La seguridad pública no será un coto político, ni un nuevo campo de batalla entre las fuerzas dominantes en el gobierno. Ni un hidalguense o un mexiquense de cepa sustituirá al comisionado nacional de Seguridad Pública, Manuel Mondragón. La decisión es salomónica, y aunque recayó en Monte Alejandro Rubido, cuyo pasado huele a chorizo pero no tiene la marca mexiquense tatuada en la piel, la crisis interna que provocó la renuncia anticipada de Mondragón, que desató la guerra palaciega sobre quién sería el sustituto, quedó superada por el momento.
El grupo hidalguense sacó la carta de Eugenio Imaz, director del Cisen, pero al analizar lo contraproducente que sería moverlo por su eficiencia –incluido el manejo de la delicada relación con Estados Unidos-, se empujó a Damián Canales, director de Investigaciones de la Policía Federal, y secretario de Seguridad Pública en Hidalgo cuando el gobernador era Miguel Ángel Osorio Chong.
El grupo mexiquense, que desde que comenzó el sexenio quiso copar los cargos estratégicos, movió sus piezas. Salvador Neme, ex secretario de Seguridad Pública del estado de México, miembro de una familia muy cercana al presidente Enrique Peña Nieto, era el puntero.
Luego David Garay, que fue comisionado de la Agencia de Seguridad Estatal del estado de México cuando Peña Nieto era gobernador, y que actual jefe de la Unidad de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, que depende del subsecretario Luis Miranda, la cuña de Los Pinos en el equipo del secretario Osorio Chong.
Pero no habría una guerra en la trinchera desde la que se libran múltiples batallas. Rubido, que garantizaba inyectarle al cargo menos protagonismo y frivolidad, más seriedad, conocimiento y experiencia, fue una decisión que, de acuerdo con fuentes federales, fue equivalente a un compromiso político. Nada para nadie de los grupos en pugna permanente, pero la autoridad directa la tiene, como hasta ahora, Osorio Chong.
La carrera de Rubido comenzó a notarse en la Secretaría de Gobernación que encabezaba Manuel Bartlett, como director de Análisis de la Dirección de Investigaciones Políticas –placenta del Cisen-, hasta que lo reclutó el gobernador del estado de México, Emilio Chuayffet, que lo hizo director de Investigación y Análisis, un área que de acuerdo con los expertos, fue el primer centro de inteligencia que tuvieron los gobernantes mexiquenses. Chuayffet lo quiso impulsar como director del Cisen cuando fue secretario de Gobernación a mediados de los 90s, pero no fructificó la iniciativa por el control que tenía en ese entonces el director Jorge Tello Peón.
Al llegar el PAN a la Presidencia con Vicente Fox, Eduardo Medina Mora, que había trabajado en áreas de seguridad del sector privado, fue nombrado director del Cisen. Rubido, que no tiene filiación partidista, trabajó un tiempo con el gobernador del estado de México,Arturo Montiel. A Rubido le acreditaron una red de espionaje en 2001, de la que el entonces secretario de Gobierno mexiquense,Manuel Cadena, en su lucha por el poder estatal, responsabilizó al grupo que él bautizó como Los Golden Boys, donde estaba Peña Nieto, de la que él siempre negó su autoría.
Rubido había tenido una puerta revolvente en las áreas de inteligencia federal y mexiquense, y para mediados de la década pasada, había restaurado plenamente su carrera dentro del Cisen, a donde llegó a ser secretario general, el número dos en el servicio de inteligencia civil. Cuando Felipe Calderón asumió la Presidencia, el nuevo secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, que trabajó con él en el Cisen –uno de sus mayores logros fue identificar al Subcomandante Marcos-, lo invitó como subsecretario de Prevención, Vinculación y Derechos Humanos.
En septiembre de 2008 García Luna lo propuso como secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad Pública, y fue ratificado por el presidente Peña Nieto en marzo de 2013. Rubido, por definición discreto y de bajo perfil, era un funcionario distante en el nuevo gobierno, hasta que estalló el problema de las autodefensas en Michoacán, donde fue habilitado como vocero de seguridad. El intento para que lo remplazara el comisionado federal en el estado, Alfredo Castillo, con el respaldo de la Oficina de la Presidencia –a través de Rodrigo Gallart, que lleva la imagen en Los Pinos-, fue un desastre en el tema de la comunicación.
Rubido entró nuevamente al rescate, como ahora, de bombero ante el incendio que se estaba propagando en los pasillos del poder que amenazaba con politizar un cargo que debe ser técnico y con una dosis de mano política, como el que requiere la Comisión Nacional de Seguridad Pública. Pararon a tiempo el conflicto y, en la emergencia, escogieron a un buen profesional.
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