PRIMER TIEMPO
Una vez más, después del desierto, la Presidencia
Cuando se enfrascó en su primera guerra por la gubernatura en Tabasco en 1989 que perdió, Andrés Manuel López Obrador, se rebeló contra Salvador Neme Castillo, a quien acusó de derrotarlo en un fraude, y realizó su Éxodo por la Democracia hacia la ciudad de México. El entonces regente Manuel Camacho, a través de su secretario general de Gobierno, Marcelo Ebrard, y con el aval del expresidente Carlos Salinas, le financió gastos, puso baños, alimentos, agua y logística al servicio de los seguidores de López Obrador, más una inyección de recursos lo suficientemente generosa para que pudiera continuar su lucha, pero lejos del centro. Poco después, le dieron en almohada de terciopelo, la cabeza del gobernador. Volvió a contender por la gubernatura en 1994, pero se enfrentó a una nueva derrota.
Una vez más recorrió el camino: toma de pozos petroleros y una nueva marcha a la ciudad de México. Ya no contó con la astucia de los salinistas para desestabilizar a su verdugo electoral, Roberto Madrazo, quien cuando los operadores del presidente Ernesto Zedillo quisieron repetir la dosis Neme, fracasaron. López Obrador regresó a Tabasco y empezó su primer gran hibernación de la sociedad política. Como lo había hecho cuando trabajaba para el gobernador priista, Enrique González Pedrero, se fue a recorrer el estado y meterse en las comunidades para recuperar fuerza, ánimo y defensas para la siguiente batalla. Ya no fue en el Golfo, sino en la ciudad de México, donde empezó a construir su candidatura presidencial para 2006, donde estuvo a escasos 250 mil votos de arrebatarle la Presidencia a Felipe Calderón. Siempre argumentó que Calderón era un usurpador y que le robaron la Presidencia. López Obrador se fue a su segunda hibernación, dos meses en Oaxaca, donde acompañó la campaña de Gabino Cué para la gubernatura, recorriendo el estado y metiéndose en las comunidades para recuperar fuerza, ánimo y defensas para la siguiente batallan en 2012. López Obrador nunca lo reconoció y se radicalizó, corriéndose a la izquierda mientras la dirigencia del PRD se movía hacia el centro. Perdió ante Enrique Peña Nieto y repitió que le habían robado la Presidencia. Iba rumbo a su tercera hibernación, pero bajo una premisa diferente. Ya no sería camarada de los perredistas y se iría del partido al que ayudó en su construcción. La dirigencia del PRD, a su juicio, había traicionado a la izquierda y a los pobres. Era el momento en que pagaran por los agravios cometidos.
SEGUNDO TIEMPO
El nuevo Hidalgo y la Virgen de Guadalupe
Desde los primeros años de la emergencia de Andrés Manuel López Obrador como líder indiscutible del PRD, uno de sus fundadores, Jesús Ortega, quien había convertido a Los Chuchos, su tribu, en la fuerza que controlaba el aparato del partido, veía con recelo al tabasqueño de quien decía era un nuevo caudillo. Cuauhtémoc Cárdenas, afirmaba, había sido un caudillo, y ahora, en esos tiempos de arranque del milenio, López Obrador también. La paradoja es que tanto Cárdenas como López Obrador, siempre fueron un mal necesario. No podían dejar de apoyar Los Chuchos a quienes en los personal les producían escozor, porque perderían poder como partido y ellos, como la principal corriente de la izquierda, recursos del erario para poder seguir pergeñando el apartachik amarillo. Cuando López Obrador se fue del PRD tras perder por segunda ocasión consecutiva la elección presidencial, el diagnóstico era que la sociedad mexicana ya había tenido demasiado del tabasqueño. Agotado como figura, lo analizaban incapaz de poder obtener ese último tramo de votos para poder derrotar, en una contienda nacional, a cualquier adversario del PRI o del PAN. Derrotado a perpetuo y a priori por sus viejos camaradas, que nunca fueron realmente sus amigos. Tampoco los de él, como lo demostró desde la campaña de 2006, cuando en inequívoca señal de desconfianza de sus haberes y procederes, construyó un equipo paralelo al aparato del PRD, en estructura, financiamiento y control de los dineros, donde no dejó que Los Chuchos metieran las manos. En la contienda presidencial de 2012 fue candidato del PRD prácticamente por la imposibilidad de, como al IFE, mandarlos al diablo, pero tan pronto terminó, inició una nueva construcción, la del Movimiento Regeneración Nacional, nombre perfectamente escogido para el acrónimo Morena, la conexión perfecta entre la Virgen de Guadalupe y la política. Un nuevo hidalgo asomaba en el escenario, que como en 1988, 1994, 2006 y 2012 estiró, polarizó, reculó, tomó aire y, parafraseando un memorable discurso de Ernesto “Ché” Guevara en las Naciones Unidas en 1964, volvió a andar.
TERCER TIEMPO
Ni miedo, ni nerviosos porque ya viene el coco
El Instituto Nacional Electoral anunció con sobriedad esta semana que tres nuevos partidos habían obtenido su registro para contender en las próximas elecciones federales. El más importante, por sus líderes y porque este proceso se antojaba de mero trámite legal, es Morena, cuyo presidente es Martí Batres, y su líder Andrés Manuel López Obrador. Viejos fundadores del PRD, hacía tiempo que aclararon su antagonismo por la derechización de aquél partido por el que tanto lucharon, y rompieron con él, aunque en realidad a quienes repudiaban y contra quienes, sin decirlo, van por ellos, es la corriente de Los Chuchos, que hoy en la figura del presidente del partido, Jesús Zambrano, controlan la burocracia y el presupuesto. La irrupción de Morena es la confirmación que en las elecciones de 2015, donde se juegan más de dos mil puestos de elección federal, entre ellas 500 diputaciones federales, la izquierda estará fracturada y sus victorias serán menores. Será la primera escaramuza entre ellos, en preparación para las elecciones presidenciales de 2018. Los líderes de la izquierda formal, la reformista, la parlamentaria, han tratado de minimizar el arribo de Morena y López Obrador. En un partido más, dijo Cuauhtémoc Cárdenas, tres veces candidato presidencial, y que ayudó a erigir a López Obrador como figura de altos vuelos. No estamos nerviosos ni preocupados, sentenció Zambrano. Si dicen la verdad o están escondiendo sus temores, no es importante. La retórica no cuenta en las urnas, pero sí impulsa y motiva a los votantes. Cárdenas hoy en día parece tener un mejor lugar como estatua en Paseo de la Reforma que en el andamiaje político-electoral, pero Los Chuchos son quienes enfrentan el desafío. Cárdenas es una marca que se eleva por encima de las circunstancias. Los Chuchos son una corriente que se desprestigia con el paso de las semanas que no tienen más que intereses cuestionados y zigzagueos políticos, porque de ideología, se vaciaron hace tiempo. López Obrador no tiene tamaño para estatua en una avenida clásica, pero tampoco el descrédito de los controladores del PRD. Tienes otros negativos, como su radicalización que tanto atemoriza a las clases medias, pero el positivo de que sí es marca y, además, genera votos por sí solo. No gana una elección de las grandes para él, pero sí destruye cualquier posibilidad de victoria de la izquierda. Cuando menos en el mediano plazo. Para el 2018, ya veremos.
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