comunicarán telefónicamente con el licenciado Camacho y le expresaran su apoyo?
—Camacho había manifestado que percibía hostilidad hacia su trabajo en Chiapas, de diversas áreas de la administración pública. Por ese motivo pedí a colaboradores que le hicieran ver que había aliento a su trabajo en las negociaciones de paz.
—¿Cómo y en qué forma se enteró del atentado que sufrió el licenciado Colosio el 23 de marzo de 1994?
—Al concluir un acto agrario en el Salón Vicente Guerrero de la oficina de Los Pinos encontré al jefe del Estado Mayor Presidencial y al doctor Córdoba, quienes me hicieron saber que había habido un atentado en contra de Colosio.
—¿Qué es lo que hizo en los momentos posteriores a dicho atentado?
—Me dirigí a mi despacho, hablé con mi médico personal, originario de Baja California, Enrique Wolpert, y le pedí que de inmediato se trasladara a Tijuana con el mejor experto que se tuviera para esta emergencia. Inmediatamente hablé con el secretario de Gobernación (Jorge Carpizo), quien estaba enterado, y en su despacho se encontraba el procurador general de la República (Diego Valadés), con quien también hablé y a quien pedí se trasladara a Tijuana. A partir de ese momento me estuve informando sobre el estado de salud de Colosio y empecé a recibir a colaboradores que se presentaban consternados por la noticia.
—¿A alguien más le pidió su intervención para darle seguimiento y atención al atentado?
—Busqué al gobernador de Baja California y se me informó que no estaba en su estado, por ese motivo, y estando presente en mi despacho el coordinador de la campaña de Colosio, el doctor Zedillo, me comuniqué con el gobernador de Sonora (Manlio Fabio Beltrones) para pedirle que siendo el más cercano al lugar de los hechos se trasladara a la ciudad de Tijuana, cosa que hizo.
—Diga si el 23 de marzo o días posteriores habló con el general Domiro (García Reyes) y qué comentaron al respecto.
—La noche del 23 de marzo el general Domiro se comunicó a mi despacho para hacerme saber que acababa de fallecer Colosio. Escuché a un hombre abatido y desesperado que decía “fallé”, “fallé”, y a quien le insistí que tenía que seguir pendiente porque la familia de Colosio seguía ahí… Mi impresión del general García Reyes fue la de un hombre con proclividad a suicidarse. Esa situación me preocupó mucho y de ahí mi insistencia de que tenía que seguir cumpliendo su responsabilidad.
—¿Fue informado y por quién sobre cómo se efectúa el traslado de Mario Aburto a la ciudad de México?
—Me informó el procurador para hacerme saber que había llegado a la ciudad de México para ser recluido en prisión.
—¿Le mencionaron la identidad de los que acompañaron a Aburto en dicho traslado?
—No recuerdo que nadie me haya hecho esa precisión.
—¿Cuándo fue la primera vez que vio el video en donde se aprecia la agresión que sufrió el licenciado Colosio?
—El video me fue mostrado por el licenciado Miguel Montes, cuando regresó de sus investigaciones iniciales en Tijuana. Lo acompañaba el licenciado Fernando Gómez Mont.
—¿Dichas personas tenían una opinión formulada sobre qué había pasado en Lomas Taurinas?
—Del video y de los movimientos de diversas personas suponían que podía haber un intento de acción concertada, sin embargo, hicieron ver que se requería un análisis más cuidadoso.
—¿Qué actitud asumió cuando en diversas versiones periodísticas se manejó que el asesinato del licenciado Colosio era producto de un complot de Estado orquestado por la presidencia?
—Me parecían tan descabelladas, tan ofensivas, tan ajenas a los hechos, que por eso también mi insistencia en dar todas las facilidades a la fiscalía especial.
—¿Por qué la presidencia de la República pidió al gobierno de Baja California que no investigara y que se ejercitara la facultad de atracción por parte de la PGR?
—Cuando el procurador general Valadés se encontraba en Tijuana, visitó al gobernador del estado, Ernesto Ruffo, y al pedir hablar con él se encontraba ahí el procurador del estado. Valadés le pidió al gobernador Ruffo que no estuviera en la conversación el procurador estatal porque tenía elementos para suponer que había presencia del narcotráfico en la procuraduría estatal. Valadés me comentó que el gobernador Ruffo se molestó por este planteamiento, pero que finalmente accedió a que se ausentara su procurador y al quedar solos el procurador Valadés le planteó al gobernador que consideraba necesario ejercer la facultad de atracción. Valadés me ha informado que el gobernador Ruffo accedió de muy buena voluntad. La atracción se ejerció por el motivo anterior, y sobre todo porque se trataba de la muerte violenta del candidato del PRI a la presidencia, hecho inédito en la historia del país.
—En una entrevista del periódico Reforma, el doctor Córdoba señaló que siempre se opuso a la llamada “campaña contra la campaña”, y que lo hizo expresándole su opinión al punto de generar molestia.
—No recuerdo que el doctor Córdoba haya utilizado esa expresión… no recuerdo que haya generado molestia. Recuerdo que manifestó su preocupación por la designación y comportamiento de Camacho. Yo le expliqué los motivos de la designación.
—¿Sabe de la influencia que el doctor Córdoba tuvo en la campaña del licenciado Colosio?
—No conocí ninguna influencia.
—Diga si por conducto del doctor Córdoba envió previamente al licenciado Colosio un proyecto o sugerencia sobre el discurso que debía pronunciar el 6 de marzo de 1994.
—No.
—Diga si el discurso que el licenciado Colosio pronunció el 6 de marzo de 1994 le provocó alguna reacción adversa1.
—Adversa no. Comentario sobre él, sí le hice… El comentario se refería a sus señalamientos en el discurso sobre las facultades presidenciales. Le comenté que tal vez no era bueno rechazar facultades que después iba a necesitar.
—Diga si consideró que dicho discurso lesionaba su imagen como presidente.
—No.
—¿Sabía si entre el equipo del coordinador de campaña y los colaboradores y amigos cercanos del candidato había diferencias?
—No conocía el detalle, más supe de ellas después que falleció Colosio. Eran diferencias entre algunas gentes cercanas a Colosio y la coordinación de campaña. Hasta donde recuerdo el único punto relevante era que la coordinación de campaña quería ser más austera.
—¿En la presidencia de la República se creyó en la validez de la hipótesis que públicamente manejó el entonces procurador general, en el sentido de que Mario Aburto era el único autor de los dos disparos que recibió el licenciado Colosio?
—Yo estaba atento a la información que producían las instancias responsables y sobre eso me guiaba.
—¿Tuvo conocimiento de que el licenciado Colosio, durante el desarrollo de su campaña, expresó ante diferentes personas su desconcierto ante diversas actitudes suyas y que se resumían en la frase: “por qué me hace esto mi amigo”?
—Nunca me lo expresó a mí directamente. No recuerdo a nadie que me lo haya comentado.
—¿Habló con Manlio Fabio Beltrones del homicidio del licenciado Colosio?
—Hablé con él el 23 en la noche para que se trasladara a Tijuana. No recuerdo el detalle de la conversación. No recuerdo que me haya visitado en Los Pinos, porque las siguientes horas fueron muy intensas.
—¿Sabe de una reunión mensual que tenían varios políticos y empresarios mexicanos a la que asistían, entre otros, Raúl Salinas de Gortari, Carlos Hank, Emilio Gamboa, Manlio Fabio Beltrones, Hernández Barrera y eventualmente el licenciado Colosio?
—Creo recordar que se reunían. No sé de qué trataban esas reuniones.
—Diga si sabe si el ingeniero Raúl Salinas, previo a la nominación del doctor Zedillo, promovió la candidatura presidencial del licenciado Manlio Fabio Beltrones.
—No, nunca conversé de esas cuestiones con miembros de mi familia. El gobernador de Sonora estaba impedido legalmente para ser candidato.
—Diga si supo, antes de la nominación del licenciado Colosio, cuál era el candidato de Carlos Hank González, Emilio Gamboa, Rubén Figueroa, Manlio Fabio Beltrones, Fernando Gutiérrez Barrios.
—No.
—¿El doctor Córdoba intervenía de alguna forma en las cuestiones relacionadas con la seguridad interior del país?
—Ninguna, excepto su presencia en las reuniones donde se podría tratar el tema.
—¿Cuáles fueron las razones por las que el doctor Córdoba fue relevado de su encargo como jefe de la Oficina de la Presidencia.
—Este relevo se había planteado desde principios de año para que él ocupara una posición en el Banco de México. Decidí ir previendo la nominación del doctor Córdoba a una posición así y finalmente se materializó en el Banco Interamericano de Desarrollo.
—¿La salida del doctor Córdoba estuvo determinada por su cercanía con el doctor Zedillo?
—No de manera fundamental, porque su salida estaba prevista desde antes de que el doctor Zedillo fuera postulado.
—¿El decir “no de manera fundamental” implica que de alguna manera sí se tomó en cuenta dicha relación?
—De manera muy marginal, porque no fue la razón fundamental de su salida… Lo que quiero decir con marginal es que con la llegada de la candidatura del doctor Zedillo decidí que era el momento de materializar lo que desde antes estaba previsto.
—¿En su calidad de jefe de la Oficina de la Presidencia el doctor Córdoba transmitía instrucciones o mensajes presidenciales a secretarios de Estado o subsecretarios, gobernadores o titulares de órganos desconcentrados o descentralizados?
—Las instrucciones las transmitía yo directamente a través de acuerdos bilaterales o a través de la red.
—¿Tuvo reportes del CISEN sobre anónimos que informaban que querían matar al candidato?
—No recuerdo haberlos tenido.
—¿Estima que la muerte del licenciado Colosio dañó a algún grupo político o económico?
—Dañó a todos los que teníamos relación íntima y personal con él; dañó a los que durante años nos formamos juntos y trabajamos con aspiraciones comunes. Dañó a una generación que compartía afinidades, metas, propósitos. Pues sí. Sí conozco a quienes resultamos dañados.
—¿Sabe qué grupos o personas pudieran haber estado resentidos con su gobierno?
—Fundamentalmente, quienes dentro del Estado estaban en contra de una economía abierta y competitiva; en contra de la competencia transparente y democrática por el poder; y en lo social, en contra de la creación de nuevas bases y grupos populares… en general, los que estuvieron en contra de la modernización y el cambio.
—¿Llegó a recibir información que mostrara a las organizaciones del narcotráfico como interesadas en privar de la vida al licenciado Colosio?
—No directamente. Comentarios en la prensa, pero ninguna evidencia sólida.
—¿El licenciado Colosio le comentó sobre amenazas que hubiese recibido por parte de los integrantes de cualquiera de los cárteles de la droga?
—Ninguna.
—Hay una carta suya enviada a los medios de comunicación, que apareció publicada el 4 de diciembre de 1995 bajo el título: “Acusa de atacarlo a narcos, Echeverría y colaboradores de éste”. ¿A qué facciones se refiere o grupos se refiere cuando afirma que quieren hacerlo “el villano favorito”?2
—No me refiero a persona en específico o grupo en particular, excepto que en el texto de la carta hago ver que sí he encontrado una actitud hostil del ex presidente Luis Echeverría y personas que participaron con él.
—¿En qué consiste el ambiente hostil que refiere?
—En las expresiones públicas que tuvo hacia mi persona en meses previos a la fecha en que emití esa declaración… En particular recuerdo una expresión de él de un supuesto interés o intención de transexenalización en mi administración.
—En dicha carta refiere: “durante mi gobierno tuve que afectar muchos intereses para proceder entre otros aspectos medulares a la apertura de la vida política… dejando atrás las relaciones sociales dominadas por grupos aferrados al poder a lo largo de varios decenios. Fueron reformas para romper el control de grupos políticos enquistados en el Estado”. Diga cuáles fueron los intereses que afectó.
—Concretamente, me estaba refiriendo al señor Joaquín Hernández Galicia, que tenía gran presencia en el partido y en labores de Estado y sobre todo en la industria petrolera.
—¿Hay otras personas o grupos que haya afectado?
—Como intereses puedo señalar que cuando se vive una economía cerrada quienes se benefician de esa protección tienen utilidades importantes; cuando se libera, se pierden esas utilidades, quien se beneficia es el consumidor. Ésos fueron los intereses afectados.
—¿Cuáles eran los grupos aferrados al poder durante varios decenios?
—Uno de ellos, el de Joaquín Hernández Galicia. También dejó su posición hegemónica el sindicato de maestros, el profesor Carlos Jonguitud.
—¿En qué consistió la reacción “tremenda” de los grupos afectados a que se refiere en su carta?
—Sobre todo en expresiones de difamación y acoso de que he sido objeto estos dos últimos años… en la avalancha de comentarios agresivos en los medios en contra mía.
—¿Cuáles fueron los grupos que según su carta criticaron sin reserva ni medida la campaña del licenciado Colosio?
—Recuerdo comentarios y editoriales y discursos políticos muy hostiles… recuerdo discursos muy agresivos de Porfirio Muñoz Ledo. Las críticas eran porque no veían un planteamiento de Colosio que pudiera satisfacer sus propias visiones.
—¿Cuáles son los grupos e intereses que quisieron imponer a su candidato como relevo, tras la muerte del licenciado Colosio?
—Me refiero a la visita que horas después de la muerte de Colosio me hizo de manera intempestiva en Los Pinos el licenciado Luis Echeverría. Echeverría me compartió su reflexión de que el candidato debía ser alguien que no hubiera tenido relación con la campaña de Colosio y el nombre que sugirió fue el de Emilio Gamboa.
—¿Cuál fue su respuesta?
—Que lo transmitiría al PRI.
—¿A qué otros grupos e intereses se refería?
—Otro caso fue el del desplegado promovido por el diputado Augusto Gómez Villanueva el 25 de marzo, mientras asistíamos a los funerales de Colosio, buscando obtener firmas de apoyo para la posible candidatura de Fernando Ortiz Arana.
—¿Sabe si las personas que ha mencionado obstaculizaron la campaña del licenciado Colosio?
—No cuento con elementos.
—¿A qué se refiere cuando afirma en su carta que los grupos que ha mencionado tienen un proyecto político claro y preciso ante las circunstancias actuales?
—Mi impresión es que ellos defienden un modelo de economía cerrada con reducida competencia política y mecanismos tradicionales de ejercicio de la autoridad.
—¿Quiénes?
—En específico, Luis Echeverría y Augusto Gómez Villanueva.
—¿A quiénes más se refiere cuando dice en su carta que pareciera que para Echeverría y otros la candidatura del licenciado Colosio era precisamente “la posibilidad de que se mantuviera un modelo de liberalismo social”?
—Cuando el año pasado el licenciado Echeverría se manifestó en contra del liberalismo social, yo lo leí como una expresión en contra de quienes encabezaban esa propuesta. Colosio había hecho suyo el planteamiento de liberalismo social.
—En otra parte de la misiva dice: “En ese momento no me parecía que las iniciativas de estos individuos tuvieran relación con los acontecimientos dolorosos que habían estado sucediendo en el país desde enero de 1994”. ¿Quiénes son esos individuos y a qué acontecimientos alude?
—Los mencionados Hernández Galicia, el profesor Jonguitud, Luis Echeverría, Augusto Gómez Villanueva y Porfirio Muñoz Ledo. Los acontecimientos son los que empezaron con el levantamiento en Chiapas. Pero no tengo elementos que vinculen a estos individuos con los acontecimientos dolorosos de 1994.
—¿Sabe si existe alguna relación entre los grupos e intereses que ha mencionado y el homicidio del licenciado Colosio?
—No.
—¿Sabe si el ingeniero Raúl Salinas, después del homicidio del licenciado Colosio, visitó a la señora Diana Laura Riojas?
—No tengo conocimiento.
—¿Sabe si el grupo de intereses en contra del cual pudiera haber estado el licenciado Camacho lo formaban José Córdoba, Raúl Salinas, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa.
—No conocí que estas personas formaran un grupo así.

Interrogatorio a Manuel Camacho Solís

—¿Estuvo de acuerdo con la nominación del PRI en relación con la candidatura del licenciado Colosio a la presidencia?
—Yo dije: no estoy en contra de la candidatura de Luis Donaldo, pero sí en contra del grupo de interés que está detrás de él. Y dos, le llamé para desearle éxito.
—¿Puede precisar cuál es el grupo de interés al que se refiere?
—Personajes políticos con muchísimas alianzas: Raúl Salinas, José Córdoba, Emilio Gamboa y otros.
—¿Cuál fue la razón por la que el 28 de noviembre no acudió a saludar al entonces precandidato a la presidencia?
—Por lo que acabo de decir y por otra razón: los tiempos están cambiando, teníamos el antecedente del 88, teníamos los cambios que habían ocurrido en la sociedad y pensé que era indispensable establecer una diferencia con los viejos métodos del sistema autoritario que, estaba demostrado, no estaban ya cumpliendo con lo que antes se había logrado.
—¿Después de la designación del licenciado Colosio como candidato, le ofreció algún tipo de apoyo a su campaña?
—Mi posición como comisionado para la paz en Chiapas fue de mantener imparcialidad, fue una posición de Estado para hacer posible la negociación de paz. Desde esa posición no tuve candidato, no podía apoyar a ninguno de los tres candidatos principales.
—¿Estuvo enterado del desarrollo de la campaña?
—Recuerdo una conversación con José Córdoba, en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Pensando en los intereses de Luis Donaldo le reclamé, sabiendo de su influencia en la campaña y de su íntima relación con el coordinador de ésta, que cómo era posible que ante una situación nacional que exigía de la inmediata presencia del candidato estuvieran pasando tantos días sin que arrancara la campaña; que eso me parecía un grave error porque las candidaturas se consolidan desde las acciones iniciales. Con extrañísima lógica, el doctor Córdoba me dijo que la mejor campaña era que no hubiera campaña, que de acuerdo con sus investigaciones desde la Oficina de la Presidencia, entre más competencia política había eso perjudicaba al PRI y favorecía a la oposición. Una vez que me voy a Chiapas, el nivel de información sobre la campaña es mínimo.
—¿Por qué sabía que el doctor Córdoba tenía influencia en la campaña del licenciado Colosio?
—Porque el doctor Córdoba tenía influencia en todas las principales actividades del gobierno; en el gabinete económico era una pieza central. En los asuntos políticos, las decisiones del PRI se tomaban en su oficina; por ahí pasaban los documentos principales. Y porque José Córdoba era el principal instrumento del presidente en todas las tareas de esa naturaleza. Y por una razón adicional: por su estrechísima relación personal y alianza política de siempre con Ernesto Zedillo, coordinador de campaña de Colosio.
—¿Transmitió al licenciado Salinas alguna opinión sobre la campaña del licenciado Colosio?
—Era uno de los temas que se discutía centralmente, sobre todo vinculado con la posibilidad que manejaban los medios de que yo pudiera ser candidato a la presidencia.
—¿Qué comentarios le hizo el licenciado Salinas a raíz de lo anterior?
—La principal preocupación era que en los medios políticos se había creado la impresión de que yo quería ser presidente de la República y su exigencia, de manera muy clara, fue que yo dijera enfáticamente que no tenía esa aspiración.
—¿Cuál fue su respuesta?
—El 11 de marzo habíamos quedado que yo haría una declaración pública al respecto, con la que yo estaba de acuerdo, pero ocurrieron una serie de cosas que me llevaron a fijar una posición como la que presenté en la conferencia de prensa del Hotel Presidente. Dije que frente a todo lo que estaba ocurriendo, frente a los ataques contra mi equipo (y también frente a las múltiples amenazas que yo recibí), prefería ser un factor que empujara la transición a la democracia; es decir, no quería ser candidato, quería utilizar mi prestigio político para asegurar la paz, pero no estaba dispuesto a restringir mis derechos ciudadanos.
—¿Discutió los términos de este comunicado con el presidente Salinas?
—Se los presenté antes de darlos a conocer y fue motivo de una profunda confrontación personal.
—¿En qué consistió esa confrontación?
—El presidente me exigió que hiciera esa declaración. Me amenazó si no la hacía, le dije que yo por la fuerza no me iba a doblar y que yo estaba dispuesto a hacerlo, pero no en las condiciones que se me querían imponer, sobre todo después del trabajo que habíamos hecho para frenar la guerra en Chiapas. El presidente sabía que la paz era mi flanco débil y entonces vino la amenaza mayor, o tú aceptas, o dejas de ser comisionado, lo cual significaba que se venía abajo todo el proceso. Me pidió que hiciera algunos cambios al documento. Algunos los tomé en cuenta, otros no, y así llegué al Hotel Presidente, donde los medios esperaban una candidatura, con la posición anticlimática de decirles que yo prefería ser un factor a favor de la transición.
—En relación con una respuesta anterior sobre múltiples amenazas en contra suya, ¿cuáles eran esas presiones?
—Las presiones ya las precisé, lo dije cuando mencioné la relación con el presidente Salinas, y en relación con las amenazas se dieron tan frecuentes, por ejemplo a los teléfonos de mi casa, que tuve que cambiar los números.
—¿Por qué razones el presidente Salinas lo nombró comisionado para la paz?
—El texto de esa conversación está en los papeles que me robaron de mi casa, mismos que fueron llevados a la oficina del doctor Zedillo y que éste envió a las oficinas del licenciado Salinas, lo cual constituye otro hecho grave más en la vida política del país3. Como ahí se relata, llegué a ver al presidente, siendo secretario de Relaciones Exteriores, para decirle que era indispensable cambiar la línea del gobierno. La posición del gobierno, la posición de José Córdoba era el exterminio del movimiento. Le dije que yo no podía convalidar esa línea porque no estaba dispuesto a contestar a los noticieros de Estados Unidos sobre cuántos muertos había habido en México. Llegué al límite. No estoy dispuesto a seguir siendo parte de este gobierno si no cambias la línea política y no sólo eso, me iré con el movimiento cívico a las calles para luchar a favor de la paz y la defensa de los derechos humanos. El presidente me hizo ver que eso provocaría la fractura del régimen. Fue a partir de ahí que convenimos y acepté ser comisionado.
—Consideró que su nombramiento, con el carácter de honorario, lo ponía en una eventual posición de candidato presidencial sustituto?
—Yo no podía estar pensando en que iba a ser candidato sustituto después de lo que había vivido en el destape anterior. Yo no era el hombre de Salinas. Por la información que tengo, pienso que aún en el caso de que no se hubiera aprobado el TLC, Salinas no estaba pensando en mí para sucederlo, Salinas estuvo pensando —en una situación de turbulencia política— en Patrocinio González. Había razones muy poderosas para que no pudiera haber una confianza ya completa entre nosotros dos.
—¿Le manifestó al licenciado Salinas alguna inconformidad por no haber sido nominado?
—La demostré con la diferencia que establecí en los hechos que acabo de hacer relación, y su respuesta fue decir que yo había hecho un capricho. Adjetivo que se repite a lo largo de la historia de nuestro país siempre que hay una diferencia con el poder.
—¿Solicitó al licenciado Salinas, entre el 10 de enero y el 22 de marzo de 1994, que requiriera a sus colaboradores que lo apoyaran o dejaran de criticarlo?
—Sí, le pedí que solicitara a sus colaboradores que dejaran de atacarme porque no era asunto personal, era una tarea y una responsabilidad institucional.
—¿Cuáles eran los colaboradores que lo atacaban?
—Quienes pensaba que lo hacían eran José Córdoba, Emilio Gamboa, Otto Granados y no recuerdo si antes o después, Beltrones.

—¿En qué forma se enteró del atentado que sufrió el licenciado Colosio?
—Estaba en Chiapas, en una reunión en casa del obispo Samuel Ruiz, cuando alguien pasó una tarjeta que informaba sobre el atentado. Busqué al presidente para confirmar la información. En ese momento me dirigí a la sala de prensa para expresar mi duelo y mi más enérgico rechazo.
—¿Supo de alguna persona o grupo político que pudiera haber estado en desacuerdo con la candidatura del licenciado Colosio?
—Yo nunca he confundido una lucha política con una conducta criminal. No sé si Colosio tenía enemigos, precisamente por su carácter bondadoso, para llegar a su crimen.
—¿Qué actitud asumió cuando los medios manejaron que el asesinato del licenciado Colosio era un complot de Estado?
—Yo he aprendido que uno no puede guiarse en el gobierno por apreciaciones, sino a partir de los hechos. Yo no podía sacar en el momento ninguna conclusión porque no tenía información relevante. Las únicas tres cosas que eran importantes para mí fueron: dejar establecida en el primer contacto con los medios la misma posición que había definido el 22 de marzo: no iba a ser, bajo ninguna condición ni circunstancia, candidato a la presidencia. Dos, mi sorpresa por la manera como se estaban manejando los acontecimientos en mi contra y la pregunta que yo me hacía: ¿esto era parte de una horrible conspiración? Y lo tercero, eran consideraciones estrictamente personales: la seguridad de mi familia, mi propia seguridad, la de mis colaboradores y la importancia que yo le daba, ya fuera de cualquier consideración política, a poder ir a decir a Diana Laura que sentía mucho la muerte de su esposo.
—¿Sabe si a fines de marzo de 1994 el licenciado Salinas le solicitó a Diana Laura Riojas que firmara una carta que lo exoneraba a usted de cualquier vínculo con el homicidio?
—En parte es cierto y en parte no. A mi llegada de San Cristóbal, el día 24, fui a Los Pinos. Hablé con el presidente. El primer punto de ambos fue el descarte de mi persona para la candidatura. Te pido que bajo ninguna circunstancia sea yo considerado. Él me dijo: eso he pensado y coincido plenamente. Había visto ya la televisión, la uniformidad del posicionamiento político y el quererme atribuir a mí la responsabilidad del crimen. Me había llamado mucho la atención la manta que había aparecido en Lomas Taurinas, “Camacho y Marcos te vigilan”. ¿Cómo una manta así cuando había tal cantidad de vigilancia? Me había llamado más la atención ver que ese era un tema en los medios desde la noche: el rechazo a Camacho y el enardecimiento contra su persona en el edificio del PRI, proyectado por televisión a toda la nación. Y sabía que en Gayosso había gente preparada para que a mi llegada se me insultara y se me agrediera. No obstante, decidí ir a Gayosso y así se lo informé al presidente. El presidente llamó al general Cardona para que yo pudiera ser recibido sin contratiempos. A mi llegada me encontré con que no había ninguna posibilidad de ser recibido, porque ni siquiera encontré a nadie, a ningún representante del gobierno. Y únicamente vi a los grupos de ambulantes y de peticionarios que gritaban consignas en mi contra y algunos prácticamente querían agredirme. Para mí eso no tenía mayor importancia. Sabía que no era una reacción natural, al punto de que a mi salida de Gayosso una parte de esos contingentes me acompañaron a mi vehículo y cambiaron el grito de “Muera Camacho” por “Viva Camacho”. Con dificultad pude entrar al segundo piso donde estaba Diana Laura y se celebraba en ese momento una misa. Esperé a que terminara la misa y recibí dos mensajes diciéndome que la señora decía que yo no era grato en ese lugar. Al primero que me llevó el mensaje, en tanto que entre otras cosas, había sido fuente de las amenazas de muerte contra mi persona, según se me había comentado en las semanas anteriores, no le quise dar ninguna importancia. Cuando vi que eran dos, pensé que en efecto se trataba de un mensaje real y decidí salir de Gayosso. En ese mismo lugar, en la calle, me rodearon los periodistas y fue ahí donde dije que bajo ninguna circunstancia iba yo a ser candidato a la presidencia de la República. No por los gritos de los acarreados. Bajo ninguna circunstancia iba yo a aceptar a ser candidato en el contexto de un crimen y de todo lo que pudiera estar atrás.
Salí de Gayosso y me dirigí a la oficina del presidente; le dije lo que había pasado. Me dijo que de todas maneras él pensaba que era lo correcto, y yo le dije que lo correcto era haber ido a presentar mis condolencias a Diana Laura, independientemente de los hechos que se habían presentado. Le dije que me llamaba mucho la atención que de las órdenes que yo oí que se dieron, simplemente no hubo nada, y que una cosa es que no fuera ser candidato, pero otra que se valiera que quisieran arrojar sobre mi persona la responsabilidad de un crimen. Que eso no tenía ninguna justificación ni moral, ni legal, ni política. Y que en las circunstancias que se habían creado, la única manera de parar esa embestida sería que alguien con autoridad moral la frenara. Y que no veía yo a ninguna otra persona con esa autoridad que no fuera Diana Laura. Que por tanto y ya considerando que no sólo no iba a ser candidato, sino que por el manejo trágico de los acontecimientos que se estaba haciendo, mi vida política estaba terminada, que yo le hacía una solicitud de carácter humanitario para que ella me diera una carta, no en donde dijera que yo no era el responsable del crimen, sino donde aclarara si en efecto ella pensaba que yo lo era, o simplemente estaba enojada por las posiciones que yo había mantenido en los meses previos.
Esa carta era mi seguro de vida y la protección de mi familia. Yo redacté el texto —le pedí al presidente se lo llevara a Diana Laura— precisamente en esos términos: separar el crimen de las circunstancias políticas. Eso es todo lo que pedí. Creo que eso lo merecía cualquier ser humano en una circunstancia equivalente. Tenía miedo, también, de que alguno de los múltiples ambiciosos que estaban en ese entorno político, pudiera llevar a la señora a quien tanto respetaba, alguna información calumniosa, que ella sin todo conocimiento, pudiera expresar en público. Sabía yo que una cosa así para mí podría ser hasta la muerte. Hice esa solicitud a Diana Laura porque conocía de su honestidad, de su inteligencia y de su calidad humana. Ella había sido colaboradora nuestra en la Subsecretaría de Desarrollo Regional. Era tal mi simpatía por ella que unos cuantos meses antes le llevé a regalar un óleo que tenía de su pintor predilecto, deshaciéndome de algo que a mí también me gustaba, pero sabía que a ella le iba a gustar más. Y tal fue la calidad moral de esa mujer, que aun en el clima de envenenamiento en contra de mi persona que se había creado, tuvo el acto de grandeza de jamás decir, insinuar o sugerir que yo pude haber participado en ese crimen. En la única declaración verdaderamente suya al respecto, que dio al periódico El País, y que según recuerdo se reprodujo en la revista Proceso, Diana Laura fue muy clara: Contra Camacho no tengo otra cosa más que políticamente no haya apoyado a Donaldo. Con su conducta intachable y con su voz, Diana Laura firmó la carta que yo le pedí. Quienes carecen de toda ética, o no sé por qué razones lo hagan, han dicho que esa carta era para que yo pudiera ser candidato. Ellos saben perfectamente que en ningún instante quise ser candidato después de los acontecimientos que habían ocurrido.
—¿Puede precisar quién era la persona que identifica como fuente de amenazas en su contra?
—Esto vino de una comida en donde el colaborador de Emilio Gamboa, Raúl Zorrilla, dijo, según me fue comentado por gentes de mi confianza, que si Camacho seguía con su protagonismo lo iban a tener que matar. Este tipo de comentarios los escuché también en Chiapas, a veces periodistas extranjeros me decían haber escuchado comentarios semejantes.
—¿Considera haber tenido un ruptura política con el licenciado Colosio?
—Le acabo de comentar que nunca estuve en contra de la candidatura de Colosio, estuve en contra del grupo de interés que estaba atrás de Colosio.
—¿Cuál era la razón por la que estaba en contra de ese grupo de interés?
—En algún caso, porque el candidato de ese grupo de interés no había sido inicialmente Luis Donaldo Colosio. Pensaba yo que estaban metidos algunos en la corrupción. No veía en ninguno la voluntad de llevar al país a la democracia, sino más bien de perpetuarse en el poder para los próximos 24 años, como lo dijo un miembro del gabinete actual. Ésos eran los intereses y las cosas con las que yo no estaba de acuerdo, y por eso ellos tampoco confiaban en mí.
—¿Sabe quién era inicialmente el candidato de ese grupo de interés?
—El candidato de José Córdoba siempre fue Zedillo, hasta que ya no estuvo al final en la competencia y entonces se inclinó por Colosio. El candidato de Raúl Salinas siempre fue Colosio. Desconfiaba profundamente de Pedro Aspe y de mí.
—¿Cuáles miembros de ese grupo de interés estaban en la corrupción?
—Yo pensaba que Raúl Salinas. Tengo la convicción de que el doctor Zedillo es un hombre honesto que nunca participó en ningún negocio. Y de Gamboa he oído muchas cosas, pero no me consta nada.
—¿Sabe por qué Mario Aburto Martínez, al llegar a las instalaciones de la Policía Judicial Federal, solicitó hablar con usted?
—Eso fue lo que dijo Manlio Fabio Beltrones, que a él se lo había dicho. Yo lo consideré exactamente en la misma jerarquía que las mantas de Lomas Taurinas, como lo que se había publicitado en la televisión contra mi persona y la bajeza que se había organizado en mi contra en la agencia Gayosso.
—¿Cómo se entera que los papeles que le fueron robados en su casa llegaron a manos del doctor Zedillo y éste a su vez los entregó al licenciado Salinas?
—Por versión de ambos. Y me pareció un hecho grave que ellos fueran parte de eso, que no dijeran nada públicamente, que buscaran que con esos documentos me desprestigiaran, que no hubieran frenado la publicación de los mismos a sabiendas de que iba a haber la publicación, ya que yo le había anticipado esa información al presidente; que todavía después de eso, el presidente siendo jefe de Estado fuera a desayunar al periódico El Economista, y que el doctor Zedillo y sus hombres mantuvieran el apoyo y la confianza en ese medio. Pero la historia no terminó ahí. Ante ese hecho delictivo en mi contra tuve la precaución de registrar en Derechos de Autor esos papeles y en esta administración se tuvo la desfachatez de que se publicaran como libro, con un título denominado “Yo, Camacho”, después de una reunión celebrada en el avión presidencial en la que se discutían distintas formas de golpearme.
—¿Supo de la existencia de un grupo de empresarios y políticos denominado el Grupo de los Diez?
—Lo supe porque ése era uno de los sitios donde se preparaban las principales estrategias políticas en mi contra. No recuerdo en este momento quién de ellos me lo dijo, pero me relató un hecho importante. Estando sentados a comer, Raúl recibió una llamada. Se levantó de la mesa diciendo que tenía que ir a Los Pinos porque Manuel Camacho lo estaba acusando de actos de corrupción con el presidente. Después de la comida, a la hora de los coñac, regresó y dijo que ya había parado esas calumnias y a este “hijo de la tal”. Como es lógico, la percepción de los asistentes era de que yo no contaba con el apoyo presidencial y eso facilitaba la construcción de las líneas de ataque político en contra de mi persona.
—¿Le hizo saber actos de corrupción del ingeniero Raúl Salinas al entonces presidente?
—Le dije al presidente todo lo que a mí me llegaba de información al respecto. Al presidente le dije siempre todo lo que sabía aun aquello que pudiera perjudicarme.
—¿Cuál fue la respuesta que le dio el presidente?
—Que hablara con Raúl. Recuerdo alguna referencia que había hecho el ingeniero Heberto Castillo de algunas importaciones de azúcar, no recuerdo bien, en la campaña política del ingeniero Castillo. Hablé con Raúl, y en esa y otras ocasiones negó por completo los hechos.

Interrogatorio a Ernesto Zedillo

—¿Cómo se dio su designación como coordinador general de la campaña del licenciado Luis Donaldo Colosio?
—Al día siguiente de su postulación como candidato, el 29 de noviembre de 1993, Colosio me llamó a mi oficina alrededor del mediodía y sin mayor preámbulo me ofreció la coordinación general de su campaña y me pidió presentarme de inmediato en su oficina de Sedesol. Al indicarle mi aceptación de su propuesta, me comentó que se proponía hacer enseguida el anuncio correspondiente. Procedí a comunicarme con el presidente de la República para informarle mi decisión de renunciar a la SEP. Pocos minutos después el propio Colosio hizo el anuncio.
—Además de la función natural que corresponde a un coordinador general de campaña, ¿le encargó el licenciado Colosio la misión de fungir como enlace con el entonces presidente de la República?
—Él siempre mantuvo comunicación directa con el presidente y sus principales colaboradores, por lo que no procedía tener un enlace formal distinto a él mismo. Sin embargo, cuando estaba fuera de la ciudad, en campaña, yo servía para transmitir mensajes.
—¿Sabe si el licenciado Colosio fue informado previamente por el licenciado Salinas de Gortari del nombramiento de Manuel Camacho Solís como comisionado para la paz en Chiapas y, en su caso, del carácter con que se haría tal designación? ¿Qué opinión tuvo el licenciado Colosio sobre dicho nombramiento?
—La noche del 9 de enero de 1994 el licenciado Salinas me comunicó que pensaba involucrar a Camacho en el asunto de Chiapas. No me dijo el carácter específico que tendría su responsabilidad. Tengo la impresión de que fue lo mismo que se le comunicó a Colosio esa misma noche. Me parece que fue hasta la mañana del 10 de enero, estando en Huejutla, Hidalgo, cuando se enteró Colosio de los términos precisos de la designación de Camacho. Estimo que ni para él ni para ninguno de sus colaboradores cercanos, incluyéndome a mí, fue grato dicho nombramiento, ni mucho menos los términos en que se hizo. Pensamos que había sido una decisión muy desafortunada que sería aprovechada por Camacho en función de sus ambiciones políticas personales. Convenimos en más de una ocasión, Colosio y un servidor, que una vez más había tenido éxito la táctica de Camacho de atemorizar al presidente con la real o supuesta gravedad de algún problema, para luego postularse a sí mismo como el único capaz de resolverlo.
—¿Cuál fue la planeación inicial respecto a la fecha y lugar para el inicio de campaña y qué cambios se dieron con motivo de los sucesos de Chiapas, del 1 de enero de 1994?
—Se programó iniciar la campaña el 10 de enero de 1994, y así ocurrió. Sin embargo, debido a los sucesos de los primeros días de ese mes, se cambió el arranque, que sería en la costa de Chiapas, a Huejutla, Hidalgo.
—¿Sabe si el licenciado Salinas de Gortari solicitó al licenciado Colosio, a principios de marzo de 1994, que suspendiera la gira que tenía programada en el estado de Chiapas y las razones de ello?
—Colosio me comentó, alrededor del 1 de marzo de 1994, que estaba pensando hacer muy pronto una visita sorpresa a Chiapas al margen del programa y los mecanismos de campaña. Ignoro las razones por las cuales no se llevó a cabo dicha visita.
—¿El ambiente político de 1994 fue adverso a la campaña y se propició para afectar al licenciado Colosio? ¿Cuál era la percepción del candidato a este respecto?
—No creo que la aparición del EZLN haya sido planeada específicamente para afectar nuestra campaña política, pero los sucesos de Chiapas y la interpretación que algunos medios le confirieron a la estrategia gubernamental para enfrentar ese problema afectaron las circunstancias en que debió desarrollarse la campaña. Desde luego los involucrados, empezando por Colosio, percibimos condiciones menos propicias para el desenvolvimiento de la campaña, especialmente por el protagonismo que el asunto Chiapas había cobrado y por el importante cambio que se había dado en las percepciones de la gente respecto a la situación del país a raíz de los hechos violentos de los primeros días de enero. Como indiqué antes, nos molestaba mucho la actitud del licenciado Camacho y el que una vez más abusara de la confianza del presidente, quien a su vez mostraba según nosotros una evidente debilidad de carácter ante los desplantes de su comisionado. Nos tomó tiempo admitir que en esos momentos no era posible disputar la mayor atención noticiosa nacional a todo lo que tuviese que ver con Chiapas, pero que además no era necesario para ser exitosos en la campaña en su inicio.
—¿Fue testigo de una conversación telefónica entre el licenciado Salinas y el licenciado Camacho la tarde del 28 de noviembre de 1993, según lo refirió el propio licenciado Salinas en su declaración ministerial? En su caso, ¿sabe sobre qué tema versó esa conversación?
—El día de la postulación, el 28 de noviembre de 1993, alrededor de las tres de la tarde estuve presente cuando el licenciado Salinas sostuvo una conversación telefónica con Camacho. Según me comentó el propio licenciado Salinas, Camacho estaba molesto, se rehusaba a acudir a felicitar a Colosio, se retiraba a reflexionar y al día siguiente haría pública su posición.
—El ex presidente llegó a expresarle las razones por las que habría nombrado al licenciado Camacho comisionado para la paz con el carácter de honorario?
—En una conversación que sostuve en febrero de 1994 le expresé mi convicción de que el nombramiento de Camacho no habría de servir para resolver el asunto de Chiapas y le dije que su comisionado estaba aprovechando la confianza presidencial para tener un protagonismo político que en nada servía al proceso electoral. Me contestó que su responsabilidad era procurar por cualquier medio la tranquilidad del país, para que las elecciones transcurriesen en condiciones propicias para el triunfo de Colosio y que a ello obedecía su decisión. Le recordé la actitud de Camacho el día de la postulación, a lo que me respondió, incluso molesto, algo así como que entendiésemos que lo único que quería era ver a Donaldo sentado en la silla el primero de diciembre, con lo que concluyó la conversación.
—¿Conoció las razones por las que el 22 de marzo de 1994 Manuel Camacho declara públicamente que no aspira a la candidatura por la presidencia de la República?
—El 22 de marzo, cerca del mediodía, me llamó el licenciado Salinas pidiéndome que informara a Colosio que en las siguientes horas Camacho declararía públicamente que no aspiraba a la presidencia. Me pidió que a su vez Colosio tuviera un gesto de cortesía, ponderando públicamente a Camacho. Ambas cosas ocurrieron. Me quedé con la impresión que fue el propio licenciado Salinas el que acordó con Camacho su declaración.
—¿El licenciado Colosio le expresó algún comentario sobre lo dicho por el licenciado Salinas, cuando el 27 de enero de 1994, en la residencia oficial de Los Pinos, expresó la frase: “No se hagan bolas, el candidato es Luis Donaldo Colosio”? ¿Supo cuál fue la intención de dicho mensaje?
—No recuerdo ningún comentario específico de su parte, pero sí que se le vio molesto después de esa declaración. Nunca platiqué sobre la misma con el licenciado Salinas.
—¿Supo de diferencias, distanciamiento o ruptura política entre el licenciado Salinas y el licenciado Colosio, o de que hubiese habido alteraciones en su relación personal durante la campaña?
—La diferencia significativa que se tuvo con el entonces presidente por parte de todos los que participábamos en la campaña, incluyendo al candidato, fue en relación a la responsabilidad conferida en el asunto de Chiapas a Camacho y la manera como la desempeñaba. El más cuidadoso para expresar su desacuerdo con esa situación era el propio Colosio, pero su incomodidad era perceptible para los que trabajábamos cerca de él. El 13 de enero de 1994, día en que hacía campaña en Hidalgo, me pidió que me trasladase a Pachuca para que al término de su gira comentásemos los acontecimientos. Estaba molesto por lo ocurrido durante la semana en torno a Camacho. Al final concluimos que lo que procedía era mantener la cabeza fría y no mostrar públicamente enojo. Por otra parte, nunca estuve presente en los encuentros o pláticas telefónicas que sostenían el candidato y el entonces presidente, por lo que desconozco si varió sustancialmente su relación personal en aquellos meses. Tengo claro que la comunicación entre ambos se mantuvo regularmente y, por lo mismo, no se podría hablar en modo alguno de ruptura.
—¿Tuvo comunicación telefónica con el licenciado Colosio el 22 o 23 de marzo de 1994? En su caso, ¿podría precisar con qué propósito?
—La tuve ambos días. El día 22 para transmitirle el mensaje del licenciado Salinas respecto a la declaración de Camacho y su petición de que Colosio hiciera a su vez una declaración sobre Camacho. El día 23 hablamos dos veces por teléfono. La primera alrededor de las siete de la mañana para comentar los acontecimientos del día anterior y la conveniencia de que no esperara a su regreso a la ciudad de México para comunicarse con el licenciado Salinas y reconocerle el acuerdo referido. Me indicó Colosio que hablaría con el licenciado Salinas en el curso del día. La segunda vez me llamó de La Paz, alrededor de las tres de la tarde, justo antes de partir a Tijuana. Me comentó que su llamada con el licenciado Salinas había sido muy grata. Estaba satisfecho y contento por eso y por los resultados de su gira.
—En el equipo de campaña, ¿a qué se atribuyó el que la prensa nacional diera preferencia a las actividades del entonces comisionado para la paz en Chiapas, por encima de las actividades de campaña del licenciado Colosio?
—Sabíamos que el asunto de Chiapas, por su naturaleza y el impacto inicial que había tenido en la opinión pública, era el preferido de la prensa. El director de un diario de la ciudad de México me lo dejó entonces muy claro al decirme, con un evidente grado de cinismo, algo así como que entiendan que siempre lo que rompa el orden establecido será mejor noticia que su campaña.
—Diga si durante la campaña del licenciado Colosio llegó a reunirse con el licenciado Carlos Salinas. En caso afirmativo, ¿con qué frecuencia ocurrió ello?, ¿qué comentarios se hacían sobre el licenciado Colosio y el desarrollo de su campaña?, ¿se tocó el asunto de la seguridad?, ¿se comentó la actitud del licenciado Camacho en cuanto a su fuerte presencia en los medios, la percepción pública de que aspiraba a la candidatura y las versiones periodísticas de que el licenciado Colosio renunciaría?
—Me entrevisté con el licenciado Salinas la noche del 9 de enero de 1994 y en otra ocasión en febrero de 1994… Comentamos la actitud de Camacho y no abordamos versiones periodísticas sobre ningún tema. El de seguridad tampoco fue abordado. Sobre el contenido de la segunda plática debo agregar que el licenciado Salinas me mostró una nota escrita por el señor Marcelo Ebrard, entonces asesor suyo y de Camacho, con comentarios sumamente críticos hacia el desempeño de Colosio y la campaña, a lo que yo respondí que esos comentarios no se correspondían con lo que indicaban las encuestas, incluyendo las de la propia presidencia, con lo que expresó su acuerdo el licenciado Salinas.
—¿Acompañaba usted al licenciado Colosio durante sus giras? Específicamente, ¿podría precisar cuál fue la razón por la que no asistió a la gira por Baja California?
—Desde el inicio de la campaña acordé con el licenciado Colosio que ni yo ni sus asesores directos lo acompañaríamos en las giras de campaña.
—¿Es cierto que usted atestiguó la instrucción que el entonces presidente Salinas le dio al licenciado Manlio Fabio Beltrones para que se trasladase al lugar del atentado, según lo refiere el propio licenciado Salinas en su declaración ministerial? ¿Conoció los motivos por lo que se le pidió al licenciado que se trasladara a Tijuana?
—Efectivamente, presencié cuando la noche del 23 de marzo de 1994 el licenciado Salinas le indicó a Beltrones que se trasladara a Tijuana. No recuerdo que el licenciado Salinas haya mencionado una causa especial.
—¿Cuáles son los antecedentes del discurso que pronunció el licenciado Colosio el 6 de marzo de 1994? ¿Cuál era el mensaje que deseaba transmitir con ese discurso? ¿Era un mensaje de ruptura con el presidente?
—El discurso del 6 de marzo fue el mejor programado de la campaña. En las semanas previas al discurso obtuvimos un buen número de estudios de opinión y propuestas de estrategia de comunicación política para ser utilizados en el diseño definitivo de la campaña, una vez que ésta entrase en su etapa formal después de Semana Santa. Acordé con el candidato utilizar el material disponible para la elaboración del citado discurso. Lo considerábamos muy importante por varias razones. La primera, que los propios estudios de opinión habían revelado que uno de los aspectos más débiles de la campaña residía precisamente en el contenido del discurso. Por otra parte, nos permitiría comenzar a proyectar en una ocasión importante la imagen objetivo del candidato, que se había determinado como óptima a partir de los varios estudios de opinión. A los redactores del proyecto del discurso se les proveyeron directrices precisas basadas en los citados estudios, e incluso párrafos y frases congruentes con esas directrices. Con el mismo propósito solicité notas e ideas a varias personas. Recuerdo en especial a los escritores Marco Antonio Montes de Oca, Jorge Hernández Campos y Ricardo Garibay. Cerca de la ocasión, el propio licenciado Colosio solicitó a algunas personas su opinión sobre el proyecto de discurso. Recuerdo que Enrique Krauze le sugirió algunos conceptos que el licenciado instruyó fuesen considerados en la versión definitiva. Es de señalar que a éstos se refirieron algunos comentaristas de prensa para sustentar sus interpretaciones de distanciamiento e incluso de ruptura entre el candidato y el presidente. Pero no existió la pretensión de plantear la ruptura con el entonces presidente, sencillamente porque no era conveniente desde el punto de vista electoral.
—¿Cuál fue la percepción del entonces presidente respecto del discurso?
—No conocí la opinión del licenciado Salinas. Me enteré de versiones periodísticas que señalaron que el discurso había molestado al licenciado Salinas, por los conceptos antes señalados, pero desconozco la veracidad de las mismas. Por otra parte, sé que el propio licenciado Salinas envió a Colosio una encuesta de la presidencia que mostraba que el discurso había fortalecido las preferencias a su favor.
—¿Diana Laura Riojas, después de la muerte de Colosio, le confió alguna información en relación al caso, o a enemigos de Luis Donaldo Colosio?
—Nunca lo hizo.
—El 23 de octubre de 1995 el periódico Reforma publicó una copia de una carta personal del entonces coordinador general de la campaña al licenciado Colosio, en la cual le propone al candidato que se establezca clara y precisamente una alianza política con el licenciado Salinas y que haya un acuerdo explícito “para que la gente sepa que no sería manipulado por el presidente Salinas, pero que goza de su confianza y aprecio”. ¿En ella estaba implícita la existencia de un distanciamiento, rompimiento o molestia entre el licenciado Salinas y el licenciado Colosio?
—Se trata de un corte de estrategia al aproximarse el final del primer recorrido de la campaña. El memorándum es muy claro en insistirle al candidato que variaron las circunstancias que previmos antes de los acontecimientos del primero de enero, que no nos conviene ignorar que hay personas que procuran generar en el ánimo presidencial una actitud negativa hacia nosotros, por ejemplo, el caso del señor Ebrard, y que ha llegado el momento de tener una estrategia precisa respecto a Camacho. Las razones de la propuesta sobre la alianza explícita con el licenciado Salinas se explican claramente por lo que no hay que suponer otra cosa. Los estudios de opinión reflejaban claramente un deseo de la gente de tener una suerte de cambio con continuidad.

Interrogatorio a José Córdoba Montoya

—¿Cuál era su intervención en las decisiones políticas que tomaba el licenciado Salinas de Gortari?
—Mis funciones eran de asesoría y apoyo técnico. Yo siempre se las di diciéndole lo que pensaba, a veces tomaba en cuenta mi punto de vista y a veces no. Esa es la naturaleza de todo trabajo de asesor.
—¿Cuáles fueron las razones por las que fue relevado de su cargo como jefe de la Oficina de la Presidencia?
—Presenté mi renuncia el 30 de marzo de 1994, siete días después del asesinato de Colosio. En ese momento no se dio y tampoco tenía por qué darse una explicación. Sé que la coincidencia de fechas ha propiciado algunas especulaciones, por lo que quiero exponer con detalle los antecedentes. El levantamiento armado de Chiapas, el 1 de enero de 1994, implicó cambios de la situación general del país y afectó las prioridades del quehacer gubernamental. En ese contexto, recuerdo que el presidente de la República, a su regreso de una reunión internacional en Davos, Suiza, me comentó que tenía tres prioridades fundamentales para 1994: encauzar la vía del diálogo en el conflicto de Chiapas; garantizar un proceso electoral federal apegado a derecho, transparente, creíble, y mantener la estabilidad de la economía nacional. También me dijo que por la complejidad del momento quería encargarle de manera directa el cumplimiento de cada una de esas prioridades a un área distinta. En ese nuevo marco quería descansar menos en el trabajo colegiado que se hacía en el seno de los gabinetes especializados. Me dijo que la función que yo había venido desempeñando en los cinco años anteriores, de organización y seguimiento del trabajo de dichos gabinetes, perdía sustancia; por lo tanto, mi permanencia en el cargo tenía una justificación menor. Yo le dije que presentaba mi renuncia y que me retiraba a actividades privadas. Él me comentó que no era una cuestión urgente y que deseaba que permaneciera en el gobierno, ya que en ese momento mi salida hubiera podido dar lugar a interpretaciones equivocadas. Se acordó que en el mes de abril, al entrar en vigor la autonomía del Banco de México, presentaría mi renuncia al cargo y sería nombrado responsable de la transferencia, prevista entonces en la ley del Banco de México, al gobierno federal de los tres fideicomisos a cargo del banco: Fira, Foci y Fidec. El asesinato de Colosio cambió las cosas. Después de la postulación de Zedillo como candidato, el presidente me dijo que por la complejidad de la situación política del momento y por mi cercanía con el candidato del PRI, era inconveniente que permaneciera en el país. Él me pidió que me fuera como representante de México y República Dominicana al Banco Interamericano de Desarrollo, a lo que accedí sin discutir.
—¿Consideró que retirarse del país a los pocos días del homicidio del licenciado Colosio y por la cercanía que ya señaló con el nuevo candidato, motivaría comentarios adversos a usted?
—En ese momento nunca imaginé que la cercanía entre la fecha del asesinato de Colosio y mi salida del país pudiera propiciar sospechas. Acepté irme porque sentí que ése era mi deber y mi contribución al mejor logro de los objetivos del gobierno.
—¿El licenciado Colosio fue informado, previamente, por el entonces presidente de la República del nombramiento de Manuel Camacho Solís como comisionado para la paz y la reconciliación en Chiapas?
—Supe que hubo una comunicación del presidente, el 8 o 9 de enero, sobre este tema. Desconozco los términos precisos. Esto lo sé porque me lo dijo el presidente con posterioridad, y a finales del mes de enero Colosio también me lo comentó.
—¿También se le informó al licenciado Colosio el papel que desempeñaría Manuel Camacho como comisionado?
—Entiendo que el presidente le comunicó dicho nombramiento, desconozco si le explicó con menor o mayor detalle la naturaleza de este nuevo cargo.
—¿El nombramiento del licenciado Camacho Solís como comisionado provocó alguna molestia en el licenciado Colosio?
—Colosio me contó que el 10 de enero por la noche, en el cuarto de hotel donde se hospedaba, vio la amplia cobertura que le dieron los noticiarios al nombramiento del comisionado para la paz. Sentía que eso opacaba en cierta forma el arranque de su campaña. Le molestó, creo, no tanto el nombramiento sino la manera en que se dio. Recuerdo sus palabras textuales: era “un golpe para su campaña”.
—¿Sabe la razón por la cual el nombramiento  del licenciado Camacho Solís revistió un carácter  de honorario?
—El presidente de la República me comentó que así lo pidió Camacho. Entiendo que argumentó que la misión que le encargaban tenía un carácter peculiar: negociar a nombre del gobierno con un grupo transgresor de la ley que desconocía la propio gobierno. Entiendo que argumentó que para el cumplimiento eficaz de su misión, le ayudaría un nombramiento también peculiar. Tener un cargo formal dentro del gobierno limitaría, a su juicio, la flexibilidad requerida para el cumplimiento de su encargo, por eso pidió, según entiendo, desempeñarse no como funcionario sino con carácter honorario; debo decir que infiero estos razonamientos de los comentarios que me hizo el presidente de la República al respecto. Yo no presencié ninguna reunión entre él y Camacho sobre este tema.
—¿Se le pidió opinión sobre el nombramiento del licenciado Camacho?
—El presidente me comentó su intención de nombrar a Camacho como comisionado. Le dije que coincidía con la prioridad absoluta que le otorgaba a poner fin a la confrontación y al encauzamiento del conflicto por la vía del diálogo. También le manifesté que Camacho tenía las cualidades que requería una misión tan delicada. Le externé, sin embargo, una preocupación: el resurgimiento de Camacho de manera tan destacada en la política nacional podía ser factor de confusión y perturbar el desarrollo incipiente de las campañas, ya que él mismo se había declarado abiertamente candidato perdedor. Recuerdo haberle comentado que si el comisionado era un servidor público en lugar de corresponder a un cargo honorario se podría, tal vez, aprovechar la capacidad negociadora de Camacho y al mismo tiempo acotar el impacto negativo de ese nombramiento a nivel político nacional y en particular de cara al proceso electoral federal. Reitero, sin embargo, que Camacho manifestó que él necesitaba flexibilidad.
—¿El nombramiento de Camacho como comisionado rompió las reglas de la “ortodoxia política” al ponerlo en posición de candidato presidencial sustituto?
—Tengo la convicción de que no era ésa la intención del presidente. Sin embargo, reconozco que se dieron esas especulaciones. La prioridad del presidente en ese momento era garantizar el fin de la violencia; probablemente juzgó que lo demás era un costo menor. Yo no puedo juzgar si se rompió o no con la llamada ortodoxia política.
—En una entrevista publicada en el periódico Reforma usted se refiere un pasaje difícil que se da entre el licenciado Salinas y el licenciado Camacho en la tarde del 11 de marzo de 1994, y menciona que el presidente se vio obligado a actuar con firmeza, con el objeto de que el licenciado Camacho retirara algunos párrafos del texto que leería el mismo día. ¿Puede precisar a qué se referían esos párrafos?
—El viernes 11 de marzo el presidente citó en su despacho a Manuel Camacho. El presidente quería conocer un texto que el comisionado tenía programado leer esa misma tarde ante los medios de comunicación en un hotel capitalino. Recuerdo que al término de esa reunión el presidente me citó en su oficina y me comentó que había tenido una reunión difícil con Camacho. Dijo que lo sentía muy sensible a críticas que se habían expresado en torno a su gestión como comisionado y a su papel en el escenario político. Esa sensibilidad lo había llevado a incorporar en el texto que sometió a su consideración algunas frases inconvenientes que el presidente le solicitó omitir… Recuerdo la mención a ciertas personas que según Camacho representaban una línea dura dentro del PRI y propiciaban comentarios adversos hacia él. Por otro lado, un fraseo demasiado ambiguo de su posición política frente al proceso electoral federal. Entiendo que Camacho moderó su discurso, pero yo no fui testigo directo de los hechos.
—¿El presidente le refirió que debían implementarse campañas de apoyo a la labor del licenciado Camacho como comisionado?
—No usaría la palabra campaña. Solicitó a sus colaboradores que le dieran el apoyo total de sus dependencias a la gestión del comisionado, ya que el éxito de ésta era una prioridad del gobierno. Me consta que todas las dependencias acataron esa instrucción.
—¿Sabe si el entonces presidente, a mediados del mes de marzo de 1994, dio instrucciones a los licenciados Otto Granados, Patricio Chirinos, Emilio Gamboa u otros más, para que se comunicaran con el licenciado Camacho y le expresaran apoyo?
—No me consta que haya dado instrucciones en ese sentido. Lo que sí sé es que en las primeras semanas de marzo Camacho tenía una gran sensibilidad con relación a las críticas que sobre su gestión se publicaban en algunos periódicos y le comentó al presidente que algunos de sus colaboradores podrían estar atrás de esas expresiones críticas, así me lo expresó Salinas. No me sorprendería que le haya expresado también a algunas o todas las personas que usted menciona que trataran con cordialidad a Camacho. Si así ocurrió, no creo que se tratara de expresiones de apoyo político, sino de una manifestación de cordialidad personal para que Camacho no sintiera enemistades y ánimos persecutorios de parte de colaboradores cercanos al presidente de la República. Debo decirle que el presidente me comentó en múltiples ocasiones que si uno trataba bien a Camacho, éste respondía bien.
—¿Cuál fue la reacción de Manuel Camacho al anunciarse la candidatura del licenciado Colosio?
—Es conocida de todos y ha sido llamada el berrinche de Camacho.
—¿Cuántas veces se reunió con el licenciado Colosio durante el periodo del 28 de noviembre de 1993 al 23 de marzo de 1994?
—En 1993 vi a Colosio, creo, en dos ocasiones en un ambiente fundamentalmente social. No creo haber tenido una reunión privada con él. En 1994 lo vi en reuniones privadas en cuatro o cinco ocasiones. Colosio tuvo la gentileza de invitarme a conversar con él, yo nunca le solicité un encuentro, ni tampoco el ex presidente Salinas me instruyó que hablara con el licenciado Colosio. Quiero precisar que yo nunca fui portador de ningún mensaje del presidente Salinas. En 1994 nunca tuve comunicación telefónica con él, la comunicación siempre fue personal y directa, en encuentros donde conversábamos con cierta amplitud.
—¿Qué se trataba en esas reuniones?
—Eran reuniones de amigos. Conversábamos sobre los temas del momento, no se trataba de desahogar una agenda. Recuerdo que compartió conmigo algunas reflexiones y percepciones personales sobre el desenvolvimiento de la campaña. En términos generales me comentó la situación adversa en la que arrancó su campaña, muy diferente a la que él había previsto inicialmente. Me comentó la concentración de la opinión pública y los medios de comunicación en torno a los problemas de Chiapas y el detrimento de su propia campaña. También me habló de su preocupación por consolidar la imagen de su campaña, fortalecer la integración de su equipo de trabajo y perfilar mejor su ideario político. Otro asunto que abordó fue el protagonismo nacional de Camacho y lo que él llamaba la tolerancia excesiva del presidente como obstáculo para lograr sus objetivos. A su vez me comentó enfáticamente su satisfacción al percibir las amplias manifestaciones de adición y de apoyo a su candidatura y en cierta forma se entristecía de que no se reflejara adecuadamente en la evaluación que se hacía de su campaña y en la cobertura que daban los medios.
—¿Cómo y en qué forma se enteró del atentado?
—Yo estaba en mi oficina. Me llegaron varias llamadas, tomé la que me pareció más importante: la de Ernesto Zedillo, entonces coordinador general de la campaña. Me dijo que estaba recibiendo varias llamadas sobre un atentado que acababa de ocurrir en Tijuana. Me preguntó qué sabía. Le respondí que de momento nada pero que iba a investigar. Me dirigí a la oficina del presidente, que estaba abierta. El ayudante me señaló que estaba en la planta baja, en el salón Vicente Guerrero, en una reunión con un grupo de campesinos. El acto estaba por concluir, el presidente estaba dirigiendo un mensaje final. Vi al general Cardona, entonces jefe del Estado Mayor Presidencial, en la puerta del salón. Le pregunté si tenía información sobre un atentado en contra de Colosio, me dijo que no. En ese mismo instante un ayudante le comunicó que tenía llamadas urgentes en su oficina. Fue a atenderlas. Regresó a los tres minutos confirmando el hecho. En esos momentos el presidente estaba despidiéndose del grupo de campesinos y del secretario de la Reforma Agraria. Cardona y yo le comunicamos la noticia. Se dirigió de inmediato a su oficina para hablar por teléfono. Creo que ya tenía llamadas telefónicas de Gobernación y la PGR.
—¿El licenciado Salinas le hizo algún comentario?
—La reacción inmediata fue de consternación y conmoción. Creo que lo único que preguntó fue qué noticias había sobre el estado de Colosio. Le dijimos que ninguna, ya que en ese momento no teníamos ningún dato.
—¿Cuáles fueron las primeras instrucciones específicas que giró el licenciado Salinas?
—Entiendo que giró múltiples instrucciones, casi todas por vía telefónica, por lo tanto yo ignoro su naturaleza. Sé que una de las primeras fue la integración de un grupo médico en la ciudad de México que pudiera trasladarse a Tijuana y dar seguimiento al estado de salud de Colosio.
—¿En qué momento se entera de la muerte del licenciado Colosio?
—Ya tarde, en la noche. Nos encontrábamos en una pequeña reunión de trabajo en la oficina del presidente. Le pasaron una tarjeta indicándole que tenía una llamada telefónica, se retiró para atenderla a una oficina adyacente. Salió a los pocos minutos y nos comunicó a los presentes que le acababan de informar, desde Tijuana, que había fallecido Colosio.
—¿Qué actividades realizó después de ser informado del atentado y posterior fallecimiento del licenciado Colosio? ¿Con quién y de qué habló?
—Estuve en mi oficina, atento a cualquier instrucción del presidente. Varios de los funcionarios que el presidente había citado permanecían en mi oficina, en espera de pasar con él. La conmoción y consternación era general. El tema era qué hacer y qué va a pasar. El presidente citó a una reunión de gabinete económico. Antes de pasar, conversamos de manera informal sobre las opciones de manejo bancario y cambiario que convenía someter a consideración del presidente.
—¿En su calidad de jefe de la Oficina de la Presidencia, intervenía en las decisiones de campaña del licenciado Colosio?
—En lo más mínimo. Mi relación con Colosio en esos meses era estrictamente de amigo, nunca tuve —ni busqué— tener interferencia alguna con las decisiones de su propia campaña.
—¿Se entrevistó con el coordinador de campaña del licenciado Colosio entre el 28 de noviembre de 1993 y el 23 de marzo de 1994?
—Mi relación con el coordinador de la campaña fue mucho menos regular que con el licenciado Colosio. Por la relación de amistad personal que existía entre el doctor Zedillo y yo mismo, buscamos deliberadamente no mantener una relación política o de trabajo cercana durante esos meses, para no dar lugar a malas interpretaciones o comentarios mal intencionados. Sí vi al coordinador de la campaña, creo, en una sola ocasión en esos tres meses. Conversé con él los mismos temas que los que abordaba con Colosio, aunque con menor profundidad.
—¿Conoció de las versiones que señalaban que el licenciado Colosio renunciaría a su candidatura, las que inclusive hablaban de que se presionaba desde la presidencia para que recurriera tal situación?
—He leído versiones de que yo hubiera pedido o servido de conducto para pedirle la renuncia a la candidatura del PRI a la presidencia a Colosio. Reitero ante el Ministerio Público lo que he expresado ante medios de comunicación, en el sentido de que estas versiones son un infundio y un disparate. Tampoco sé que nadie le haya jamás pedido dicha renuncia.
—¿Por qué la presidencia no hizo pronunciamiento alguno sobre las versiones periodísticas de la posible renuncia del candidato?
—A veces el costo de aclarar versiones periodísticas sin fundamento es superior al costo de dejarlas pasar. La expresión coloquial del 27 de enero del presidente Salinas a la que se refirió anteriormente, era una forma de acotar esas versiones.
—¿Sabe si el 27 de marzo el licenciado Salinas visitó en su domicilio a la señora Diana Laura Riojas?
—El ex presidente me comentó que había visitado a Diana Laura Riojas en su casa, pero no me comentó el contenido de ese encuentro, más allá de la fuerte carga emotiva del mismo.
—¿Después de la muerte del licenciado Colosio visitó o habló telefónicamente con la señora Diana Laura?
—Le di las condolencias cuando se velaba el cuerpo de Luis Donaldo Colosio. No hablé con ella ni busqué verla con posterioridad. Le recuerdo que me retiré del cargo el 30 de marzo, salí del país y me desvinculé deliberadamente de la política.
—¿Los discursos que pronunciaba el licenciado Colosio eran enviados a la presidencia para su aprobación?
—Para su aprobación, no. Los grandes discursos eran enviados con anterioridad por cortesía y únicamente para efectos de conocimiento, con dos copias: una para el presidente y otra para mí.
—¿Durante su gestión llegó a remitir sugerencias al licenciado Colosio sobre los discursos que debería pronunciar?
—Nunca le mandé ninguna sugerencia expresa en cuanto al contenido de algún discurso. Es más, creo que nunca le mandé personalmente ningún documento.
—¿Sabe por qué se designó al doctor Zedillo como coordinador de campaña?
—Sé lo que me comentó personalmente Colosio. Me dijo que fue una decisión absolutamente personal, que él sentía una fuerte identificación política y humana con Zedillo. Y que, a su vez, respetaba su capacidad profesional. Quería, según me dijo, encomendar la coordinación de su campaña a una personalidad fuerte que no hubiera sido necesariamente un colaborador suyo. Me comentó que en el marco de la idea de generación del cambio que utilizaba en ese momento la asociación de Zedillo con su candidatura proyectaba la imagen más conveniente.
—¿Usted tuvo participación en la designación de las personas que integraron el personal de seguridad del licenciado Colosio?
—Como sé que este tema ha dado lugar a ciertas confusiones, quisiera dar una respuesta completa. Por mandato de ley cualquier candidato presidencial en campaña tiene derecho a pedir apoyo al gobierno para la integración de su equipo de seguridad. Además, como ha sido tradicional, después de la postulación del candidato del PRI ciertos elementos del Estado Mayor Presidencial se desprenden de sus funciones de apoyo al presidente e integran el eje de seguridad del equipo del candidato. En ese contexto, el general Domiro García Reyes, quien fungía como subjefe operativo del Estado Mayor Presidencial, se integró como responsable del equipo de seguridad del candidato. Yo no tuve ninguna participación de ninguna índole en la designación del general García Reyes. A fortiori, tampoco tuve participación de ninguna índole en las decisiones que adoptó el general García Reyes en cuanto a la integración de su equipo. En verdad no entiendo por qué han surgido reiteradamente versiones de que yo tuve alguna participación en dichas decisiones. Quiero aclarar una primera fuente de confusión al respecto: se ha dicho que el Estado Mayor Presidencial dependía de mi oficina, incluso en una entrevista publicada en el diario Reforma, el 27 de junio de 1995, el anterior fiscal especial del caso Colosio, Chapa Bezanilla afirmó que por acuerdo administrativo el Estado Mayor Presidencial dependía de la oficina entonces a mi cargo, y que por esa razón el general Domiro García Reyes dependía de mí. Quiero que conste que esa aseveración es totalmente falsa, supongo si es que dicha entrevista es auténtica, que Chapa Bezanilla estuvo mal informado por sus asesores y que no tuvo la oportunidad de leer personalmente el acuerdo al que se refería.
—¿Cuál fue la razón por la que renunció a su encargo en el Banco Interamericano de Desarrollo?
—Por las condiciones financieras que vivió el país en los primeros meses de 1995, se solicitó al BID que participara en el programa de apoyo al gobierno de México. Aunque yo había dejado de ser servidor público, me correspondió apoyar la aprobación del préstamo respectivo por parte del BID. Cuando concluyó esa responsabilidad, el secretario de Hacienda me hizo saber que por el clima de opinión que prevalecía entonces en el país mi permanencia en ese cargo representaba para el gobierno mayores costos que beneficios. Me hizo saber que el presidente deseaba llevar a cabo un relevo de ese cargo. Presenté mi renuncia para facilitar el relevo.

Interrogatorio a Luis Echeverría Álvarez

—¿Se reunió con el licenciado Colosio durante la campaña de éste? ¿Cuáles fueron los temas de los que conversaron?
—Me reuní con él sólo una ocasión. A principios de febrero le hablé a las oficinas del PRI para felicitarlo. Le dije que quería pasar a darle un abrazo a donde él me indicara. 10 días después me llamó y dijo que iba a tomarse un café conmigo; lo invité a desayunar a mi casa. También invité a mi hijo Álvaro, actual oficial mayor de la Secretaría de la Reforma Agraria, a mi hija María Esther, directora del Fondo Nacional para las Artesanías, a mi hijo Pablo, sociólogo y, creo recordar, a Benito Delgado, delegado de Turismo en Miami… Gentilmente, Colosio se reunió en un salón de la casa con Arturo Williams, director del Colegio Williams, quien es mi vecino en la colonia, con Alejandro Valenzuela, actual coordinador de la oficina del secretario de Hacienda y Crédito Público y con un amigo muy distinguido que ahora es el director de la Universidad Iberoamericana. Luego estuvo con mis hijos a quienes preguntó por sus profesiones y actividades. Desayunamos solos durante hora y media. Fue una plática muy cordial y amistosa… Le manifesté que le deseaba mucho éxito, que le deseaba fueran leves las 20 horas diarias que tendría que trabajar para bien de México. Nos despedimos con un abrazo. El día de su muerte, al anochecer, cuando se había ratificado su muerte por radio y televisión, fui a Los Pinos. Eran cerca de las ocho de la noche, el presidente Salinas estaba con mucha gente y nos recibió. Le manifesté que iba a darle un abrazo y que la muerte de Colosio era una tragedia para México. La charla duró menos de un minuto. Al día siguiente fui a las oficinas del PRI. Saludé a directivos del partido y a muchos funcionarios; el presidente del PRI también recibió mi condolencia. Pedí hacer una guardia ante el féretro de Colosio. Me acompañaron el presidente del PRI y dos funcionarios. Fue una guardia de un minuto. Saludé cordialmente a Ernesto Zedillo, coordinador de la campaña en ese entonces, y me retiré.
Desayuné tres veces con el presidente durante los meses siguientes y hasta su salida de la presidencia. El tercer desayuno fue poco antes de su salida. Me hizo un llamado y fue un poco de cordial despedida. Me atrevo a suponer que lo mismo sucedió con José López Portillo y Miguel de la Madrid. Luego, como es públicamente conocido, a fines de septiembre envió un comunicado a todos los diarios y canales de televisión de México, en donde manifestaba, entre otras cosas, que yo coordinaba a algunos funcionarios muy distintos entre sí para que lo atacaran o lo criticaran: Augusto Gómez Villanueva, Porfirio Muñoz Ledo, Ignacio Ovalle, Adolfo Aguilar Zínser. El lunes se presentaron en mi casa 40 o 50 periodistas, pero no me encontraron. Yo mandé un pequeño boletín a la prensa expresando que esas personas, como muchas otras, habían sido mis colaboradores 20 años antes. Les dije que yo no coordino ni a mis hijos ni a mis nietos, que son muchos. Después leí la entrevista de Salinas publicada en Reforma, en donde expresó que había un complot político y que en la visita de mi pésame a Los Pinos por la muerte de Colosio yo había sugerido que fuera candidato su secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, Emilio Gamboa Patrón. Ignoro el porqué de la afirmación. En esa misma entrevista, Salinas manifestó que el complot político se extendía a algunos dirigentes del PRI o algo parecido. Hay un lejano antecedente que pudiera explicar el porqué de la afirmación: año y medio atrás mi esposa fue sometida a una delicada y exitosa operación quirúrgica en el hospital de especialidades del centro médico de la Raza. El licenciado Gamboa era el director del Seguro Social. Se enteró que mi esposa estaba ahí y ordenó a la dirección del hospital todo género de atenciones, lo cual fue cumplido. Subrayo que esto fue mucho antes de que fuera secretario de Comunicaciones. Unas semanas después, en un desayuno, le expresé al presidente que el director del Seguro Social y todo el personal del hospital se habían portado espléndidamente, y que les habíamos enviado una carta de agradecimiento. Fuera de esa expresión de agradecimiento, nunca hablé con el presidente Salinas de Gamboa. He evitado responder a periodistas en los últimos meses para no contribuir con elementos de confusión en este asunto como en muchos otros.
—¿Tuvo diferencias políticas con el licenciado  Salinas durante su gobierno? ¿Consideró que las reformas políticas y programas de gobierno que él impuso  le afectaron?
—Nunca las tuve. En primer lugar porque yo conozco a fondo las responsabilidades de ser presidente y porque él ordenó que cuatro de mis hijos fueran designados para cargos públicos, lo cual le agradecí siempre. Respecto a las reformas, yo conozco los cambios del mundo. Quiero decir que la globalización, el significado de los capitales flotantes que pueden dar la vuelta al mundo en minutos y cuya salida tanto afectó al licenciado Salinas, no fueron para mí un problema. Ni antes de la crisis del último año del sexenio pasado ni después he expresado ninguna opinión pública, por respeto a lo que el presidente y su responsabilidad significan en México.

Héctor de Mauleón

Escritor y periodista. Autor de La perfecta espiralEl derrumbe de los ídolos El secreto de la Noche Triste, entre otros libros.

1 Discurso pronunciado el 6 de marzo de 1994, durante la ceremonia del 65 aniversario del PRI, en el que Luis Donaldo Colosio dijo, entre otras cosas: “Es la hora de reformar al poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la República”; “Sabemos que el origen de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración de poder”; “Nuestras elecciones, y lo digo con pleno conocimiento, no tendrán vergüenzas que ocultar”; “Los tiempos de la competencia política de nuestro país han acabado con la presunción de la existencia de un partido de Estado”.
2 En la carta que Carlos Salinas de Gortari envió a los medios
de comunicación, expresó su opinión acerca de los últimos acontecimientos de la vida pública. En uno de los incisos expone las razones por las cuales el ex presidente Luis Echeverría estaba al frente de una ofensiva política en contra suya: “Nada de lo que ha sucedido este año en México es ajeno a la lucha tremenda por el poder. Lo que se ha estado dirimiendo es qué proyecto de Nación prevalecerá… Entiendo que su proyecto de País era el de una economía cerrada, sin competencia política, y donde se dio fuerte antagonismo entre las diversas clases sociales”.
3 Manuel Camacho Solís en una conversación con el diario Reforma, publicada el 10 de octubre de 1994, anunció que estaba a punto de publicar un libro con sus puntos de vista sobre los acontecimientos recientes en México: “Ya lo terminé. Ya lo mandé a la editorial.
El titulo todavía lo estamos afinando”. Pocos días después, el periódico El Economistapresentó una versión de las memorias de Camacho Solís. Ante este hecho, el ex comisionado para la paz en Chiapas denunció que lo que este medio había dado a conocer era producto de espionaje: lo que ellos presentaron “contiene hechos del dominio público, extractos de documentos sustraídos de mi casa y posiblemente conversaciones grabadas ilegalmente… No coinciden con la [versión] que se publicará”.


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