Expliquémonos: el presidente Peña fue a presumir a Davos las reformas estructurales que se aprobaron el año pasado que abarcan un muy amplio círculo de temas y que van, sobre todo para el interés de Davos, desde la de telecomunicaciones hasta la energética. Lo hizo bien y en un momento que puede ser muy bueno para México. Ninguno de los países llamados BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que concentraron la atención de los mercados en desarrollo en los últimos años pasa por un buen momento y ninguno de ellos se han convertido, plenamente, en una economía abierta. Si a eso se suma la crisis argentina y los problemas que pueden presentarse en Brasil, la reducción del crecimiento en China o la tensiones políticas graves en Rusia y en sus fronteras, como Ucrania, tenemos un espacio objetivo en el cual México, con una economía abierta, con múltiples tratados de libre comercio además del NAFTA y ahora con sus reformas, se convierte en un mercado atractivo incluso más que la mayoría de esos cuatro que concentraron la atención en el pasado.
Pero hay dos problemas: primero, el presidente Peña llegó a Davos hablando de reformas y tuvo que terminar hablando de seguridad y de Michoacán. Creo, además, que le dio a su intervención un tono errado en ese tema: tenía que hablar de seguridad porque es uno de los temas que preocupa a la comunidad internacional, pero en lugar de poner el énfasis en un llamado a las autodefensas, podría haber puesto el acento en lo que sucedía en México ese mismo día y que en parte fue ignorado por los medios y por la propia Administración: el lanzamiento del programa social en Tierra Caliente, que es lo que le puede dar otro tono y otra lectura a lo que se intenta realizar en ese estado, más allá de las imprescindibles medidas de seguridad. Quienes estuvieron en Davos, participando con la iniciativa privada, me dicen que la explicación presidencial sobre la seguridad no estuvo mal, pero dejó a su auditorio sin la respuesta que deseaban en torno a qué sería diferente ahora que en el pasado.
Ese fue un tema, el otro es estrictamente económico. Hay, como dijimos, mucho interés en invertir en México más allá incluso de lo energético. El problema es que cuando los inversionistas potenciales (que incluso, como dijimos quieren separarse un poco de los BRIC) comienzan a preguntar por proyectos específicos, éstos no existen como algo ya palpable, realizable. Por una parte faltan las leyes secundarias en energía, telecomunicaciones y muchos otros ámbitos, con lo que las inversiones en esos sectores están a la espera de que salgan; por la otra existe confusión por las medidas fiscales aprobadas el año pasado (por eso Luis Videgaray informó que se buscará en las próximas semanas dar a conocer un pacto fiscal que dé certidumbre a los inversionistas). Pero lo principal es que muchos otros proyectos no están sobre la mesa: en Davos se habló de energía y de telecomunicaciones, pero también de trenes, de caminos, de infraestructura, de proyectos mineros y agrícolas, pero dicen los empresarios que estuvieron en esas pláticas que cuando se planteaba dónde está el proyecto, dónde se lo puede ver y cómo avanzar en la inversión, la respuesta sistemática era que todo eso estaba, aún, en preparación.
El diablo, dicen, está en los detalles, y los detalles no estaban sobre la mesa. Y eso llevó a los interlocutores con la delegación mexicana a tener que darse un margen, un tiempo antes de decidir inversiones o políticas. Por eso mismo también las inversiones que se terminaron dando a conocer (Pepsico, Nestlé) fueron de sectores de consumo que no están pendientes de resoluciones, más allá de la disputa fiscal sobre el impuesto a refrescos y la llamada comida chatarra.
México vive, y eso se comprobó en Davos, un buen momento y tiene buena recepción internacional, lo que genera expectativas. Pero se requiere con urgencia dos cosas: armar un buen discurso sobre el tema de la seguridad que genere certidumbre y vaya más allá de lugares comunes (que pueden servir para cierto consumo interno, pero no para los grandes inversionistas internacionales), y segundo, llegar a este tipo de encuentros con proyectos claros y que se pueden cotejar más allá de la declaración de principios o las intenciones. Tenemos una carpeta enorme de proyectos, pero ya es hora de que tengan cuerpo y presencia. En última instancia el tiempo ya no puede ser excusa: la Administración lleva ya un año y tres meses en funciones.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/davos-el-diablo-en-los-detalles-6634.html
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