lunes, 22 de septiembre de 2014

Jesús Silva-Herzog Márquez - El testamento de Sartori

Giovanni Sartori ha publicado su testamento público. A los 90 años, el politólogo italiano ha decidido poner punto final a sus colaboraciones cotidianas en Corriere della Sera. En español lo ha dado ha conocer Confabulario, el suplemento cultural de El Universal, sin aportar los elementos suficientes para ubicar el origen del texto. Con el título de “El eclipse del homo sapiens”, se publica como despedida de sus lectores hispanoparlantes. Doloroso encontrar un texto así para quienes hemos seguido a lo largo de los años sus admirables contribuciones a la teoría democrática. Y no sólo a la teoría se ha dedicado el italiano. Sartori ha sido también un polemista extraordinario. Al lado de sus obras académicas destacan, sobre todo a últimas fechas, sus brillantes y provocadores panfletos. Por lo visto, no es probable que encontremos nuevas reflexiones del mejor pulidor de los conceptos políticos de nuestro tiempo. Por eso me detengo en esta triste pieza de reflexión que parece resumir una vida de pensamiento.







El ensayo publicado en México hace una semana es esquemático y sombrío. Debe decirse que Sartori nunca compró las ilusiones de quienes vieron en el derribo del muro de Berlín la victoria definitiva de la democracia y el fin del conflicto histórico. El florentino sabía que a fines de los años ochenta incubaba una nueva era de confusión y que la democracia liberal a la que entregó su vida estaba lejos de la victoria planetaria que algunos anunciaban como necesidad histórica. Más aún, donde imperaba, empezaba a pervertirse. La advertencia resultó profética. Lo que nos espera es más la perversión democrática que el ensanchamiento democrático. En efecto, la amenaza no es el golpe militar que cancela violentamente las libertades, sino una serie de maniobras que pervierten poco a poco el funcionamiento de las instituciones y que se sirven de la pasividad individual para imponer nuevas fórmulas autoritarias. Lo decía hace unos años el propio Sartori:


“En el pasado eran los dictadores quienes derrocaban a la democracia y el tránsito hacia la autocracia era evidente y revolucionario. Hoy este proceso se realiza sin revolución alguna, ni siquiera se necesitan reformas. El caso más patente es la Rusia de Putin: formalmente parece un sistema semipresidencial pero lo cierto es que un solo hombre se ha apropiado del poder y de todos los contrapoderes previstos para contrarrestarlo”.

Lo notable de este texto presentado periodísticamente como un adiós es que el politólogo apenas considera los asuntos a los que mayor atención dedicó: la naturaleza del régimen democrático; su complejidad institucional y sus exigencias cívicas; los partidos políticos y los regímenes electorales. Sartori habla aquí del reto demográfico y ecológico, de las trampas burocráticas y económicas, de la superficial globalización y de los engaños teológicos. Será una crítica al encierro universitario de las disciplinas sociales. Pensar la democracia hoy -y no hay nada que Sartori haya dicho que no tenga de manera directa o indirecta, conexión con el proyecto democrático- llama a salir de los estrechos cajones de lo “político” para abrirse a la cultura y la naturaleza, a la distribución de las riquezas y la circulación de las ideas. Dándole una vuelta a su conocida tesis sobre el homo videns, contempla una posibilidad. El homo sapiens fue un animal de corta vida. Pronto se consumará la regresión biológica: volverá el homo pre-sapiens. La televisión, dijo hace ya varios años, crea individuos ineptos para la democracia. El Estado, los derechos, la justicia, la libertad, la igualdad son conceptos abstractos y, por lo tanto, invisibles.

Al hablar de estos elementos económicos, culturales, ecológicos, deliberativos, Sartori nos dice de algún modo que la democracia que tantas veces insistió en describir como un arreglo estrictamente político, es, en el fondo, una forma de convivencia. Tener democracia no es solamente instalar elecciones y parlamentos. Para procurarla es necesario también cuidar el diálogo y la naturaleza, enmendar disparidades, contener los fanatismos, resistir la demagogia. Sartori, el politólogo que nos dijo una y otra vez que, para cuidar a la democracia no debíamos esperar demasiado de ella, complementa ahora su argumento: para cuidarla tampoco hay que ser demasiado complacientes con ella.
 



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