Con la reforma energética de Enrique Peña Nieto, México quedará como un queso gruyere. Se nos viene encima la masiva perforación de pozos para la extracción de hidrocarburos, particularmente de gas shale.
El panorama es ciertamente sombrío. El método de extracción denominado fractura hidráulica o fracking es altamente dañino para el medio ambiente, los mantos acuíferos y la seguridad de los ciudadanos, ya que se ha comprobado ocasiona sismos de baja, media y alta intensidad.
En definitiva, el fracking de Enrique Peña Nieto es el ecocidio del milenio gracias a las modificaciones de la reforma, una de las cuales otorgada al gobierno la facultad de firmar contratos con empresas privadas, para participar en la extracción de hidrocarburos, la producción nacional de gas natural a partir del llamado gas shale.
Por tanto, la mafia ecológica se ha unido para repartir el gran pastel energético del país. Hay una gran cantidad de empresas y funcionarios corruptos beneficiados. Todos ellos, encabezados por Pemex, contratado por trasnacionales extranjeras que pretenden aprovechar la liberación de la explotación del gas shale a través de la nueva reforma.
Lo más llamativo de esta nueva estrategia para el saqueo de los recursos naturales de todos los mexicanos, es el nivel de indolencia del gobierno peñista, que a pesar del desequilibrado costo-beneficio, sigue adelante con su plan para concretar el robo del Siglo.
Los frackinistas han aprovechado la falta de legislación sobre este método de extracción para empezar a hacer sus desmanes. De hecho, en Nuevo León, un estado históricamente sin terremotos, se han registrado más de 100 sismos en cinco meses debido a la perforación de pozos por parte de Pemex con el sistema de fracking.
Peña Nieto justificó su reforma bajo dos argumentos: la crisis nacional de abastecimiento de gas natural, y la falta de experiencia y capacidad de Pemex para extraer el gas shale.
Ahora entendemos esa inexperiencia y la falta de implementación de una estrategia de extracción más noble de los energéticos. Tal vez, por eso, México es uno de los cinco países en el mundo que están enfrentando las secuelas por este tipo de explotación.
El Movimiento Mundial Antifracking afirma en su documento “Qué quiere, cómo opera y lo que sigue”, que en México existen 681 reservas de gas shale, concretamente en Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Jalisco, Sinaloa, Durango, Guerrero, Michoacán, San Luis Potosí y Veracruz, lo que convierte a estos estados en susceptibles de “desastres ecológicos” por el uso de esta práctica.
Hay que explicar que el gas shale es lo mismo que el gas natural. La única diferencia es que se encuentra atrapado en sedimentos de roca de lutita, a profundidades pueden llegar a más cinco mil metros. La perforación del pozo incluye una perforación horizontal de uno a un kilómetro y medio, hasta los tres kilómetros.
Una vez dentro, Pemex usa explosivos para provocar pequeñas fracturas e inyecta por etapas alrededor de 29 millones de litros de agua a muy alta presión, mezclados con arena y más de 750 aditivos químicos altamente contaminantes.
Pemex está usando bencenos, xilenos, cianuros en cantidades exhorbitantes, entre los 55 mil y 225 mil litros por pozo. Todos son elementos cancerígenos y mutagénicos; incluso algunos de estos químicos ni siquiera están catalogados.
Entre los pozos que he visitado en Nuevo León y Tamaulipas he podido comprobar que el proceso es verdaderamente espeluznante. Las viviendas de alrededor de la ubicación de los pozos están cuarteadas, con grietas, pisos levantados y techos dañados. Los sismos son diarios y continuos. Van desde los 3 hasta los 4.5 grados en la escala de Richter. Los habitantes hablan de un rugido que surge de la tierra, seguido de un movimiento oscilatorio que resquebraja la estructura de casas y edificios. Y obviamente los vecinos, sin ser científicos, vinculan actividad humana con la actividad de los recientes movimientos telúricos.
La fracturación hidráulica de cada pozo se hace hasta en 12 etapas. Cada una es altamente peligrosa porque rompe las capas del subsuelo, genera terremotos y fugas en los fluidos contaminantes, dañando los mantos acuíferos.
Hace algunos días, me quedé sorprendida del testimonio de habitantes de Sabinas Hidalgo y Zuazua, Nuevo León. Me contaban como sus norias centenarias se habían vaciado con los movimientos de la tierra. Una señora, incluso, lloraba porque se trataba de una noria perforada por sus abuelos que siempre les suministró el vital líquido, a pesar, de las intensas sequías que se padecen en esas tierras.
Las fugas de los químicos contaminantes que Pemex inyecta están perjudicando el abastecimiento de agua potable y los ríos. De hecho, está comprobado que algunas aguas subterráneas llegan a evaporarse.
Además del daño de cientos de casas por los sismos, y de la contaminación de la atmósfera por la liberación del gas, hay un daño directo a nuestras exiguas reservas de agua. Todo mundo sabe que la próxima gran guerra que habrá en la tierra será por agua.
Los expertos advierten que Pemex al usar este nocivo sistema de extracción, terminará muy pronto con el flujo de hidrocarburos, ya que irán disminuyendo con tasas de declinación entre 29 y 52 por ciento anual. Esto provocará que cada pozo lo perforen más, hasta 18 veces, con el consiguiente efecto negativo para los ciudadanos.
El tema de la salud es aterrador. En Estados Unidos han comprobado que quienes habiten a 800 metros de un pozo perforado con fracking, tendrán una probabilidad de padecer cáncer del 66 por ciento. Lo que es peor: más de 75 por ciento de los químicos contaminantes inyectados afectan directamente la piel, ojos, el sistema respiratorio y gastrointestinal. The Endocrine Disruption Exchange Institute asegura además, que el 40 y el 50 de estos químicos, puede incluso al sistema nervioso, inmunológico, cardiovascular y riñones; mientras el 37 por ciento daña el sistema endocrino y el 25 por ciento provoca cáncer y mutaciones.
A los trabajadores de Pemex encargados de perforar los pozos tampoco les ira bien porque el Instituto Nacional para la salud y seguridad ocupacional determinó que hay sílice cristalina en el aire, provocado por el fracking, algo que provoca silicosis, una enfermedad irreversible.
El fracking de Peña Nieto tampoco es barato. Greenpeace en su documento
“Chale con el gas shale”, elaborado establece que Pemex estima que sólo para explorar las posibilidades de gas shale en el país es necesaria una inversión de 30 mil millones de pesos en los próximos tres años para 195 pozos, de los cuales, ya casi 300 millones de pesos del presupuesto, se gastaron en trabajos exploratorios. En total se requerirán 600 mil millones de pesos para los próximos 50 años con este nefasto método.
Cuando ves de cerca la tragedia ambientalista y social que ya se registra en los territorios de exploración y extracción, uno se pregunta cuál es el costo-beneficio que Peña Nieto está obteniendo con esto. ¿Vale más el negocio redondo que significa vender nuestros hidrocarburos, que el bienestar de los ciudadanos?
El impacto social y ambiental es tremendo y se traduce en violaciones a los derechos humanos. De entrada, hay una violación al derecho del acceso a la información, ya que Pemex, el gobierno federal y los gobiernos estatales ocultan información. La opacidad es la constante. Los vecinos se enteran de la existencia de estos pozos por los sismos, las pipas que entran y salen y las fumarolas de los trabajos en las perforaciones.
Los ciudadanos están siendo igualmente violentados en su derecho a la consulta libre e informada, en su derecho a un medio ambiente sano, en su derecho a la participación activa en la toma de decisiones, en su derecho a una vivienda digna, en su derecho a la seguridad, a la salud.
El gobierno de Enrique Peña Nieto está violando los artículos 1 y 4 de la Constitución y diversos tratados internacionales al aplicar el uso indiscriminado y devastador del fracking.
Si el gobierno es indolente y no escucha el reclamo social. Nos corresponde a la sociedad civil detener este ecodicio, porque de esa manera detendremos el avance del exterminio.
Twitter: @SanjuanaMtz
Facebook: Sanjuana Martínez
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