Primero lo más importante: va desde México un abrazo solidario y fraterno, desde esta nación que siempre recibe con brazos, puertas y mentes abiertas a los venezolanos. Hoy que atraviesan un momento tan difícil de su historia, recuerden siempre la admiración con la que los vemos sus hermanos de la América Latina.
Desde nuestro país hemos seguido con profundo interés el desarrollo de los sucesos de las últimas semanas. Atentos a los noticiarios, llamando a nuestros amigos que viven en territorio venezolano, platicando con sus paisanos que viven en México, hemos ido pasando del interés a la preocupación.
Hemos visto que muchas de las manifestaciones pacíficas y bien intencionadas se convirtieron en confrontaciones violentas; que de los reclamos se pasó a los insultos y de la palabra se pasó a los puños cerrados y a las armas.
Se trata, bien lo sabemos los latinoamericanos, de un cuento mil veces contado en nuestra región y de una experiencia que compartimos, por lo cual sabemos de los peligros y de la severa amenaza para el desarrollo de una sociedad que representa la violencia: todo derramamiento de sangre es un fracaso de la democracia y un retroceso en la construcción de ciudadanía.
Vemos, además, que la arquitectura del Estado venezolano creada por el actual régimen carece de herramientas políticas democráticas para lidiar con la situación actual por el camino del diálogo y el encuentro. Asimismo, contar con tan escasos medios de comunicación no censurados solo conduce al rumor, a la desinformación y, por lo tanto, a la falta de entendimiento entre los diferentes proyectos de poder que hoy se disputan el destino de Venezuela.
Esta incapacidad estructural para el diálogo entre gobernantes y gobernados es suelo fértil para que haya aún más violencia, por lo que podemos prever que el final de los enfrentamientos no se encuentra cerca.
Afortunadamente, con lo que sí cuenta Venezuela es con el apoyo de las instituciones internacionales y con la atención de los pueblos del mundo, especialmente del mexicano.
En este contexto, más que los detalles específicos sobre los grupos y los actores políticos, lo vital es identificar que se trata de una crisis provocada por la ausencia de diálogo y de concertación.
Hoy de nada sirve saber quién es de izquierda y quién es de derecha. Tampoco es relevante la ideología, los partidos, los colores políticos. Lo que importa son las víctimas y ese sufrimiento humano ante el cual todos nos identificamos y el cual debe ser nuestra primera prioridad remediar.
Por todo ello, esperamos que la crisis que enfrenta Venezuela sean dolores de parto, que permitan alumbrar a un régimen más tolerante, más concertador, más capacitado para propiciar que el talento y la fuerza de sus ciudadanos florezca en un clima de libertades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.