martes, 8 de abril de 2014

Raymundo Riva Palacio - Madero, candidato del poder

La batalla por la presidencia del PAN trasciende a la militancia y al partido, y se mezcla con los intereses del gobierno federal y sus ambiciones reformistas. Por un lado, Gustavo Madero, el líder con licencia que busca la reelección, aliado estratégico del presidente Enrique Peña Nieto en la construcción del nuevo andamiaje  económico con su colaboración dentro del Pacto por México; y por el otro, Ernesto Cordero, el senador con licencia, crítico sistemático de la política económica y de la colaboración complaciente, afirma, de Madero con el Presidente.
 
Aunque los panistas están ideológicamente en el mismo campo, en el gobierno saben que las reformas constitucionales habrían salido más costosas con Cordero que con Madero. Inclusive, cuando en los primeros meses del Pacto por México un colaborador del Presidente comentó sobre el oxígeno que le inyectaban a Madero para que mantuviera su ascendencia sobre diputados y senadores para lograr los votos que necesitaba en PRI para sacar las reformas, comentó: “¿Y eso es malo?”. El año pasado no; salieron todas las reformas propuestas. Pero para este, donde propondrán reformas importantes en el campo –los transgénicos-, introduce un factor de riesgo en la negociación.
 
 
 
 
 
 
 
El respaldo absoluto del gobierno a Madero tuvo un alto costo en términos de imagen para el líder con licencia que, en estos momentos, va debajo de Cordero en las encuestas en la militancia sobre preferencias de su nuevo dirigente. De los casi 250 mil militantes que van a votar el 18 de mayo por el nuevo presidente del PAN, Cordero va adelante en todas las encuestas: 12 puntos la medición más cerrada; 30 en la más abierta. La diferencia se ha mantenido en esos parámetros desde diciembre pasado, cuando comenzó a medirse la militancia.
 
Los mensajes que han causado ese respaldo a Cordero, de acuerdo con miembros de su equipo de campaña, son el de la corrupción, un fenómeno generalizado en el PAN, pero focalizado en el círculo de Madero, y en mayor medida, la cooperación fácil y acrítica, como acusan, con el gobierno de Peña Nieto. Los panistas son muy independientes cuando de votar se trata, y la idea que puedan ser manipulados y utilizados por el poder siempre es rechazada. Cordero ha leído esa inconformidad con Madero al punto de llevarlo a nombrar a su autobús de campaña “El tumbalínea”, para fijar simbólicamente su posición.
 
Sin embargo, Madero está convencido de que va a ganar. Lo dice en privado a quien le cuestiona la pérdida de respaldo mostrada por las encuestas, y personas que han hablado con sus estrategas dicen que los números actuales se van a revertir. Cercanos a Cordero, que también están seguros de ganar, no dejan de mostrar preocupación por el tercer factor en la contienda: los gobernadores. Del PAN y del PRI.
 
Los gobernadores juegan un papel importante en las elecciones cuando se meten en los procesos, porque pueden facilitar o bloquear la movilización y la participación. Si se analizan las encuestas desde un punto de vista estratégico, entre más panistas salgan a votar, mayores posibilidades tendrá Cordero de ganar, al aprovechar la molestia interna. Pero el gobernador controla la maquinaria política de su partido en el estado y, en algunos casos, incide incluso sobre el aparato de otros partidos.
 
De acuerdo con estrategas de Cordero, el único gobernador con quien seguro cuenta en la elección es Marcos Covarrubias, de Baja California Sur, a quien respaldó planamente para que ganara la gubernatura cuando fue secretario de Desarrollo Social. Cordero trabajó en aquél momento con el gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, uno de los mejores operadores con los que cuenta el PAN. Sin embargo, Padrés está hoy alineado con Madero, una estrategia para tratar de compensar con un aliado de Peña Nieto, el desprecio que tiene la Presidencia por su trabajo. Otro viejo corderista es ahora maderista, el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, que tiene una de las maquinarias políticas más poderosas dentro del partido. Cordero va en la fórmula con el ex gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, pero el estado que hoy encabeza el panista Miguel Márquez, no aportará –estiman- más allá de lo que históricamente ha dado: poco más del 50% del voto al candidato local.
 
Guanajuato no va a compensar el respaldo de Moreno Valle, y mucho menos Baja California Sur la fortaleza de Padrés. Dos estados donde se aliaron con la izquierda para derrotar al PRI, están descontados para Cordero. En Oaxaca, Gabino Cué jugará en el mejor de los casos neutral, pero en Sinaloa, Mario López Valdés apostará por el partido que corre por sus venas, el PRI, y respaldará a Madero. En efecto, de acuerdo con corderistas y priistas, el partido en el gobierno respaldará a Madero. Estrategas de Cordero dicen que en donde más datos tienen de respaldo priista para su adversario es en el estado de México y en Quintana Roo, pero consideran que al final del proceso no serán los únicos que se vuelquen por Madero, convertido, sin duda alguna, en el candidato del poder.
 
 
twitter: @rivapa
 
 
 
 

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