Un año después del triunfo de la Revolución de Octubre un miembro de la policía secreta rusa, la Cheka, envió a una revista algunos manuscritos. Este chekista, Martínov, tenía ambiciones literarias y creía que los pintorescos casos que caían en sus manos, como jefe de la estación especial de choque para la lucha contra el bandolerismo en Moscú, podían transformarse en textos literarios. Dos de sus informes llegaron a la revista 30 Dney (30 Días); la redacción los envió a Isaac Bábel y a Mijaíl Bulgákov para que los corrigieran. Ni así fueron publicados y su autor los enterró en los archivos de la policía secreta. El investigador y poeta Vitali Shentalinski ha estudiado estos textos, que se encuentran en los archivos de la Lubianka bajo el título "Expediente del asalto a mano armada de unos bandidos contra V. I. Lenin el 6 de enero de 1919" (véase el libro Les surprises de la Loubianka, 1996). De allí extraigo la historia.
La fecha es incierta, pues en el expediente el chofer de Lenin cuenta que en la tarde del 24 de diciembre de 1918 fue avisado de que debía recoger en el Kremlin a su jefe. Lenin se sube al Rolls Royce, con su hermana, para ser llevado con su esposa a través de una ciudad convulsa y violenta donde predomina el hambre y la ruina. En cierto momento, varios jóvenes armados de revólveres bloquean el paso del auto y les gritan que se detengan. El guardaespaldas de Lenin, Chabanov, le comenta al chofer que no parece tratarse de una patrulla, sino de unos asaltantes. El chofer acelera y lanza el carro contra ellos, que apenas tienen tiempo de saltar a un lado. Pero Lenin, ante el barullo, se pone a golpear furiosamente el cristal que lo separa del asiento delantero, y exige que se detengan. El chofer finge no oírlo y sigue, pero el líder sigue golpeando y gritando. Cree que es una patrulla del nuevo gobierno revolucionario. Al final Lenin logra que el auto se detenga y cuatro hombres armados llegan corriendo, abren la puerta y gritan:
-¡Salgan!
-¿Qué ocurre, camaradas? -pregunta Lenin.
-Cierra el pico. Te hemos dicho que te bajes -y lo arrastran fuera del coche.
-Soy Lenin. Aquí tienen mi documento...
-Me importa un bledo que seas Levin (sic). Yo soy Koshelkov. ¡El amo de la ciudad cuando anochece!
Un asaltante agarra a Lenin por las solapas, busca en los bolsillos del abrigo; se apodera de su billetera y de una pistola Browning. Dos bandidos tienen encañonado a Lenin. El chofer, que ha permanecido dentro del auto, tiene a la mano una pistola, pero no se atreve a usarla, pues teme que maten a su jefe. Al final se llevan el auto. Todo ello ocurre en presencia de personas que caminaban por allí y que no intervienen.
Lenin se va caminando al Sóviet del distrito, seguido de sus acompañantes. Pero allí el guarda no lo reconoce y, como le han robado los documentos, no lo quiere dejar pasar. Al final lo convence, entra, se comunica con la Cheka y les envían tres autos con guardias armados. Pero los ladrones se han esfumado. Lenin está furioso, descontento y nervioso.
Seis meses después, y tras muchas peripecias, el policía Martínov logra localizar a Koshelkov, el líder de los hampones. Para ello el chekista se ha disfrazado de maleante y ha localizado a algunos de los asaltantes, pero estos le tienden una trampa. Al final, gracias a la amante de Koshelkov, logra acorralarlo y matarlo. El informe de Martínov, corregido por Isaac Bábel, cuenta que esperan a Koshelkov en una de sus guaridas: "Al fin apareció y le vimos enseguida... La primera ráfaga alcanzó la cabeza de su cómplice... Koshelkov empleó su procedimiento habitual: un revólver en cada mano. Empezó a disparar contra las ventanas del edificio donde le aguardaban. Fue mortalmente herido por el disparo de una carabina. Koshelkov cayó boca arriba... Así, tumbado boca arriba, medio loco y cegado por la sangre, continuó apretando el gatillo mecánicamente y disparando hacia el cielo...". Es muy probable que este incidente haya contribuido a desencadenar la posterior oleada de terror y represión encabezada por la Cheka.
Esta es la historia, dice Shentalinski, del curioso y metafórico encuentro entre el jefe del proletariado mundial y el rey del hampa moscovita. El azar pudo haber descarrilado el tren de la historia, si el bandido hubiese asesinado a Lenin. Por unos minutos, comenta Shentalinski, el destino de la revolución mundial y de Rusia se encontraron en manos del jefe de los hampones de Moscú.
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