El ánimo plural, la capacidad de dialogar, el razonamiento político son habilidades democráticas que —como músculos— se ejercitan en el día a día de nuestro comportamiento ciudadano. Como músculos, también se atrofian cuando no se usan e involucionan hacia la intolerancia, la cerrazón y el excesivo partidarismo.
Justo eso le ha pasado al PAN. Ha perdido su esencia democrática y hoy es una institución en la que se va desde el silencio sumiso ante el poderoso hasta la diatriba que descalifica a quien piensa diferente.
Ello se demuestra en el diálogo de sordos que han entablado Gustavo Madero y Ernesto Cordero en su disputa por la presidencia del PAN: se trata de una controversia de cantina en la que no se esgrimen propuestas, sino insultos. Ni siquiera hay ideas, tan sólo embestidas verbales. Qué lejos han quedado aquellos debates insignes de panistas que asestaban golpes únicamente al intelecto del otro, con la elegancia de un pensamiento humanista y visión de Estado.
Además, la incapacidad del PAN para dialogar también se demuestra en la nula tolerancia a la crítica y la incapacidad para hablar de frente con quienes diferimos de los actuales métodos de la cúpula panista. En lo personal, cada vez que emito un comentario referente a Acción Nacional me espetan no argumentos, sino descalificaciones y embestidas de trolls en redes sociales.
Tratándose de un partido en el que ni siquiera los candidatos a dirigirlo discuten, sino se vilipendian, resulta comprensible que así seamos tratados quienes no formamos parte del mismo. Lo preocupante es que se afirme que por estar fuera del PAN uno carece del derecho a ejercer una crítica honesta.
Funcionó la táctica del calderonato de silenciar las voces disidentes por medio de expulsiones. Si al que escribe se le arrebató la militancia por “exceso de libertad de expresión”, queda claro que caló el mensaje del poder: no se tolerará el debate abierto.
Bien harían los pocos panistas que quedan en recordar que la esencia de un partido está en la medida de su apertura y su contacto con la sociedad. Como diría Carlos Castillo Peraza:
“El partido no es universo clausurado sobre sí mismo. No es ‘mónada sin ventana’. Es para el pueblo de México, en el seno del Estado mexicano… La pura actividad interior que finalmente puede llegar a ser patológica nos inmoviliza y nos carcome. Nos enfrentamos al interior por ser incapaces de oponernos al exterior y acabamos por perder contacto con la realidad.”
Por ello es que todos quienes habitamos en este país tenemos el derecho a analizar lo que sucede en el interior de los partidos políticos, aunque no militemos en los mismos.
Urge que el PAN se reconcilie con su capacidad de debatir, pues su cerrazón ha sido la causa principal de que ni siquiera en los medios de comunicación se haya logrado posicionar la campaña a presidente del partido, ya no digamos entre la población abierta.
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