Pobre hombre victimizado. Pobre empresario regulado. Pobre monopolista perjudicado. Pobre Carlos Slim, tan afectado por la reformas recientes en telecomunicaciones. Esa es la imagen que tanto el ingeniero como el Gobierno quieren cultivar. Esa es la impresión que América Móvil y los políticos que supuestamente iban a contener el poder de la empresa quieren diseminar. La narrativa de un equipo gubernamental que encara al monopolista más exitoso del País y lo contiene. El cuento de un Presidente que confronta al hombre más rico de México y -finalmente- lo hace llorar. Pero las supuestas lágrimas del Sr. Slim no reflejan el dolor real de alguien que va a enfrentar condiciones competitivas reales y adversas porque no va a ser así. Las lágrimas que, según los legisladores, corren por su cara son lágrimas de cocodrilo.
Tantos han comprado la visión de una reforma en telecomunicaciones con beneficios claros para los consumidores y perjuicios evidentes para quien los exprime. Se argumenta que América Móvil tendrá que enfrentarse a una regulación asimétrica por ser
preponderante. Que tendrá que compartir su infraestructura y desagregar su red. Que tendrá que eliminar los cargos por las llamadas de larga distancia. Que tendrá que enfrentar reguladores fuertes y autónomos. Que tendrá que aceptar la portabilidad numérica para migrar de una compañía a otra.
Pero antes de que eso ocurra, en una medida que la revista The Economist interpreta como una “retirada táctica” y no como una derrota, Slim anuncia la desincorporación de activos de América Móvil para controlar menos del 50% del mercado. Para así evitar la regulación que acompañaría la preponderancia. Para así evitar los costos que tendría que pagar. Para así aprovechar las ambiguedades y las lagunas en la ley y usarlas en su favor. Para así explotar una reforma redactada deliberadamente con una gran falta de precisión y enorme flexibilidad interpretativa, como lo argumenta Irene Levy. Para así usar el artículo 12 transitorio de la nueva ley -incorporado a la última hora- como ruta de escape a su preponderancia.
He allí a la clase política celebrando su extraordinario “logro”. Cómo la desincorporación de los activos de América Móvil es uno de los primeros “grandes resultados” de la nueva ley. Cómo es un “efecto concreto y medible de la eficacia de la reforma” en palabras del dirigente nacional del PRI, César Camacho Quiroz. Cómo con la reforma de telecomunicaciones “ya partimos un monopolio, el más fuerte, el más poderoso” en palabras de Jesús Ortega, dirigente nacional del PRD.
Pero antes de celebrar la cacareada afectación a los intereses de Carlos Slim habría que analizar lo mucho que va a ganar con la reforma. El acceso a la TV de paga y a la TV abierta. El acceso -cuando le sean retiradas las restricciones por preponderante- al “triple play” de voz, datos y video. El acceso a la posibilidad de presionar al órgano regulador, el Ifetel, para que apresure los tiempos de su entrada a la pantalla. El acceso a una estrategia que le permitirá, junto con Televisa, distribuirse el mercado y cartelizarlo.
Y así vemos emerger los resultados reales de la reforma. La perpetuación de la excesiva concentración de los mercados. El reacomodo pactado entre monopolistas -Azcárraga y Slim- con ayuda del Gobierno para seguir dominando sus sectores y obstaculizando la entrada de nuevos participantes a ellos. Nuevamente Telmex, ahora liberado, y Televisa ahora magnificado. Un Gobierno que en lugar de promover la competencia entre múltiples jugadores acaba empoderando a dos magnates para que se repartan las telecomunicaciones y la radiodifusión entre sí. Una competencia administrada.
Por eso no es momento de algarabía para quienes hubiéramos querido ver una contención real del poder concentrado. Para quienes hubiéramos deseado ver una legislación que promoviera las mejores prácticas, generara los mejores incentivos, creara la mayor diversidad, produjera los mayores beneficios. Tan no es perjudicial para Carlos Slim lo que ha ocurrido, que cuando anunció la desincorporación de activos de América Móvil, las acciones de la compañía repuntaron de manera espectacular. La firma ganó 6 mil 851 millones de dólares en un día. La clase política dijo que quería “frenar” a uno de los hombras más ricos del mundo y tan sólo lo llevó a engordar más. Carlos Slim no está lamentando los límites que la reforma le colocó; está celebrando el poder adicional que el acceso la TV le otorgará. No llora de dolor, sino de gusto.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/lagrimas-de-cocodrilo-10725.HTML
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