martes, 1 de julio de 2014

Raymundo Riva Palacio - Malhumor social


Casi 100 mil personas reunidos el domingo en el Zócalo de la ciudad de México, representaban un riesgo de seguridad para la policía. Si caía México su partido ante Holanda en la Copa del Mundo en Brasil, ¿cómo controlar la euforia de la victoria? Pero si perdía, ¿no sería más difícil controlar una sociedad con los sueños rotos tras tener tan altas expectativas de alcanzar la gloria futbolística? Se perdió con una controvertida jugada que incendió a los mexicanos, pero no pasó nada. El humor social no se desbordó, ni se contagió con los problemas y frustraciones de la vida cotidiana. Si el futbol no fue el detonante, ¿por cuánto más tiempo se podrá contener?
 
 
Luis Woldenberg, presidente de Nodo, la empresa de opinión pública que mide el humor social desde 1994, dice que el comportamiento del equipo nacional en Brasil subió el ánimo en el país, pero de manera temporal. Lo efímero obedece a lo superficial de la expectativa deportiva, y lo que sucediera con el equipo, positiva o negativamente, no incide en las variables que afectan al humor social: la salud, la educación, el empleo, la interrelación con el entorno y las expectativas de bienestar. El futbol es cosmético, bálsamo que se diluye, pero ¿qué con los indicadores objetivos?
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La clase política sí está preocupada por el humor social. Woldenberg dice que “hace un buen rato” no está bien el humor social, que se encuentra como “en las catacumbas”. En el último año del gobierno de Felipe Calderón, había un “México triste”, como resultado de las mediciones de los 30 meses previos, pero Woldenberg confiaba que el proceso electoral de 2012 despertara a la sociedad y la llevara al terreno donde “quiere creer” que las cosas pueden cambiar. Diecinueve meses después del cambio de gobierno, los niveles de humor social se encuentran en los peores niveles en los 20 últimos años.
 
 
Los diagnósticos revelan que las reformas estructurales, muy animadas en el debate de las élites políticas, no han impactado positivamente el ánimo de la población en general. El mensaje gubernamental que las celebra, no se traducen en la cabeza y el corazón de la gente como un beneficio claro. La comunicación, cuyos esfuerzos y énfasis se han centrado en las reformas, han tenido alcances limitados al enfrentarse a un nivel muy bajo de atención y credibilidad.
 
 
Las encuestas han reflejado un proceso de desánimo frente al presidente Enrique Peña Nieto, quien asumió el poder con la creencia del 55% de los mexicanos que la economía había empeorado en los 12 meses anteriores. Durante 2013 la tasa se redujo hasta en siete puntos en octubre pasado, pero a partir de diciembre, de acuerdo con la Carta de Paramétrica, repuntaron las percepciones negativas. El 64% de los mexicanos consideró  que la economía había empeorado, contra un mínimo histórico de 13% que dijo que había mejorado. La percepción se extendió a junio, como resultado de los efectos en los nuevos impuestos y a la reducción de las expectativas de crecimiento para este año.
 
 
El deterioro en la economía, junto con la violencia en el país y el clima de inseguridad en varias regiones, impactaron los niveles de aprobación presidencial. En su encuesta del sexto trimestre, Consulta Mitofsky registró la aprobación de Peña Nieto por debajo del 50%, pero con sólo un tercio de los mexicanos que piensa que el gobierno va por el rumbo correcto. La percepción negativa sobre el Presidente no es lo único ominoso. En un año, todos los niveles de gobierno en el país perdieron apoyo: 10% por ciento los gobernadores, 5% los alcaldes, 8% el Presidente. De acuerdo con Nodo, hay hartazgo y escepticismo, pero sobretodo “sed de liderazgo eficiente y empático” en el país.
 
 
Las variables que mueven el humor social no son alentadoras. El desempleo en el primer trimestre estuvo en 4.8%; la salud tropieza todos los días, con una inversión por debajo de Haití y Honduras, los países más pobres de América Latina, y con falta de cobertura para enfrentar problemas médicos graves en uno de cada tres mexicanos. El nivel de la educación es el más bajo entre los miembros  de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, y el entorno de la sociedad es sumamente inseguro, con cinco secuestros al día en el último año.
 
 
Aun así, reportó Consulta Mitofsky, 8 de cada 10 mexicanos dice estar feliz. Pero hay que tener cuidado con esos indicadores, advierte Woldenberg, porque cuando se pregunta “¿cómo te va en la escuela? o ¿cómo te va en el trabajo?”, las respuestas son casi todas negativas. El futbol es un evento efímero que sólo podría haber extendido una dicha en forma epidérmica y temporal. En la utopía total, hasta el segundo domingo de julio, la final en Brasil. Pero hasta ahí. Era inevitable regresar al humor social que sigue acumulando vapor dentro de una olla sin válvulas de escape en el corto plazo, para que pueda despresurizarse. Este domingo volvimos antes de lo que hubiéramos deseado a una realidad donde tampoco se ven las políticas que puedan modificar ese humor y reducir la posibilidad de un desbordamiento, bajo cualquier premisa, indeseable.
 
 
 
twitter: @rivapa
 
 
 
 
 

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