Siempre quieren más y más. Más reglas. Más dinero. Más spots en la radio y televisión. No tienen saciedad. Son los partidos políticos en México.
La semana pasada fue aprobada la legislación secundaria de la reforma política-electoral. Si de por sí teníamos un sistema de partidos y elecciones hiperreguladas, ahora vamos a tener uno mega-híper-regulado. Las reglas se han multiplicado una vez más. ¿Cómo llegamos a esta situación?
Desde la reforma electoral de 1996, los tres partidos más importantes (PAN, PRI y PRD) se han puesto de acuerdo para competir con reglas que ellos mismos diseñan. Luego vienen las elecciones y los tres se dan cuenta que todos aprovecharon lagunas legales o leyes mal redactadas para inclinar la balanza a su favor. Hacen entonces otra reforma para impedir que vuelvan a repetirse estas tretas regulando cada vez más. Vienen nuevas elecciones donde encuentran maneras de darle la vuelta a la ley. Acto seguido se legisla la siguiente reforma. Así tenemos un proceso de reforma-ardides-reforma que continúa sin cesar. El resultado es un enorme cúmulo de legislación electoral.
Siempre he imaginado a los partidos diseñando la nueva ley electoral en un cuarto y en el de junto a expertos en tretas buscando la manera de darle la vuelta a la legislación electoral que está a punto de aprobarse. He ahí el problema de este asunto: mientras los partidos tengan una cultura de engañar al otro utilizando lagunas dentro de la ley, no habrá manera que finalmente haya confianza entre ellos. Y a mayor desconfianza, más reglas. A esta velocidad pronto llenaremos una biblioteca del tamaño del Estadio Azteca con la legislación electoral vigente en nuestro país.
¿Por qué nos debería preocupar a los ciudadanos esta inflación legislativa? Por una razón fundamental: porque nos cuesta, y mucho. Cada vez más. México tiene uno de los sistemas electorales más caros del mundo. Además de las instituciones federales (el Instituto Nacional Electoral, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales) tenemos los organismos electorales locales y tribunales estatales. Con la nueva reforma no va a desaparecer ninguno de ellos. Habrá, sin embargo, una mayor intervención del INE en los órganos locales. Esto implica nuevas reglas que administrar y más dinero que tendremos que pagar los contribuyentes. El presidente del INE ya lo dejó entrever: como tienen nuevas atribuciones, van a pedir un presupuesto mayor para el 2015.
Pero no es sólo el dinero para organizar, fiscalizar y regular las elecciones. Los partidos quieren más dinero para ellos. Hay que recordar que ya reciben cientos de millones de pesos de financiamiento público cada año y que, además, no tienen que pagar la propaganda en radio y televisión. Pero son voraces. Quieren más. En la nueva reforma ya elevaron en 226% el límite que tenían para recaudar dinero privado: de 34 millones de pesos a 110 millones cada año.
Lo interesante es que alrededor del 70 por ciento de este supuesto financiamiento privado en realidad provendrá de los militantes del partido. Militantes que suelen tener puestos en el sector público. A ellos, los partidos suelen pedirles "voluntariamente a fuerza" parte de sus sueldos para financiar las arcas partidistas. Es decir, a final de cuentas, la mayor cantidad de dinero privado vendrá indirectamente de nuestros impuestos debido al sistema clientelar vigente en el país.
Finalmente está el asunto de los spots de radio y televisión. En la legislación anterior los partidos tenían derecho a utilizarlos en el período de las precampañas (para decidir a sus candidatos) y en el de las campañas (la competencia entre ellos). En medio de estas dos etapas había un "período de silencio" en que los spots eran utilizados por los institutos federal y locales para campañas institucionales. Ahora, con la nueva legislación, los partidos se apropiaron de esos spots. Si de por sí los ciudadanos recibíamos una spotiza insoportable, ahora tendremos que zamparnos una súper-spotiza mayor.
Con gran genialidad, Octavio Paz describió al Estado como un "ogro filantrópico". Me temo que los partidos en México se han convertido en otro ogro: un ogro voraz. Un gigante insaciable que crece alimentándose de reglas, dinero y spots. Un monstruo glotón que quiere más y más y más…
Twitter: @leozuckermann
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