"Pero si el número está equivocado, ¿por qué contestó usted el teléfono?".
James Thurber
Para alguien que se levanta a las 4:24 de la mañana a fin de trabajar en un programa matutino de radio, recibir una llamada telefónica después de las 10 de la noche, inmediatamente después de conciliar el sueño, es un verdadero golpe.
Esto me ocurrió a mí el miércoles.
Supuse, como es natural, que se trataba de alguna urgencia. Casi nadie tiene el teléfono de mi casa. Temí que algo terrible le hubiera ocurrido a algún familiar cercano. Al descolgar entre sueños sólo alcancé a escuchar que un hombre pedía hablar con un Julio no sé qué.
Colgué sin responder, furioso, pero me costó mucho trabajo conciliar el sueño. Ayer pasé buena parte del día sintiéndome como zombi.
No había que preguntarle nada al interlocutor. En las últimas semanas he recibido llamadas constantes preguntando por ese señor Julio, a quien no conozco y de quien nunca he oído hablar.
Una vez me tomé el tiempo de interrogar a quien hacía la llamada, que me indicó que hablaba de Bancomer.
Al parecer el individuo que buscan le debe dinero al banco y a falta de su teléfono prefieren llamar constantemente al mío.
Estas persistentes llamadas han sido respondidas primero con amables indicaciones de que la persona buscada no vive en el domicilio y no se le conoce. Posteriormente vinieron las respuestas bruscas. Más tarde, los insultos. A veces ya nada más cuelga uno sin hablar.
Ninguna forma de responder ha servido para que del otro lado del hilo alguien tome nota de la información de que Julio no vive en mi casa. Las llamadas se reiteran varias veces al día y a todas horas.
Los teléfonos fijos son una especie en vías de extinción. Cada vez es mayor el número de personas que utilizan casi exclusivamente los celulares. Pero como el correo, convertido en simple vehículo para distribuir correspondencia chatarra, los teléfonos fijos han dejado de ser instrumentos de comunicación para transformarse en armas de venta directa o de acoso.
Cada vez es más raro recibir una llamada de interés en el teléfono fijo. Supongo que yo sólo mantengo mi línea por la conexión de internet. Siempre hay el temor de una urgencia, pero virtualmente todas las llamadas que ingresan al teléfono son de empresas, principalmente bancos, que quieren vender productos o servicios.
Ahora hay que añadir las llamadas de cobranza a personas que no conozco. El teléfono, al parecer, no sirve más que para ser molestado.
No sólo Bancomer usa el teléfono como instrumento de acoso. Al comentar el caso en mi programa de radio, recibí decenas de llamadas de personas también hostigadas. Los radioescuchas señalaban prácticas similares de Banamex y de Scotiabank.
Los bancos piensan que pueden cobrar deudas llamando a teléfonos que no son de sus deudores. Aunque uno informe a la institución que ahí no vive la persona, las llamadas se siguen recibiendo varias veces al día y durante varios años.
Uno pensaría que es más eficiente mandar a alguien a verificar los datos.
La situación puede ser peor. Una colaboradora me dice que recibe llamadas constantes y a cualquier hora a su celular. Son de Banamex, que pretende venderle servicios. Pero ella ni siquiera tiene la posibilidad de mentarle la madre a quien llama porque Banamex pone una grabación.
Me pregunto si los directivos de los bancos realmente piensan que la mejor forma de hacer ventas es acosar a posibles clientes o la mejor forma de cobrar es llamar varias veces al día a un hogar en el que nadie conoce al deudor. Lo peor es que cada vez que menciono el tema quienes me escuchan ofrecen otras historias, algunas realmente terribles.
El acoso telefónico no es excepción. Es una práctica sistemática.
Democracia cara
El INE está pidiendo un presupuesto de 18,572 millones de pesos para el 2015. Tenemos quizá el sistema electoral más caro del mundo. Nos dijeron que era para evitar cuestionamientos a las elecciones o corrupción, y para impedir que el narco se mezclara en la política.
Pero los cuestionamientos y la corrupción siguen. Y el narco deja sus huellas en toda la política.
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