martes, 10 de junio de 2014

Eduardo Ruiz Healy - La violencia, una enfermedad contagiosa

Hace unos días escribí aquí que la violencia emocional, económica, física y sexual es una constante en la sociedad mexicana y que las encuestas muestran que el número de personas que son víctimas de actos violentos alcanza niveles sumamente preocupantes.

Lo que no anoté es que la violencia se comporta como una enfermedad contagiosa, como lo anotan diversos investigadores, entre ellos Gary Slutkin, epidemiólogo e investigador en la Universidad de Chicago.

En un trabajo que presentó en un foro organizado en 2012 por el Instituto de Medicina perteneciente a la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, Slutkin escribe que “la violencia es una enfermedad contagiosa. Satisface las definiciones de ser una enfermedad y de ser contagiosa, es decir que la violencia se esparce de una persona a otra”. En otras palabras, la violencia tiene las características de una enfermedad infecciosa y que al igual que ésta se transmite de persona a persona, de barrio a barrio, de comunidad a comunidad y así hasta abarcar a toda la sociedad.







Para probar su afirmación, el investigador muestra la similitud que tiene la curva epidemiológica de un brote de cólera en Somalia con los asesinatos masivos en Ruanda en 1994. También muestra como los asesinatos en ciudades de Estados Unidos que aparecen como una ola que surge de la parte alta de otra ola asemejan los brotes de tuberculosis que ocurrían hace siglos en Europa.
Slutkin anota que “para empezar, la violencia es un fenómeno dirigido por el cerebro, ya que el cerebro regula y controla los comportamientos” y afirma que los descubrimientos más recientes muestran que los procesos cerebrales también son contagiosos.


Según el investigador, si la violencia puede ser vista como una enfermedad contagiosa puede ser tratada y prevenida como una enfermedad y no mediante soluciones que han demostrado ser ineficaces como son la penalización más severa, la persecución más intensa y el encarcelamiento de la mayor cantidad de personas violentas.

Slutkin nos recuerda que en la época medioeval la peste fue combatida por medio de movimientos de autoflagelación, quema de brujas o persecución de judíos. Supuestas soluciones que de nada sirvieron. De la misma manera, asegura, combatir la violencia mediante penas más severas o encarcelamientos más extensos no ha dado hasta el momento resultados satisfactorios
La solución es, dicen Slutkin y varios otros investigadores, tratar a la violencia como una epidemia infecciosa y aplicar tres estrategias para revertir los procesos infecciosos: “1) detectar e interrumpir los eventos infecciosos en curso y potenciales; 2) determinar quienes de la población infectada son los más propensos a causar más eventos infecciosos y luego reducir las posibilidades que contraigan la enfermedad y/o subsecuentemente la transmitan; y 3) cambiar las normas sociales y conductuales, o condiciones ambientales, que están directamente relacionadas con la expansión de la infección”.

No se si funcionaría en México lo que Slutkin y sus colegas proponen. Lo que sí se es que las estrategias hasta ahora seguidas no han sido exitosas y me preocupa que el endurecimiento de las penas para cada vez más delitos acabe por hacernos todos criminales. La historia demuestra que cada vez que los gobiernos deciden convertir las pequeñas infracciones en delitos graves las cárceles se llenan de personas que no son criminales de verdad.

Sería conveniente que nuestros legisladores y demás funcionarios leyeran lo que escribió Slutkin. Lo encuentran en http://cureviolence.org/wp-content/uploads/2014/01/iom.pdf




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