El escándalo internacional por la violencia en Michoacán alcanzó la semana pasada al presidente Enrique Peña Nieto que, tras huir más de un año del tema y tener un discurso ausente de la realidad en el país, finalmente se vio obligado a hablar de la inseguridad en México y en tierras michoacanas nada menos que en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza.
Se rompió así uno más de los mitos geniales de este gobierno que decía que si el Presidente no hablaba del tema y se ausentaba del problema de inseguridad, éste tendería a disminuir en la atención pública y en la percepción nacional. No sucedió ni una cosa ni la otra, y la terca y cruda realidad terminaron por acabar con una estrategia que pretendía meter al jefe del Ejecutivo en una caja de cristal en donde la violencia y la inseguridad en que viven aún amplias zonas del país no lo tocara.
En Michoacán, en medio de las cifras y cuentas alegres del operativo federal que afirma haber detenido ya a más de 110 personas en 13 días de acciones, la gente se sigue cuestionando qué tan a fondo será el combate del gobierno a través tanto de su comisionado especial, Alfredo Castillo, como de sus corporaciones policiacas y del Ejército, y si toda la fuerza federal realmente va a enfocarse en el desmantelamiento del Cártel de los Caballeros Templarios o si sólo se trata de golpes mediáticos y de efecto que no llegará a tocar las estructuras políticas y económicas que sostuvieron el dominio de ese grupo del narcotráfico de toda la vida michoacana en por lo menos las últimas dos décadas.
La duda se sostiene en una serie de evidencias que empiezan a surgir sobre la corrupción que penetró casi todas las esferas del poder en Michoacán y permitió que, incluso en medio de la supuesta “guerra contra el narcotráfico” del presidente Felipe Calderón, los principales líderes de los Caballeros Templarios, antes la Familia Michoacana, se convirtieran en personajes con amplia influencia y conocimiento en sectores de la sociedad michoacana, al grado de que sus familias, sobre todo sus hijos, se daban vida de juniors o seguían incluso carreras de cantantes en las que no sólo se codeaban con personajes de la farándula sino que gozaban de favores y contratos oficiales.
En las redes sociales e internet abunda información sobre los dos hijos de Enrique Plancarte Solís, alíasEl Kike o La Cjiva, a quien se ubica como uno de los líderes Templarios en Nueva Italia. Su hija Melissa no sólo recibió financiamiento y apoyo de su padre para costearse una meteórica carrera en la música grupera, sino que además resultó una forma de lavado de dinero para las actividades ilícitas. Con videos y canciones en las que alababa la actividad delincuencial de su padre, la joven fue contratada lo mismo para actuar en la Expo Feria Michoacán 2013, organizada por el gobierno de Fausto Vallejo, que para actuar en ese mismo año el Centro de Espectáculos de Morelia, administrado por la Comisión de Ferias y Exposiciones del gobierno estatal de Michoacán.
Pero en el colmo del cinismo, a la joven hija del capo Plancarte se le permitió grabar un video en el edificio histórico del Palacio de Justicia de Michoacán, actual sede del Museo del Poder Judicial del Estado y el mismo recinto donde, en 2011, tomó posesión como gobernador Fausto Vallejo. Junto con Melissa, su hermano Enrique Plancarte Junior también hizo carrera musical como grupero y se presentaba en ferias y palenques del estado alardeando sobre el “valor” de su padre: “Les voy a cantar una canción que le compuse a mi padre que es mi orgullo, que es lo mejor que me ha pasado y que es una persona que vale muchos, muchos, muchos millones”, dice el junior Plancarte en un video de una de sus presentaciones.
Junto con los hijos del Kike, también eran muy conocidos en la sociedad de Michoacán los hijos de Servando Gómez La Tuta, Sayonara Gómez y Huber Gómez, a quienes se puede ver en varias fotografías junto a la cantante Jenni Rivera, fallecida en año pasado en un misterioso accidente cuando viajaba en avión de Monterrey al Distrito Federal. En esta lista de jóvenes juniors emparentados con los Templarios también se menciona al alcalde de Apatzingán, Uriel Chávez Mendoza, de quien se dice en redes sociales que es sobrino de Nazario Moreno González, El Chayo, considerado una de las dos cabezas principales del cártel de los Caballeros Templarios.
Así que para que el operativo federal del que el presidente Peña Nieto dijo en Davos que va avanzando tenga un verdadero éxito harán falta algo más que cifras de detenciones y presencia policiaca combinada con millonarias inversiones sociales. Las raíces del narcotráfico en Michoacán son demasiado profundas y tocan a familias enteras y a negocios y a políticos. ¿Hasta allá llegará la limpieza federal?
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