Enero de 1994.
Algo no funciona en la campaña de Luis Donaldo Colosio. Nada más no cuaja. Hay candidato, pero no hay fuego en el discurso. No prende. Chiapas roba la atención mediática. Camacho y su protagonismo enfermizo eclipsan a Donaldo. Salinas y su perversidad despiertan suspicacias en torno al sonorense. ¿A dónde va Colosio?
Estado de México.
La campaña va de tumbo en tumbo. Gris, opaca, oculta entre la polvareda que se levanta en la brecha de tierra suelta, entre aquellos polvos de indiferencia, de incertidumbre. Va Colosio al volante de la Blazer blanca de Metepec hacia Huixquilucan. A su lado, en el asiento del copiloto, lo acompaña el periodista Félix Fuentes.
-¿Cómo ves la campaña, Félix?
-Mal… las primeras planas de los periódicos se las llevan el Presidente, Chiapas y Camacho… tus discursos, la campaña, apenas merecen una o dos columnas y nada más…
Colosio guardó silencio por un minuto. Sabía que Félix tenía razón: Salinas, Camacho y Chiapas estaban en primer orden mediático. ¿Qué hacer? Ni remedio por el momento.
Donaldo salió del marasmo momentáneo. Una frase. Una advertencia dura, áspera:
-Me la van a pagar esos hijos de la chingada…
*****
Cuarenta y ocho horas después de aquel discurso brutal, encendido, perfectamente pronunciado, relanzamiento real de su campaña con un candidato de mensaje severo —“veo un México con hambre y sed de justicia…”—, en ese 6 de marzo en el Monumento a la Revolución que impactó, que levantó cejas, que sacudió, que hizo crujir los soportes del priismo aún todopoderoso, que chocaba frontal con el México que nos quería vender Carlos Salinas: el del primer mundo, el del TLC, el México triunfador.
Sí: aquel discurso que irritó en Los Pinos.
Aquel discurso que, para muchos, debió haber sido el de toma de posesión como Presidente de la República, y que no debió haber sido pronunciado el 6 de marzo de 1994.
Cuarenta y ocho horas después de aquel discurso, el periodista entró a la oficina de Luis Donaldo Colosio en el PRI de Insurgentes Norte. Era un martes soleado. Al candidato lo notó preocupado, adusto. Borrada la sonrisa abierta, franca, que le solía acompañar.
Candidato y periodista hablaron de lo único que debían y tenían que hablar entonces: el discurso del seis de marzo.
-¿Conoció el presidente Salinas tu discurso?
-Se lo mandé la noche anterior… —respondió Colosio de forma seca, rotunda, árida—.
La noche anterior al discurso del seis de marzo había sido sábado, justo cuando el presidente Salinas de Gortari estaba ausente de Los Pinos. Era costumbre que Salinas, desde el viernes al morir la tarde y nacer la noche, se iba a un rancho en el estado de Morelos.
Es decir: cuando el discurso del “veo un México con hambre y sed de justicia…” llegó a Los Pinos, Salinas no lo leyó esa noche del sábado 5 de marzo de 1994. Después me enteré que lo conoció, que lo sufrió, hasta el domingo por la tarde, después de pronunciado por Colosio. Salinas estaba enfadado.
En la praxis, Colosio no enteró a Salinas del contenido del discurso del seis de marzo. Se lo envió “la noche anterior” sabedor de que no lo iba a leer en sábado.
Poco después, el propio Colosio le confirmó a Julio Scherer en el libro Estos años, por separado, la versión cuasi parecida a la que le confió al otro periodista 48 horas después de aquel 6 de marzo.
Colosio y Scherer:
-¿Conoció el Presidente tu discurso antes de que lo pronunciaras?
-Espero que me comprenda…
-¿Conoció tu discurso?
-No.
*****
“Políticamente, Carlos Salinas de Gortari y Manuel Camacho Solís mataron a Luis Donaldo Colosio, creando el entorno tenso y enrarecido que rodeó el asesinato del sonorense en Lomas Taurinas. Salinas y Camacho no sólo jugaron con la estabilidad política y personal de Donaldo. También lo engañaron. Lo desquiciaron.
“De alguna manera, Salinas y Camacho son corresponsables de que Colosio no hubiera llegado a la Presidencia. Con su perfidia. Con sus embustes. La bala que le atravesó la cabeza en Tijuana sólo fue el epílogo de una perversidad política contra el candidato presidencial del PRI” (Archivos del poder/Excélsior/19/06/2012).
*****
Colosio: 20 años después.
Colosio y la infamia.
Colosio y la indiferencia.
Colosio: veinte años después también, aquel discurso del 6 de marzo en el Monumento a la Revolución se sigue recordando. Continúa impactando. Colosio está vivo en ese discurso.
Y el castigo histórico:
¿Alguien recuerda algún discurso de alto impacto de Salinas o de Camacho?
De Salinas se recuerda haber provocado la crisis económica más dolorosa del país.
Y de Camacho, su ruindad histórica.
Dios castiga.
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/martin-moreno/2014/03/25/950386
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