Juan Pablo II, canonizado este domingo junto con Juan XXIII, nunca conoció a Manuel Buendía, el columnista político más influyente del último medio siglo, pero sus vidas estuvieron estrechamente vinculadas. El Papa santo fue una pieza estratégica en la batalla final de la Guerra Fría, y Buendía fue un periodista que pagó con su vida, de acuerdo con testimonios de personas que estuvieron directamente relacionadas con la investigación de su asesinato, por haber estado a punto de revelar cómo México jugó con El Vaticano y Washington para desestabilizar a Polonia.
Buendía fue asesinado al anochecer del 30 de mayo de 1984 cuando recién salía de su oficina. En el cuarto piso de su despacho, agentes de la extinta Dirección Federal de Seguridad, recogieron todos los expedientes que tenía Buendía en su oficina. Mucha de la información que ahí guardaba era hemerográfica, que sobrepasaba en volumen a la documentación. La instrucción de llevarse todos los expedientes fue dada por el entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, a través de su subalterno, el jefe de la DFS, José Antonio Zorrilla.
Dónde quedaron esos expedientes es algo que no se aclara todavía. Qué buscaban, es algo que nunca se ha dicho de manera oficial. Aunque han circulado diversas versiones sobre el posible móvil de su asesinato, un hecho concreto es que un mes antes del crimen, Buendía publicó en dos partes la denuncia de los obispos del Pacífico sobre la penetración del narcotráfico en la sociedad –un tema del cual no se hablaba entonces- y la colusión de funcionarios públicos. Las publicaciones provocaron una reunión presidida por el secretario de la Defensa, general Juan Arévalo Gardoqui, con la participación de representantes de Bartlett, Zorrilla y varios comandantes de la DFS, según investigadores bajo el mando de Samuel del Villar, que era el zar contra la corrupción del presidente Miguel de la Madrid. En esa reunión, afirmaron, se ordenó su muerte.
La narcopolítica siempre se le relacionó a su asesinato, reforzado por las investigaciones en Los Pinos. Pero ahora, según ex agentes de la DFS que participaron en las pesquisas sobre el crimen, el narcotráfico jugó un papel secundario en el asesinato, relegado por un envío de armas a Polonia. Los ex agentes dijeron que Buendía recibió por correo copias de un manifiesto de armas de la Secretaría de la Defensa que tenía como destinatario al sindicato Solidaridad, que enfrentaba al régimen comunista polaco. Las armas fueron decomisadas en el puerto de Nueva York por la Agencia de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, agregaron.
Pero su historia está llena de lagunas e interrogantes. ¿Por qué enviaba la Sedena armas a Solidaridad cuando las podía enviar directamente el gobierno de Estados Unidos? ¿Por qué identificaba el manifiesto a la Sedena como el remitente? ¿Qué ganaba el gobierno de De la Madrid con el favor al presidente Ronald Reagan y al papa Juan Pablo II para alimentar la revuelta en Polonia? La postura ante a Washington en Polonia, en la lógica de esta versión, estaba en las antípodas de la posición mexicana en Centroamérica, sobretodo en su firme oposición a una invasión a Nicaragua.
Sin embargo, el papel del gobierno mexicano en aquellos años siempre fue contradictorio y se cruzaban las armas de la Guerra Fría. Agentes de la DFS con la colaboración del sindicato petrolero, ayudaron a la CIA a transportar clandestinamente a través de México armas para la Contra antisandinista. A cambio, toneladas de droga entraban a Texas en pipas de Pemex, donde las aduanas estadounidenses se abrían sin que los molestaran. Era un quid pro quo de armas para la Contra a cambio de drogas para el mercado estadounidense y ganancias por el narcotráfico, en el que participaron comandantes de la DFS que después fueron fundadores de cárteles como el de Juárez y el del Golfo. ¿Tenía Buendía la película completa?
En las semanas previas a su asesinato no habló de ello. El llamado affaire Irán-Contras iba a explotar más adelante, revelándose las ilegalidades en las que incurrió la CIA y la Casa Blanca en su guerra contra el gobierno sandinista. Tampoco hizo mención alguna de las armas mexicanas para Polonia. Buendía no era indiscreto y mantenía sus datos con hermetismo. Pero al mismo tiempo solía preguntar a algunas personas información de contexto que pudiera ayudarlo. No fue el caso. Pero tampoco hay una razón por la que los ex agentes de la DFS quisieran desviar la atención sobre el posible móvil del crimen.
Armas, droga, militares y políticos no dejan de estar conectados. La variable de Polonia suma ahora a un crimen que pese a tener sentenciados, no está aclarado. No hay móvil ni autores intelectuales en el asesinato de Buendía. ¿Fue en efecto la revelación de cómo México sirvió a Washington y a El Vaticano en la lucha en Polonia la razón del crimen? Quizás nunca sabremos si Buendía estuvo mucho más cerca de Juan Pablo II de lo que se hubiera imaginado, y si pudo haber descubierto la pieza mexicana en el tablero de la Guerra Fría, donde México siempre jugó con la mano izquierda y el corazón derecho.
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