lunes, 5 de mayo de 2014

Federico Arreola . El periodismo de calidad, ¿qué es? ¿Las fallas éticas de la gran revista Proceso?

Hoy domingo, en El Mundo, de España, el periodista Pedro J. Ramírez ha publicado un interesante artículo en el que habla de la crisis económica de los diarios y sus consecuencias, lamentables, para la libertad de expresión.

“Lo peor del hundimiento de las cuentas de resultados de los periódicos”, dice el señor Ramírez, “no son sus efectos sobre las condiciones de vida de los periodistas sino sobre lo que reciben los lectores”. No solo “por la merma de la cantidad y calidad de la información”, sino sobre todo porque los editores y periodistas han caído en una “creciente dependencia de los poderes establecidos”, lo que es particularmente riesgoso “en un momento de intensa simbiosis entre la política y los negocios”.





Pedro J. Ramírez entiende el periodismo como un contrapoder que explica con esta famosa frase de George Orwell: “Periodismo es publicar lo que alguien pretende mantener oculto, lo demás son relaciones públicas”. Después de las definiciones, el exdirector de El Mundo sintetiza la actual situación de la prensa “diciendo que ellos, los poderosos, están más fuertes que nunca y nosotros, los contrapoderosos, más débiles que nunca”.


En el diagnóstico del periodista español, al menos en la primera parte del mismo, no hay espacio para ningún tipo de esperanza. Asegura que los gobiernos y las grandes empresas “aprovechan la alta dependencia de los medios de sus favores políticos y de sus presupuestos de publicidad –o más bien de amistad y propaganda– para condicionar sus líneas editoriales e introducir la autocensura en las redacciones”. En todo el planeta, piensa Ramírez, “el poder pretende poner al periodismo de rodillas” y lo peor es que “a menudo lo consigue”.


De ahí el desencanto con la democracia. Es que “el perro guardián”—esto es el periodismo, que ha sido el responsable de cuestionar a los poderosos para evitar sus excesos– "ha sido narcotizado".
En su largo artículo, Ramírez analiza lo que está pasando con la distribución de contenidos periodísticos a través de medios digitales. Informa que el número de estadounidenses que consumen información a través de teléfonos inteligentes y tabletas ha aumentado en forma considerable, tanto que en un lustro, según algunas proyecciones, superará a la televisión. Así las cosas, “quien no convierta en prioridad la generación de contenidos para dispositivos móviles perderá el más importante tren hacia el futuro”.


Hay futuro para el periodismo, aunque no sea impreso. Pero debe hacerse, dice Pedro J. Ramírez, “periodismo de calidad”. Así que si el futuro es sombrío para los “impresores, distribuidores y quiosquero”, las cosas no son necesariamente así para los buenos periodistas. Estos tienen ante sí un futuro tan esplendoroso como sean capaces de construírselo.
El problema es responder a la pregunta clave: ¿Qué es el periodismo de calidad? No puede ser solo aquel que publica lo que alguien pretende mantener oculto. Porque puede haber razones legítimas para intentar ocultar determinada información.


Hace años, un integrante de la familia del fundador de Proceso sufrió un delito grave. Afortunadamente el problema se resolvió y, porque todos tenemos el derecho a la privacidad, el afectado y sus familiares y amigos más cercanos decidieron no hacer público lo que pasó. Un periodista se enteró, lo consideró un asunto de interés público y lo dio a conocer. La gente de Proceso se molestó bastante.


¿Puede el gobierno exhibir argumentos legítimos para no informar todo lo que hace? Desde luego que puede. Pero el funcionario no deberá argumentar juego sucio si el periodista descubre algún secreto y, sin mentir ni exagerar, lo publica. Esto significa que el periodismo de calidad se da en dos tiempos: primero, el de la valentía del periodista que se atreve a difundir lo que algún personaje poderoso no quiere que se sepa; segundo, el de la ética para dar a conocer los hallazgos sin mentiras y tampoco sin recurrir a medias verdades, sin amarillismo y sin aderezar las historias con dosis elevadas o mínimas de mala fe.


En México, no pocos editores de medios de comunicación y periodistas piensan que el único periodismo de calidad es el que insulta, difama, miente y agrede. Esto particularmente es cierto en el caso de la gente que realiza la revista Proceso.


Soy admirador de Proceso, la he leído desde que nació –cada semana la compro por lealtad a la publicación fundada por Julio Scherer–, disfruto sus reportajes, cartones, artículos de opinión. Conste, nunca he pensado que se trate de un medio de comunicación objetivo. A pesar de esto, soy seguidor de su edición impresa y reconozco que sus editores han realizado un buen trabajo en el terreno digital.


Proceso le ha hecho mucho bien al periodismo mexicano. Al mismo tiempo, es enorme el daño que le ha hecho a este oficio.


Lo bueno de Proceso es su ejemplo de coraje y valentía que a tantos mexicanos ha inspirado durante décadas. Lo malo es que ha convencido a muchos, sobre todo a los jóvenes, de que el único periodismo que vale la pena tiene que ser escandaloso, exagerado y ofensivo.


La edición de Proceso de este domingo, otra vez, tiene el mérito de la arrojo porque se mete con personajes que están en el poder, pero falla en la ética por las siguientes razones:


1.- Afirma sin evidencia científica contundente que las perforaciones de Pemex para extraer gas shale han provocado sismos en Nuevo León.


2.- Claramente exagera al decir que Luis Videgaray busca, con la legislación secundaria para el sector energético, invertir como se le pegue la gana la renta petrolera y manipular a su antojo todos los contratos que en el sector se firmen.


3.- Cae en un amarillismo bastante vulgar al usar el reciente viaje al Vaticano de la esposa del presidente Enrique Peña Nieto, la señora Angélica Rivera. Ella iba en representación de su marido a una ceremonia que a muchos nos podrá parecer absurda –la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II–, pero que es muy importante para la mayoría, católica, de la población mexicana. Era, pues, un viaje absolutamente justificable y justificado. No hay en la nota de Proceso nada que pueda usarse para probar ningún tipo de abuso, pero otra vez el semanario que a mí tanto me gusta presentó los hechos como un gran escándalo. Sin argumentos, sin evidencia, sin nada. Solo joder por joder porque, así suponen algunos, es la única forma de hacer periodismo de calidad.


4.- Se mete con un muy pobre sentido de la ética en la vida privada del procurador general de la República, Jesús Murillo Karam.


5.- Y, el colmo, una de sus reporteras, Columba Vértiz de la Fuente, parece acusar al cineasta Alfonso Cuarón de haber contribuido con sus preguntas sobre la reforma energética, “al lucimiento del gobierno de Enrique Peña Nieto”.


Así es Proceso, así ha sido todos estos años y supongo que así seguirá todo el tiempo que le quede de vida, que espero sea bastante y cada vez más productiva para todos los que en esa publicación colaboran.


Artículo de el mundo.es

Leído en http://www.sdpnoticias.com/columnas/2014/05/04/el-periodismo-de-calidad-que-es-las-fallas-eticas-de-la-gran-revista-proceso

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