lunes, 28 de julio de 2014

Ricardo Raphael - Crecer el salario

El salario mínimo en México es miserable. ¿Quién puede alimentarse, transportarse, pagar una renta, mantener un hijo, obtener atención médica, y al final de la jornada sonreír, con un ingreso de 67.29 pesos diarios? Ese es el precio más bajo autorizado en la Ciudad de México por 8 horas de trabajo. Para Querétaro, Puebla o Morelos el tabulador es aún más bajo: 63.70 pesos por día.

Coneval, la institución que mide la pobreza en el país, dice que una persona no puede distanciarse de la miseria con esa cifra. Para cubrir las necesidades alimentarias de un trabajador se requerirían al menos 168 pesos al día y para sufragar otras necesidades básicas, como la vivienda, el ingreso base cotidiano debería ser de al menos 350 pesos.
 
Debajo de esos umbrales el trabajador mexicano está condenado a vivir con carencias grandes.
 
 
 
 
 
 
 
Los defensores del status quo dicen que nadie en el país gana el salario mínimo. Es falso, de acuerdo con el INEGI alrededor de 6 millones y medio de personas padecen un ingreso próximo a ese tabulador y alrededor de 22 millones rondan 2 y 3 salarios mínimos, es decir que están entre los 134 y los 203 pesos diarios.
 
El bajo precio que se paga en México por el trabajo es la explicación principal de nuestra desigualdad. También este fenómeno resulta variable para entender porqué el país cayó 14 lugares en el indicador de Desarrollo Humano del PNUD, entre 2013 y 2014.
 
En México, 32.7 millones de trabajadores obtienen un sueldo insuficiente para vivir con dignidad económica. El total de personas que laboran en el país --la PEA-- es de 56.5 millones.
 
De acuerdo con estimaciones internacionales, México y Venezuela son las dos únicas naciones de AL donde, entre 2007 y 2012, el salario mínimo mostró un retroceso en términos reales.
 
Resulta extraño que México, la economía número 13 del mundo, sea la misma donde se pagan tan bajos salarios. Cuando se calcula el ingreso por persona (PIB per cápita), la economía mexicana se ubica en el lugar 88. Es un desequilibrio que ofende: ¿cómo es posible que un país que en su conjunto produce una riqueza tan grande (1.7 billones de dólares anuales) exhiba al mismo tiempo un ingreso per cápita tan pequeño (562 pesos diarios por persona)?
 
Buena parte de los argumentos que responden a esta pregunta están ligados con el precio que se paga en nuestro país por el trabajo.
 
Los economistas más ortodoxos aseguran que el salario en México es bajo porque así lo han fijado la oferta y la demanda. Razonan que si la productividad de los trabajadores creciera, entonces podríamos ver un aumento en los ingresos familiares. Profetizan también que si el Estado interviene para modificar artificialmente el precio del trabajo se provocaría una crisis indeseable.
 
Cabe aclarar que el Estado ya interviene en el mercado del trabajo, en México y en muchos países, porque es el responsable de fijar el precio del salario mínimo.
 
Sin embargo, aquí, cuando el Estado interviene considera criterios que van más allá de la oferta y la demanda laboral.
 
En nuestro país se cometió el error de vincular, por ejemplo, las multas de tráfico, las fianzas que exige el juez, las sanciones pecuniarias de la autoridad administrativa y un larguísimo etcétera de penalidades al salario mínimo.
 
Por tanto, si el salario mínimo se multiplicara por 2 ó 5 veces, como resulta razonable después de escuchar al Coneval, la economía mexicana enfrentaría un alza generalizada y peligrosa de precios.
De tal argumento está enterada la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, que año con año fija el precio básico del trabajo.
 
Al cometer el error de indexar, contra el salario mínimo, multas, sanciones y tarifas se condenó a la baja el ingreso de los trabajadores. Si los neoliberales son coherentes con sus convicciones, lo primero que tendrían que exigir es la desindexación para que el salario mínimo realmente tenga como punto de equilibrio la oferta y la demanda.
 
Hay más que decir sobre este tema. Acaso lo más importante al respecto es lo que tiene que ver con el salario y la productividad. En la próxima entrega abordaré esa otra coordenada.
 
Siempre podrá decirse que la decisión ya no admitía demora, porque hubiera sido inaceptable extender un año más el altísimo subsidio que estaba recibiendo.
 
 
@ricardomraphael
 
 
 
 
 

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