domingo, 25 de mayo de 2014

Sara Sefchovich - La inocencia de la infancia

O P I N I Ó N
S A R A    S E F C H O V I C H
La inocencia de la infancia


Siempre nos han dicho que la infancia es inocencia, bondad, nobleza, dulzura. Pero son niños los que torturaron salvajemente a un perro en Colima y lo subieron satisfechos al YouTube. Niños los que insultaron, golpearon y le orinaron encima a una niña indígena en una escuela de la Ciudad de México. Niños los que asesinaron a un compañero aventándolo contra la pared en Tamaulipas.

Pobrecitos, son niños, no saben lo que hacen, nos dicen, son "incapaces para discernir entre lo bueno y lo malo y para no hacer lo malo jamás" afirma un escritor. Pero uno se pregunta: ¿dónde aprende un niño a torturar a un perro, a despreciar a un indígena, a matar? Porque nadie nace con ese "conocimiento".








Constancio C. Vigil escribe: "Madrecita: míralo, él no hace nada que no aprenda de ti, de tu marido o de otras personas. Obsérvalo. Él copia lo malo y lo bueno. Si es violento ¿de quién imita la violencia? Si miente ¿a quién oyó mentir?" En otro texto dice: "Vosotras madres, decís: ¡Los hombres hacen esto! ¡Los hombres se han vuelto fieras! ¿Y quiénes son los hombres? Son esa cosa diminuta que engorda y sonríe a la sombra de vuestro seno. De vosotras salieron; vosotras los cargásteis mientras no pudieron caminar; en efecto, no nacen en probeta. Pero ¿son las madres las responsables de que se vuelvan delincuentes? ¿Dónde quedan el resto de la familia, la escuela, el barrio, la televisión y el cine, el medio ambiente "propicio para la violencia" como lo califica una estudiosa?

Los niños aprenden. De su casa y del afuera. Algunos más en uno de los dos lugares que en el otro. ¿Dónde aprendieron los niños asesinos de Ciudad Victoria? Su crimen es idéntico al que se cometió hace unos meses contra una Alcaldesa de Michoacán: por traumatismo craneoencefálico.

El problema, sin embargo, no es nada más explicar estos actos. El problema es evitarlos. Y para ello hay que partir de un hecho: que los niños saben, mucho más de lo que creemos, mucho más de lo que quisiéramos y que no son inocentes. Pero sí tienen una crueldad más brutal y más fría que la de un adulto.

Por eso a los niños asesinos de Tamaulipas, a los torturadores de Colima, a los racistas de la Ciudad de México y a tantos más que hay por allí, hay que castigarlos. El castigo no puede ser la cárcel evidentemente, eso sería garantía de que se vuelvan criminales. Pero sí debe ser la intervención orientada a la rehabilitación y esta debe incluir a sus familias y a sus maestros.

Esa sería la única posibilidad de que se les pueda cambiar, pues aunque "pretender cambiar comportamientos individuales suele fallar" como nos han dicho, tampoco es imposible y como han mostrado algunos estudios, hay maneras de hacerlo y hasta de lograrlo.

Una cosa es definitiva: si no se hace nada, corremos el riesgo que ha mostrado con estudios de seguimiento el neurobiólogo Daniel Reisel: que reincidan. La cifra dice el experto, es de 70 por ciento. Estos niños lo volverán a hacer. Y cuando crezcan, a lo mejor harán cosas peores estimulados por la impunidad cuando fueron niños. Por favor, alguna autoridad que tome en serio estos avisos. Recordemos que: "La violencia se alimenta de la indiferencia", como dice una estudiosa.

sarasef@prodigy.net.mx

www.sarasefchovich.com

Escritora e investigadora en la UNAM

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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