El jefe máximo del Ejército mexicano es el Presidente Enrique Peña Nieto. Su operador político, y cabeza del gabinete de seguridad, es Miguel Ángel Osorio Chong. Con argumentos que aún no conocemos, el segundo convenció al primero de que Michoacán requería una operación de alto riesgo: dar un manotazo cuyos primeros efectos serían resentidos por las autodefensas, cuya presencia y acción fue tolerada por este gobierno en los últimos once meses, y cuyo desarme, sin un calendario negociado, puede tener funestas consecuencias para todos.
El Presidente, cuya carrera como gobernador quedó marcada por el nefando operativo de Atenco, el Presidente que no quería que el tema de la violencia contaminara la imagen de su administración, ese mandatario ordenó esta semana un giro de alto riesgo en Michoacán, y a las pocas horas del nuevo operativo las fuerzas armadas ya se habían visto involucradas en choques con autodefensas que habrían derivado, de manera directa o indirecta, en la muerte de dos personas. Y fue sólo el comienzo de esta operación.
Ayer por la tarde surgieron versiones de que el gobierno había iniciado una negociación con líderes de autodefensas, que para entonces ya resentían un fuerte golpe: el más carismático de sus líderes, el doctor José Manuel Mireles, fue anulado mediáticamente al ser difundido un video en el que respaldaba sin condiciones al gobierno. Aunque operadores de Mireles luego emitieron otro video donde el doctor se autocorrige, el daño estaba hecho. En diversas entrevistas con medios realizadas este martes, los compañeros de armas del médico restaron valor a los dichos de éste y en los hechos le relevaron de cualquier función de vocería.
Pero el gobierno juega con fuego. Algún control e influencia hay que reconocerle a Mireles, junto con Hipólito Mora, la cabeza más visible y articulada de las autodefensas. Puede haber sido una jugada maestra el haber hecho quedar mal a Mireles con sus compañeros, pero ello también puede derivar en caos en las filas de los levantados.
No considerar a las autodefensas, que sin duda se convirtieron en parte del problema michoacano, en una solución negociada, no sólo impuesta, podría ser un grave error de cálculo de parte de Osorio Chong.
Para empezar porque al desplegar de nueva cuenta a cientos de elementos de las fuerzas armadas en el territorio michoacano, se corre el riesgo de choques e incidentes que deriven en tragedias para los civiles. Eso ya lo aprendimos, trágicamente, el sexenio pasado en Ciudad Juárez, en Monterrey y en Tamaulipas, entre otros lugares. Al hacer ese despliegue de fuerzas echándose en contra a las autodefensas y a quienes les respaldan sólo elevará la volatilidad del ambiente.
Osorio Chong convenció a su jefe de que era más urgente desmovilizar a las autodefensas que quitar a un gobernador que no sirve de nada. En el avispero que ya era Michoacán, el secretario de Gobernación optó por abrir un nuevo frente: en vez de negociar a priori con las autodefensas, y concentrarse en perseguir a los criminales, decidió comenzar desde cero y contra todos, echando por delante a las fuerzas armadas, como si no hubiéramos aprendido nada desde diciembre de 2006. Una muy arriesgada apuesta.
Fuente: http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=202398
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