Quien ha comenzado, ya ha hecho la mitad: atrévete a pensar, empieza.
Horacio
Entre la obscuridad absoluta y la enceguecedora luz, la vida transcurre oscilando entre gamas y matices que colorean la existencia. Naturalmente, nuestras mentes se rebelan ante quienes pretenden encasillar todo en opuestos: bueno o malo, valiente o cobarde, amigo o enemigo. Hasta el menos capaz de los individuos sabe que blanco no es todo lo que no es negro, y que no se odia sólo porque no se ame. Sólo en las telenovelas, los incuestionablemente buenos triunfan por sobre los absolutamente malos.
Pero supongo que, por inercia, los vendedores de la verdad, y dueños de las pantallas chicas del país, los días anteriores intensificaron su campaña de simplificación de mensajes, trasladando sus cuentos chinos a las páginas editoriales de diversos diarios. Así, a través del nado sincronizado de sus colaboradores-articulistas, pretenden vender que "quien no está de acuerdo con Televisa es porque está vendido a Telmex", pero que quien trabaja para la televisora escribe bajo conciencia y no bajo consigna (o por temor a represalias).
No faltarán quienes caigan en la red de la simplicidad goebbeliana a la que se ciñen y terminen engullendo su mensaje. A ellos me dirijo citando a Immanuel Kant: sapere aude, atrévanse a pensar: ¿por qué llora Televisa?
El 11 de junio de 2013 se publicó el decreto que reforma los artículos 6, 7, 27, 28 y otros de la Constitución, en el que se establecieron reglas para derribar los muros que hasta ahora hacen infranqueables las fortalezas de Carlos Slim Helú y Emilio Azcárraga Jean: el primero, zar de la telefonía y el internet, y el hombre más rico del mundo -dependiendo de la valuación siempre fluctuante de sus acciones en los mercados de valores-; y el segundo, el zar de la televisión abierta y de paga del país.
Ya que el decreto trastocaría los intereses de los más poderosos grupos privados del país, era indispensable blindar la reforma para que resistiera el embate de sus presiones para revertirla. Así, la reforma se diseñó para ser auto- aplicativa, y el capítulo de disposiciones transitorias se extendió hasta casi hacer innecesaria la expedición de una ley.
Sólo bastaba el transcurso del tiempo, la integración del órgano regulatorio autónomo -el Instituto Federal de Telecomunicaciones- y el cumplimiento de sus obligaciones dentro del plazo previsto por el decreto, tal y como sucedió el 7 de marzo. En esa fecha, el Instituto declaró como "agentes económicos preponderantes" al grupo que encabeza América Móvil, de Slim, y a Grupo Televisa, de Azcárraga, y los sometió a reglas diseñadas para nivelar el terreno de juego de los competidores -existentes o potenciales.
Naturalmente, la decisión dejó inconformes a los afectados, y muchos la consideran insuficiente proponiendo, por un lado, que a América Móvil se le impongan tarifas de interconexión cero, y por el otro que a Televisa se le declare preponderante en televisión de paga.
Esta decisión ya surtió efectos, y ese es el quid del asunto; sólo podría alterarse si la ley que apruebe el Congreso interpreta de forma distinta las condiciones establecidas en la Constitución para considerar a un agente económico como preponderante.
Eso es, exactamente -entre otras cuestiones-, lo que pretende la iniciativa presentada por el Ejecutivo ante el Senado. Así, si la iniciativa pasara a ser ley, Televisa dejaría de ser considerado "preponderante" -ya que su participación de mercado se mediría sobre el sector de radiodifusión (incluyendo estaciones de radio), y no estaría sujeto a las reglas y prohibiciones del Instituto; podría seguir comprando operadoras de televisión por cable, ya que no es preponderante en telecomunicaciones; tendría el margen para obstruir el tránsito a la televisión digital terrestre y, por ende, eliminaría el interés que pudiera existir de posibles competidores en participar en la licitación de las dos nuevas cadenas de televisión.
Un mundo feliz para Televisa, ¿no?
pcarpinteyro@gmail.com
Leído en Reforma
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