lunes, 7 de abril de 2014

Eduardo Ruiz Healy - No nos escandalizamos ante lo cotidiano

Nos escandalizamos, y con justa razón, por el caso de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México. Hasta el momento nos hemos enterado que decenas de millones de pesos fueron tirados a la basura, que gran parte de la obra fue realizada sin que se elaboraran los proyectos ejecutivos necesarios o los estudios de impacto ambiental obligatorios, que la elección de muchos equipos fue arbitraria, que el encargado de la obra es hermano de uno de los principales directivos de una de las empresas contratistas, que en el proyecto hubo mucho desorden e improvisación.

Nos escandalizamos, en gran medida, por los montos involucrados, por los poderosos personajes implicados en el asunto y por el circo mediático que provocó el caso.

Sin embargo, si nos ponemos a pensar un poco, todos los días ocurren en todo el país eventos que deberían escandalizarnos pero que no lo hacen debido a que nos hemos vuelto insensibles ante el gran desorden y corrupción que nos rodea.








Vemos las banquetas de nuestras ciudades. En la mayoría de los casos son un desastre. Una persona con discapacidades motrices o visuales camina sobre ellas poniendo en riesgo su integridad física. Hace unos días vi cómo una mujer que empujaba la carriola de su bebé tuvo que bajarse de una banqueta al constatar que ésta no podía sortear los obstáculos que tenía enfrente. Se vio forzada a caminar sobre el arroyo arriesgando la vida de ambos.
Me pregunté: ¿por qué diablos permiten las autoridades que esto ocurra? Y me respondí: porque no les importa la seguridad de los peatones.
Veamos al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que, por lo menos en la teoría, debe velar por la salud de quienes han sido obligados a darle parte de sus ingresos. La semana pasada atestigüé dos casos. El primero, el de una mujer trasplantada que vive en el estado de Puebla que me informó que en el hospital general de zona de la ciudad donde vive no tenían los inmunosupresores que requiere para que su cuerpo no rechace el órgano que recibió. El segundo, el de un hombre con una infección renal que después de casi un mes de ir y venir a diversas unidades médicas optó por consultar a un nefrólogo en un hospital privado en vista de que para ver al del IMSS tenía que esperar hasta agosto.
Ignoro qué ocurrió en el primero de los casos después de que le proporcioné los datos de la mujer a un funcionario del IMSS. En lo que al segundo caso se refiere, el enfermo tuvo que pagar casi 30,000 pesos por el tratamiento que le recomendó el médico privado, quien diagnosticó que lo que le habían recetado en el IMSS durante casi un mes era inapropiado para atacar exitosamente la infección. Si no se hubiera sometido al nuevo tratamiento, es casi seguro que en agosto no hubiera acudido a su cita con el nefrólogo del IMSS porque estaría muerto.
Servicios públicos de quinta, obras mal hechas, mantenimientos que no se llevan a cabo, reparaciones al ahí se va. Estos son los casos que nos deberían escandalizar todos los días.
Tristemente, no reaccionamos ante la irresponsabilidad, desidia y corrupción de tantos funcionarios. Y mientras no lo hagamos, ellos no harán nada para cambiar la situación de las cosas.
Merecemos lo que sucede.

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