martes, 28 de enero de 2014

Roger Bartra - Salvajismos

El tejido de la civilidad moderna suele ocultar algunos hilos de salvajismo. En ciertos países y ciertas épocas, esas vetas de salvajismo se extienden peligrosamente, como ocurrió en las postrimerías de la república de Weimar. Por supuesto, el salvajismo que anida en los entresijos de muchas sociedades pocas veces adquiere las dimensiones monstruosas que adoptó en la Alemania hitleriana. Una de esas veces, de manera muy diferente pero igualmente monstruosa, ocurrió cuando el sistema estalinista invadió las redes políticas de la extinta Unión Soviética.

Conviene estar atentos a todas la manifestaciones de salvajismo, así sean marginales, pues existe la posibilidad de que invadan el tejido social. En todo caso, siempre son potencialmente peligrosas. A veces el salvajismo en estado embrionario se oculta en los pliegues de la cultura y en los recovecos de los hábitos intelectuales. Los síntomas pueden aparecer en los márgenes como expresiones curiosas de un fanatismo exótico o folclórico (véase mi libro El mito del salvaje, FCE).



Quiero estirar una de estas hebras salvajes para explorar los caminos extraños por los que nos lleva. Hay en los Estados Unidos un escritor que predica en sus libros una variante virulenta y agresiva de un cristianismo que exalta el carácter guerrero de la masculinidad, un valor que cree que es necesario rescatar. Me refiero a John Eldredge, que alaba en sus libros y conferencias la violencia alojada en el corazón de Dios. Aunque es un fenómeno marginal en Estados Unidos, forma parte de esa serie de frecuentes expresiones evangélicas más o menos curiosas que inflaman a predicadores con fuertes dosis de fanatismo.

John Eldredge publicó en 2001 un libro que traducido al español (en 2003) lleva por título Salvaje de corazón: descubramos el secreto del alma masculina. Allí explica que Dios hizo a los hombres violentos y aventureros, y a las mujeres las creó como seres que anhelan que se luche por ellas. Es una versión cristiana y evangélica de las ideas del poeta Robert Bly, que impulsó en Estados Unidos a muchos hombres frustrados a unirse en grupos salvajes para celebrar rituales, completamente desnudos, en los bosques y rescatar así la masculinidad perdida. Son versiones posmodernas de añejo machismo.

Si seguimos jalando esta hebra salvaje descubriremos que, por azares de la vida, un ejemplar de Salvaje de corazón llegó a México y cayó en las manos de Nazario Moreno, el fundador de "La Familia Michoacana", uno de los más peligrosos grupos de narcotraficantes. Inspirado en el libro de Eldredge, Nazario Moreno se dio tiempo para escribir un par de libros que circulan clandestinamente: Pensamientos y Me dicen el más loco. En un excelente reportaje Humberto Padgett describió la carrera de Nazario, este extravagante apóstol del narco. Cuenta que en enero de 2009 fue capturado en San Lucas (donde hay un muy venerado santuario a la virgen de la Candelaria) un cargamento que, además de armas de fuego, cartuchos y granadas, incluía nueve ejemplares de Salvaje de corazón, el libro de Eldredge, con una dedicatoria de Nazario Moreno, quien los distribuía entre sus compinches (véase de Humberto Padgett, "Nazario, el apóstol del narco", emeequis 278, 2012).

Nazario Moreno murió en 2010 durante un enfrentamiento con el Ejército y la policía. Después de esto, "La Familia" se dividió y surgieron "Los Caballeros Templarios". Corre el rumor de que en realidad su muerte fue fingida; en todo caso, sus libros siguen vivos: la semana pasada la Policía Federal detuvo a dos individuos en la carretera Tepalcatepec-Apatzingán que llevaban drogas, armas y... libros de Nazario, que se dice son de lectura obligada entre los Templarios.

El salvajismo es un mito que echa raíces en la realidad social, como es el caso de quienes lo invocan como ejemplo de la virilidad que debe impregnar de valentía a quienes se aventuran en la vida como narcotraficantes. Ya hace mucho tiempo lo habían hecho los escritores fascistas que fundaron en Italia en 1924 la revista Il Selvaggio, que exaltaba la proverbial ferocidad salvaje de los campesinos toscanos.

Han surgido ahora en México otros brotes salvajes con inclinaciones de extrema derecha: los grupos de autodefensa financiados por comerciantes, agricultores, ganaderos y acaso otras mafias criminales rivales. Son el embrión de un monstruo que el gobierno está tolerando y que seguramente se convertirá en otra peligrosa encarnación de la anticivilidad.


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